Del racismo, el clasismo y otros demonios
Llegaron las fechas decembrinas y con ellas las famosas pastorelas, ese espectáculo navideño por excelencia el cual abarrota los espacios teatrales durante todo el fin y principio del año siguiente y que inequívocamente tiene un lugar especial en la identidad teatral y nacional de los mexicanos.
Desconozco a ciencia cierta en qué otros países latinoamericanos se mantiene esta tradición. Nací en Costa Rica, por lo que sé de primera mano que allá no existe este tipo de espectáculos, así que al llegar a México, hace unos cuantos años atrás, me resultó toda una experiencia no solamente la variedad de formas y estilos en los que se puede trabajar, sino que incluso tuve la experiencia de actuar en varios montajes.
Según Hugo Hernández en su artículo Pastorela mexicana: cuándo nació la tradición que sigue renovándose, publicado en el Sol de México: "La pastorela fue un instrumento de evangelización utilizado por los frailes para la conversión de los pobladores locales a la fe católica. La primera pastorela que se tiene registrada se tituló Adoración de los Reyes Magos y fue escrita por fray Andrés de Olmos en náhuatl, para una mayor comprensión del público".
En teoría, la historia es casi la misma en la mayoría de pastorelas: los pastores son encomendados por el ángel para que vayan a adorar al Niño Dios quien está a punto de nacer. El Diablo, al darse cuenta de esto, hará todo lo posible por evitar que los pastores realicen su tarea; por lo general sus artimañas y engaños suelen estar relacionados con los siete pecados capitales. Cuando el Diablo está a punto de ganar, el ángel aparece y lo vence, permitiendo que los pastores finalmente adoren al Niño Dios.
Esto, en términos prácticos, se traduce a que el ángel representa al bien, el Diablo al mal y los pastores a la humanidad. Ahora bien, partiendo de esta fórmula las posibilidades son infinitas, lo que permite la gran variedad de montajes que se realizan año con año.
Sin embargo, hay algo que he logrado percibir y es que generalmente cuando se personifica a los pastores (o mal llamados "indios") suele hacerse de una forma despectiva, racista y clasista, en contraposición a la figura del ángel quien suele ser representado por una persona blanca y rubia (o en su defecto, se utiliza una peluca rubia para generar dicho efecto). En una entrevista realizada al actor Tenoch Huerta él menciona: "Un día le pregunté a un amigo que trabajaba en castings por qué siempre me daban papeles de pobre, ignorante y violento" y su amigo le respondió: "Porque eres moreno".
Según la Encuesta Nacional sobre Discriminación de INEGI, en México la principal causa de discriminación es la apariencia física. "La discriminación étnicoracial es estructural porque se funda en un orden social y en una relación de poder que tienen antecedentes históricos en el país desde hace varios siglos y se reproduce de manera permanente en la sociedad, por lo que también sus efectos son estructurales", apunta Patricio Solís, investigador del Colegio de México.
Justamente, en las pastorelas muchos de los chistes que se realizan giran en torno a la apariencia "humilde" de los pastores, a su forma "ridícula y graciosa" de hablar, a su ignorancia, a su comida y a muchos otros estereotipos que giran en torno a la raza y a la clase. “Nadie está exento de reproducir patrones o estereotipos propios de la cultura donde nació y creció. Por otro lado, es propio de la comedia, y del humor en general, trabajar con clichés y estereotipos”, menciona Malena Pichot, humorista argentina.
Sin embargo, ser conscientes de esto nos permite abrir espacios para cuestionar el statu quo, característica elemental de la comedia. ¿Por qué creemos entonces que los pastores son ignorantes? ¿por qué seguimos creyendo que los conocimientos que tienen las personas del campo son menos válidos que los de una persona de ciudad? Por ejemplo, si un día mi vida dependiera de cosechar mi propio alimento sé que estaría en serios problemas porque haber estudiado actuación no me brindó ninguna herramienta para saber trabajar la tierra, sembrar o cosechar alguna planta y esto también es (o puede ser) cómico, sin embargo se siguen escogiendo zona seguras para generar la risa las cuales, lamentablemente, reproducen y subrayan violencias que se han ejercido a lo largo de mucho tiempo, el ejemplo más claro sería lo que se conoce como blackface.
Según John Strausbaugh en su libro Negro como tu, blackface, whiteface, insulto e imitacion en la cultura popular americana, el blackface se puede definir como mostrar características de una persona negra para el entretenimiento de personas blancas. Esta forma de entretenimiento data del año 1441 cuando en Portugal se presentaban personas esclavizadas africanas para el divertimento de los blancos.
Si bien es cierto la comedia parte de exagerar los vicios de sus personajes, muchos de los chistes y juegos que se proponen en las pastorelas tienen un nacimiento en elementos característicos determinados de una población (su color de piel o su forma de hablar) y no de características intrínsecas de cualquier ser humano como la posibilidad de ser glotón o vanidoso para enlazar con los pecados capitales anteriormente mencionados. Además de que muchas veces son corporalidades determinadas las que deben representar determinados personajes, se nos hace mucho más fácil imaginar y visualizar a una pastora prieta que a un ángel con dicho color de piel o incluso a un María y un José más humildes pese a que, en efecto, según la historia, ambos personajes habían nacido en lo que actualmente es Palestina y tendrían características muy alejadas del imaginario europeo que eventualmente llegó a América gracias a la conquista.
Saber de qué y por qué nos reímos no solo nos permite reflejarnos a nosotros mismos en la escena, sino también nos recuerda que la risa es política, no por nada suele ser uno de los elementos más censurados y reprimidos en dictaduras y formas de gobierno totalitarias, por lo que sostener la risa gracias a elementos racistas y clasistas no solamente es sumamente violento, sino que permite visualizar el imaginario colectivo de una nación o pueblo Y nos demuestra que es nuestra propia responsabilidad cuestionar dichos elementos que tienen su génesis en uno de los hechos más violentos de nuestra historia: la conquista, y nos obliga a pensar formas para ayudar a sanar esa herida que tenemos como pueblo americano para no seguir repitiendo esa misma violencia.
Generalmente cuando se personifica a los pastores suele hacerse de forma despectiva, racista y clasista, en contraposición a una figura del ángel quien suele ser representado por una persona blanca y rubia