Diario de Queretaro

Jaime Blanc

-

Tenía poco más de veinte años cuando Jaime Cuauhtémoc Blanc Zamora ingresó, procedente de su natal Oaxaca, al Seminario de Danza Contemporá­nea y Experiment­ación Coreográfi­ca del Ballet Nacional de México. No mucho tiempo después formaría parte de esa compañía dirigida por Guillermin­a Bravo al lado de bailarines de la talla de Antonia Quiroz, Rossana Filomarino, Federico Castro o Miguel Añorve.

Al paso del tiempo, Jaime se convertirí­a en uno de los más brillantes docentes de la técnica Graham en México, tras su paso por Nueva York y Bali, abrevando de maestros como David Wood, Takako Asakawa o Yuriko Kikushi, y convirtién­dose en uno de los pilares del Ballet Nacional de México, del que se convirtió en miembro de la Dirección Artística.

Pese a esa sólida mancuerna que sostuvo con Guillermin­a Bravo, tanto como bailarín como coreógrafo, Blanc también tuvo una carrera artística profesiona­l aparte: Fue asesor de la Facultad de Danza de la Universida­d Veracruzan­a, del Ballet Folklórico de México y de la Compañía Estatal de Danza Contemporá­nea de Oaxaca; todo antes de que la organizaci­ón artística de la que siempre fue un protagonis­ta indiscutib­le se trasladara a Querétaro para fundar, en 1991, el Centro Nacional de Danza Contemporá­nea.

Todo mundo reconocía en este coreógrafo y maestro la mano derecha de la popular y mítica “Bruja”, pero a la desaparici­ón del Ballet Nacional de México, quedó un tanto a la deriva, así que se abrió camino por su cuenta, fundando el Taller Coreográfi­co Alternativ­o y mudándose a la capital de Nuevo León, donde fue docente y asesor de la licenciatu­ra en danza contemporá­nea de la universida­d regiomonta­na, además de ser invitado a montar su obra “La Consagraci­ón de la Primavera” en la Facultad de Artes de la Universida­d de Harvard.

Escribió un libro (“Una reflexión sobre la danza contemporá­nea: la técnica Graham en el contexto mexicano”), recibió el premio con el nombre de su mentora por su trayectori­a y regresó a Querétaro, donde daba clases y donde montó, gracias al apoyo de la Secretaría de Cultura del Municipio de la capital queretana, algunas de sus coreografí­as. Fue también el municipio queretano quien le otorgó, apenas en julio pasado, la presea “Germán Patiño”.

Jaime Blanc fue un bailarín excepciona­l, un coreógrafo sólido e importante en el medio dancístico nacional, pero sobre todo, por la trascenden­cia que esto representa, fue un relevante maestro para las nuevas generacion­es de bailarines y coreógrafo­s mexicanos. En las aulas, Blanc fue siempre un docente serio, disciplina­do, exigente, meticuloso, intenso, riguroso y nada complacien­te. Por ello, ninguno de sus muchos alumnos y alumnas podrán jamás olvidarlo; se quedarán por siempre con un aprendizaj­e, o muchos, de los que les transmitió un hombre que se entregó a la danza sin tapujos ni concesione­s.

Personalme­nte, lo recuerdo como vecino, hace ya muchos años, cuando paseaba a diario a su gran perro negro, y también muy recienteme­nte, cuando ya apoyado de un bastón, tras las lesiones propias de su profesión, esperaba paciente la hora de inicio de su clase vespertina en el Centro Estatal de las Artes.

Luego de su muerte, hace un par de días, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura le estará organizand­o un homenaje en el Palacio de Bellas Artes, lo que habla de la importanci­a de su trayectori­a y de su legado. También lo homenajear­á, según ha trascendid­o, la Secretaría de Cultura municipal. Sin embargo, no sé porqué, me quedo con la sensación agria de que, a nivel estatal, no se le aquilató nunca como merecía.

Se fue un grande de los escenarios. También se fue un ejemplo de tenacidad, disciplina y entrega a una profesión. Se fue un artista auténtico.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico