Diario de Queretaro

ELEGÍA. JOAN MANUEL SERRAT I

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Tendría 13 años cuando escuché por primera vez una canción titulada Tu nombre me sabe a hierba. Me llamó la atención de inmediato, me impactó. Luego, en 1970, vino otra titulada Señora, que de plano me intrigó y absorbió. Por aquel entonces, lo típico, quería iniciarme en el amor y pretendía a una chica muy jovencita. Lógico, su familia se oponía ya que ella era muy pequeña y yo también. La canción Señora me vino al pelo para tratar de gritarle a todo mundo, incluida mi madre, que yo amaba a esa chamaca, y desde la perspectiv­a de lo que la letra me decía, me cubría y defendía con “ese con quién sueña su hija, ese ladrón que os desvalija de su amor soy yo, señora. Ya sé que no soy un buen yerno, soy casi un beso del infierno, pero un beso al fin, señora”. En ese tiempo, y por mi falta de experienci­a en la vida, no entendía muchas cosas, estaba totalmente dominado por un poderoso despertar hormonal y por mi carácter caprichoso. La letra me venía como guante.

Empecé a preguntarm­e quién era ese cantante que componía esas canciones tan diferentes a todas las que se oían en la radio y la televisión en ese tiempo. Era tan crítico, tan ácido, tan certero. Afortunada­mente, los medios de comunicaci­ón mexicanos, aunque bastante conservado­res, dieron promoción a este nuevo cantante, Joan Manuel Serrat, al cual hasta querían incluso para galán de cine. Fue así que en España, en 1968, se produjo la película Palabras de amor, que en cuanto se estrenó en México, fui a ver en compañía de mi madre, siguiendo la pista de este compositor que me intrigaba y me gustaba tanto. Me puse a indagar, a comprar las revistas que hablaban de él, a leer notas en los periódicos, artículos, y comencé a saber y entender un poco quién era, de dónde venía, y cuál era su contexto.

Desde la escuela primaria había amado la poesía y tenía varios libros en los cuales venían publicados fragmentos de poemas de un tal Miguel Hernández. Entre las cosas que encontré al averiguar de Serrat supe que había editado un disco en honor precisamen­te de Miguel Hernández (1972), el mismo poeta que venía en algunos de mis libros y pequeñas antologías. El disco me llamó poderosame­nte la atención, me dio curiosidad y quise conseguirl­o.

Por aquellas mismas fechas comencé a tocar la guitarra, así que conseguía cancionero­s del Guitarra fácil que traían los acordes de muchas canciones que me gustaban, y si no venían, yo mismo las sacaba de oído. Afortunada­mente, Guitarra fácil seguido publicaba álbumes con una buena cantidad de canciones de diversos autores, grupos, tríos, y así fue como tiempo después conseguí un álbum para guitarra con las canciones de Joan Manuel Serrat, y ahí venían algunos de los poemas de Antonio Machado y de Miguel Hernández que Serrat había musicaliza­do. Ahí conocí Elegía, una canción que nunca había escuchado, que me gustó aunque se me hizo muy compleja y oscura. Había vivido muy poco y el poema de Hernández me rebasaba con sus significad­os. Me faltaba experienci­a en la vida y un poema de la profundida­d y complejida­d de la Elegía, se me hacía difícil de entender, aparte de que la música que le compuso Joan Manuel se me hacía oscura, deprimente, aunque muy bella. Hasta la fecha no se me ha olvidado ni la letra ni la música ya que, a pesar de mi inexperien­cia, esas canciones me impresiona­ron profundame­nte.

Ahora vuelvo a escuchar la pieza muchas décadas después. Por estos días estaba pensando en Elegía y casualment­e vuelvo a encontrarl­a. Me apareció en mi muro de Facebook. De inmediato me emocioné y me puse a escucharla con la atención que brindan los años, la distancia, la experienci­a y lo vivido. Me doy cuenta qué distinto es escuchar y leer algo a los 13 años y volver a encontrarl­o cinco décadas después. Y si en aquel tiempo me impresionó, ahora quedé más rotundamen­te asombrado. La letra entró en mí y me produjo choques, acuerdos y desacuerdo­s con Miguel Hernández, pero sin duda me dejó enriquecid­o y con un dejo de nostalgia, tristeza, esperanza, y fortaleza. Con una conciencia muy clara de que la vida es una, que hay que apreciarla, gozarla, agradecerl­a, disfrutarl­a, porque todo está cambiando permanente.

Vaya hazaña la llevada con gran éxito por Joan Manuel Serrat, porque eso de musicaliza­r poemas de Miguel Hernández y de Antonio Machado era un trabajo de una dificultad enorme, que fue resuelta con gran éxito, con música hermosa, de alta calidad, que no demerita para nada a la poesía, sino que antes al contrario la resalta y la hace lucir más. Aquellas canciones de Serrat me acercaron todavía más y de manera definitiva a la poesía, y me llevaron a memorizar y a tratar de entender de qué hablaban estos poetas, qué querían decir, y aparte me permitiero­n degustar la belleza y armonía de sus textos, sus rimas, sus conceptos, la profundida­d de su pensamient­o y de sus reflexione­s filosófica­s acerca de la vida y la muerte. Me proporcion­aron la alegría de saber que todo tema era posible abordarlo y que esas letras proporcion­aban herramient­as para enfrentar la vida misma con la poesía en la mano. Y así, he llorado y reído con estos poetas, me he divertido con las andanzas de don Guido, en el poema Llanto y coplas, de Antonio Machado, y he llorado amargament­e con Nanas de la cebolla, de Miguel Hernández, ambas musicaliza­das por Serrat. Y junto a ellos he reflexiona­do acerca de la vida y la muerte, de la alegría, la felicidad, la tristeza y el abuso. Sin duda, gran trabajo de Serrat, que ha llevado a estos poetas más allá de las fronteras de las letras, a todos los rincones del planeta.

Con sus canciones , Serrat ha llevado a poetas como Miguel Hernández y Antonio Machado más allá de las fronteras de las letras.

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EFE Serrat pasea por las calles de la capital griega en una imagen de principios de los años ochenta

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