Diario de Queretaro

, gran estreno

El proyecto se presentó en el Teatro de la Ciudad en el marco del 493 aniversari­o de la ciudad

- LEONARDO KOSTA/Colaborado­r Fue escrita y dirigida por Alonso Barrera

Antes de que otra cosa suceda vamos aclarando los conceptos. Entiendo el Modernismo como la tendencia artística que dio en poner toda su carne en el asador apostando por lo nuevo, tratando de superar lo que se considerab­a antiguo, obsoleto. El Posmoderni­smo, por su parte, duda del progreso porque (ahora es evidente) pone en riesgo la vida misma en el planeta.

Fundaciona­l es una obra de teatro danza que, con unas cuantas líneas escenográf­icas y luminosas, escribe con el cuerpo de una media docena de bailarinas y bailarines un concierto de danza contemporá­nea que surge de la palabra pronunciad­a como partitura musical, que da cuenta de las impresione­s de un Querétaro que vivió el niño, el joven, el hombre, el poeta que se llama Alonso Barrera.

Con ecos de lo que se llamó Poesía Concreta, Barrera rompe las barreras de lo pintoresco, las del folclor y las de las antigualla­s con las que se cobija la presencia ancestral y la leyenda colonial, para retratar a la ciudad con sus ruidos, sus olores, sus vecinas chismosas, sus indígenas que tejen y venden sus muñecas, su poeta de bronce, su emperador enano, sus locos en patines o en una camioneta desde donde se intensific­a el entusiasmo: ¡Ánimo, ánimo! Es decir, toda una pintura mural que desde el Teatro de la Ciudad o desde el foro de La Fábrica nos lleva a recrear los vericuetos de Ronco Pollo y el río, de San Sebastián y Santa Ana, del Tepe y el Mercado de la Cruz, de la arquitectu­ra lista ya, después de recibir su manita de gato, para lucirse ante los turistas que visitan la urbe, mientras un hombre de mediana edad alucina el deterioro futuro, la pintura que se descascara, los muros que se caen porque los adobes ya no dieron el ancho.

Intuí a Barrera como un Picasso trazando un Guernica sobre el lino del escenario. Y si bien se pueden equiparar los movimiento­s de la danza con los brochazos de un Pablo Picasso, atendiendo a las líneas luminosas de la escenograf­ía más convenient­e es pensar en un Piet Mondrian. Y sin embargo, uno no puede dejar de evocar a Gerardo Esquivel con sus cúpulas de ayer, hoy y, si escuchamos al poeta, quien sabe si de mañana.

Porque el hombre que alucina a orillas de la belleza de su amante presiente un apocalipsi­s que ya está nevando en sus barbas, a pesar de que las facciones de la bella mujer iluminan un crepúsculo que está llamando a la noche que, a su vez, llamará con el canto de un Gallo Blanco (revestido de plumas de papel no de tachones futboleros) a otro amanecer.

Sin la meta circular, sin la pelota de chico zapote, Fundaciona­l es un Juego de Pelota en el que tarde o temprano perderemos la cabeza, al tiempo que el viento, atravesand­o La Cañada, empuja un atardecer como el que vio el ciego Borges, digno preámbulo de los amaneceres que brillan a espaldas del Cerro del Zamorano.

La obra es un Juego de Pelota en el que tarde o temprano perderemos la cabeza, al tiempo que el viento empuja un atardecer.

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CORTESÍA A. NOGUERÓN Y REBECA PEREA

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