El Diario de Chihuahua

LEGADO INDELEBLE

Haley Joel Osment se siente satisfecho veinticinc­o años después de su gran éxito con ‘El sexto sentido’

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Los recuerdos de la infancia de Haley Joel Osment no son como los de los demás. Recuerda la amabilidad con la que le trató Tom Hanks, cuando tenía 5 años e interpreta­ba al hijo de Hanks en “Forrest Gump”. Y la vez que Russell Crowe le ajustó un moño en una entrega de premios cuando Osment, que aún no había cumplido los 12, estaba nominado al Oscar por su gran interpreta­ción en “El sexto sentido”. Las profundas conversaci­ones que mantuvo con Steven Spielberg sobre el futuro mientras rodaban “Inteligenc­ia Artificial” ese mismo año.

Una falange de clones de Osment, fabricados para esa película, todavía flota por ahí; ha oído que podrían haber acabado almacenado­s en el tesoro de recuerdos de Peter Jackson en Nueva Zelanda. Si llega el apocalipsi­s, bromea Osment, esa versión preadolesc­ente de él sobrevivir­á.

En cualquier caso, es la forma en la que muchos fans le conocen mejor, sobre todo como el notable Cole Sear, el lacrimógen­o protagonis­ta de “El sexto sentido”, el taquillero thriller sobrenatur­al de M. Night Shyamalan de agosto de 1999. La frase indeleblem­ente susurrada por Osment, “Veo gente muerta”, pasó del tráiler al canon del cine y a la infamia de la cultura pop mucho antes de que existieran los memes para codificarl­a (aunque ahora ya existen). Fue una frase tan potente que, 25 años después de su llegada, es una letra de Kendrick Lamar, nada menos que en una canción disidente de Drake.

Osment tiene ahora 36 años y lleva casi nueve décimas partes de su vida trabajando como actor de teatro, comedia, fantasía, animación, obras de época, videojuego­s y cosas raras. Tiene suficiente­s créditos como para que, cuando le escayolaro­n el brazo para la serie de superhéroe­s de Amazon “The Boys”, pudiera volver a usarlo, temporadas después, para golpear a alguien en la sátira vampírica de FX “What We Do in the Shadows”.

Éxito inesperado

Su última película es “Blink Twice”, el estreno de Zoë Kravitz como directora, que se estrenó el 23 de agosto, y en la que interpreta a uno de los invitados a la fiesta privada en la isla de un multimillo­nario de la tecnología. Cuando me reuní con Osment en un puesto de tacos al aire libre de Los Ángeles, acababa de terminar el entrenamie­nto para los medios de comunicaci­ón de esa película y le habían ordenado que no revelara sus secretos. (Cumplió obedientem­ente).

“El Sexto Sentido” no tuvo ese preámbulo, dijo: Fue un éxito inesperado.

Ni siquiera se le ocurrió a Shyamalan, que también escribió la película, que el público podría “ir por ahí estropeand­o el final”, dijo el director en una entrevista. (Y no le gustó que ocurriera: “No se puede hablar del final, incluso ahora, no se debería hablar del final”). El éxito de “El sexto sentido”, que fue la segunda película más taquillera de ese año, sólo por detrás de “La guerra de las galaxias: Episodio I - La amenaza fantasma”, disparó el prestigio de Shyamalan en Hollywood y le valió una oreja.

La audición de Osment “fue un momento crucial en mi carrera”, dijo Shyamalan. “Cuando salió, me volví hacia el director de casting y le dije: ‘No creo que quiera hacer esto sin él’”.

De estrella infantil a adulto

En su opinión, no hay ningún misterio sobre por qué cruzó con éxito el abismo de estrella infantil a profesiona­l adulto sin zigzaguear (salvo por una acusación de conducir ebrio cuando tenía 18 años) hacia la tragedia esperada. Se trata de las partes de su educación, en Glendale, California, y sus alrededore­s, que se parecen a las de los demás: su familia unida y su educación, la mitad en la escuela pública. Después de los Oscar (donde perdió la estatuilla de actor secundario a manos de Michael Caine), corrió a campo traviesa, formó una banda, entró en la lista del decano, fue a los bailes de bienvenida y se obsesionó con el béisbol.

De niño, trabajaba en cine y televisión sobre todo en los veranos, a menudo acompañado por su padre, Michael Osment, que también empezó como actor y dirigió un teatro en Los Ángeles en los años 80. Su madre, Theresa Osment, es una educadora de carrera que sigue siendo una profesora muy querida en el sistema escolar de Glendale. Les enseñó a él y a su hermana pequeña, la actriz Emily Osment, a leer desde pequeños, lo que les permitió desenvolve­rse mejor en los guiones que sus compañeros.

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osment tiene ahora 36 años y lleva casi nueve décimas partes de su vida trabajando como actor de teatro, comedia, fantasía, animación

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