El traje de flamenca, una tradición andaluza que evoluciona con la moda
El taller del diseñador Luis Fernández es uno de los más solicitados por las clientas que buscan adquirir uno de estos atuendos regionales
Sevilla. El taller del diseñador Luis Fernández, en el casco antiguo de Sevilla, bulle. Las clientas se suceden para probarse los trajes de flamenca, el atuendo regional con volantes y colores vistosos o lunares que lucen las mujeres en las fiestas populares de Andalucía.
Clientas
Virginia Cuaresma es una de ellas. Bajo la atenta mirada del modisto, alfiler en mano para cualquier retoque, se prueba un traje azul más tradicional, con volantes en mangas y falda; uno aguamarina, con mantoncillo bordado a juego; otro rojo, muy moderno, que deja ver mucha piel...
“Esto ahora es ya un caos, el taller hasta arriba (...) Son las últimas pruebas” antes de que las clientas recojan sus vestidos “para disfrutar la feria”, señala Fernández a la AFP, en referencia a la Feria de Sevilla, que suele atraer a cientos de miles de personas.
Con una historia de más de un siglo, este traje muy ceñido hasta por debajo de la cadera con volantes en falda y mangas, que las mujeres complementan con mantoncillo sobre los hombros, pendientes, pulseras y el pelo en moño y con una flor, se ha convertido en el atuendo regional de Andalucía e incluso se ha exportado como imagen de España.
“Al final, el traje de flamenca resalta lo más bonito de la mujer”, porque se caracteriza por un escote amplio y “figura de reloj de arena”, con contraste entre la “cinturita estrecha” y la cadera y el pecho, para que “la mujer se vea superfavorecida” y “guapa”, resume Fernández. “Cuando elijo un traje para ir a la feria, (busco) que la silueta femenina se vea realzada”, afirma Virginia Cuaresma, una geógrafa de 34 años, de tez morena y largo cabello negro, para quien enfundarse en uno de ellos es “continuar con las tradiciones andaluzas” y “conectar” con su fallecida abuela Virginia, quien se los confeccionaba de pequeña.
De maja a flamenca
Cuando Fernández comenzó a trabajar en 2012, tenía claro que, como sevillano y amante de la feria, que reúne a viandantes y jinetes en un recinto ferial con casetas donde se canta y se baila, se dedicaría al traje de flamenca.
Es un singular traje regional “que evoluciona con la moda, el único que admite nuevas tendencias”, se enorgullece. La prenda es heredera de los trajes de las “majas”, inmortalizadas en los cuadros de Francisco de Goya, que en el siglo 18 y principios del 19 “usaban las clases populares en España”, explica a la AFP la antropóloga Rosa María Martínez Moreno, autora del libro El traje de flamenca.
Con el comienzo de las ferias en Sevilla, a mediados del 19, el atuendo pasó a las clases pudientes, en una época de sentimiento antifrancés y su moda más aristocrática. Se nutrió del vestir de las gitanas buñoleras, que con atuendos de telas baratas adornadas con volantes vendían en las ferias estos dulces de masa de harina freídos en abundante aceite.
Ya en el siglo 20, el traje adopta su forma actual y se populariza, sobre todo gracias a la profesionalización del flamenco como arte y la expansión de las academias de baile andaluz, donde las mujeres aprendían para luego lucirse en la feria, detalla Martínez Moreno.
Imagen de lo español
En los años 1960, la dictadura de Francisco Franco (19391975) se propuso “vender España como atracción turística” y para ello utilizó los “estereotipos populares” como el traje de flamenca, que “se empieza a reconocer como la imagen de lo español” en el extranjero, continúa.
En décadas recientes, el vestido andaluz, siempre en una “dicotomía entre lo tradicional y lo moderno”, ha sido inspiración de “grandes modistos” como Dior, agrega la antropóloga.
Y también en Sevilla desde el 2000 “seguíamos las tendencias de moda de París, de Milán”, dice Luis Fernández. Su firma, que comparte con el modisto Manuel Jurado, ganó en 2016 el certamen de diseñadores noveles de la Semana Internacional de Moda Flamenca (Simof), una cita que se realiza en la capital andaluza desde 1995.
Un traje de un taller como el de Fernández puede costar desde cientos de euros hasta más de mil, pero hay opciones más económicas en tiempos de masificación de la moda.
Un alivio para las mujeres que, como Cuaresma, suelen adquirir “mínimo” uno al año. “Se suele estrenar uno cada año”, porque para la feria, o al menos su día inaugural, “no nos gusta repetir el anterior” traje, afirma Cuaresma, quien dice tener unos 34 ejemplares.