‘Mamá, no soy extraterrestre’
» Para la mayoría de las familias, la revelación de que un hijo pertenece a la diversidad sexual puede ser un terremoto, el amor y la unidad son el mejor remedio para asumir sus preferencias con respeto
Cuando a Claudia Gisela Hidalgo Martínez, su hijo Saúl le confesó que era gay a los 13 años, le cayó como balde de agua fría, fue un shock que la sumió en depresión durante más de dos años, ya que imaginaba que su preferencia ponía en riesgo su vida.
“Lo primero que pensé fue que mi hijo iba a ser rechazado por todos, que iba a sufrir mucho, que la sociedad lo iba a señalar e incluso pensé que podían llegar a matarlo”.
Todo esto vino a la mente de Claudia Gisela por el recuerdo de un gay que conoció en su juventud.
“Me acuerdo de que a los gais les decían ‘jotos’, bueno, todavía algunos se refieren a ellos de esa manera, y mi recuerdo es que eran feos, viejos, chimuelos, groseros, mal comidos y que siempre los maltrataban, ese era concepto y a pesar de ser una mamá moderna pensaba que así verían y tratarían a mi hijo”.
Por todo eso, Claudia no aceptaba la confesión de Saúl, creía que estaba confundido, le recordaba que siempre había tenido novias y él contestaba: “ellas quieren, yo no, les digo que sí para que no me molesten”.
Para sacarlo de lo que ella creía que era una confusión, Claudia llevó a su hijo a todos lados, con el psicólogo, con un sacerdote y hasta con un brujo para ver si cambiaba la opinión que tenía de sí mismo.
“Hice de todo y él accedía para darme gusto, aunque siempre me afirmaba que desde que recordaba tenía gustos por las personas de su mismo sexo y recordé que él era un niño feliz y cuando descubrió que le gustaban los niños se empezó a retraer, se escondía y se encerraba”.
Claudia confesó que eso la hacía sufrir, la lastimaba y se sentía culpable.
“Yo le insistía a Saúl para que tuviera una vida normal, una familia, y me decía que no era un extraterrestre, que era normal, y que no iba a tener lo que yo quería sino lo que a él le gustaba”.
Después de la terapia, el psicólogo al que Claudia llevó a su hijo les dijo que todo estaba bien con Saúl, que debían respetarlo en la familia y dejarlo seguir su vida.
“Cuando el psicólogo me dijo eso, yo me sentía como en una película en donde gritaba y me negaba a aceptar la realidad, pero de mi boca no salían las palabras, yo decía ¿cómo que esto está bien?
Recomendaciones para enfrentar que un hijo pertenece a la diversidad sexual
• 1.- Comunicación
Es un tema clave, no se debe dar por entendido nada, hay que acercarse y hablar de lo que se está sospechando.
• 2.- Mente abierta
Para pasar el shock de la conformación se debe dar la oportunidad de reorganizarse como familia para que sea el apoyo familiar el que los lleve a tener una aceptación plena con apoyo incondicional.
• 3.- Fomentar la salud Aquí entra el bienestar emocional, físico, cognitivo, social e incluso el espiritual.
• 4.- Combatir los prejuicios y estereotipos Repensar las falsas creencias, mitos, prejuicios y estereotipos que se tienen en la familia.
• 5.- Buscar atención Buscar un grupo de apoyo o un proceso psicoterapéutico que les permita salir del shock, entrar a la aceptación y llevar a cabo una reorganización familiar.
• 6.- Brindar amor incondicional La recomendación más importante es no olvidar que la persona que está hablando de sus preferencias es su hijo y hay que quererlo de manera incondicional.
Claro que no, mi hijo tiene que enderezar su vida; también me molesté con mi esposo, porque él lo aceptó”.
Señaló que esa confirmación le dolió mucho, partió su vida, cambió completamente y se sumió en una depresión durante más de dos años.
“Saúl me pedía que no me apurara por él, me escribía cartas en las que me decía que era una persona normal y que si yo lo aceptaba sería la persona más feliz del mundo, aun cuando no lo aceptaran sus tíos, sus amigos o sus vecinos. Pero no era que no lo aceptara, sino que no quería verlo sufrir”.
Un episodio trágico en su familia llevó a la aceptación de la situación por parte de Claudia, que la llevó a enfrentarse con los parientes que rechazaban a su hijo.
Cuando Claudia aceptó por fin la preferencia de su hijo lo empezó a ver más feliz, más confiado y aunque en el camino perdieron la relación con muchos familiares, reconoce que ella también es feliz viendo a su hijo Saúl, que ahora tiene 27 años, como una persona libre, exitosa, independiente, productiva y alegre.
“Hoy puedo decir que soy orgullosamente madre de un hijo gay, trabajador, emprendedor, de un ser humano lleno de virtudes que ama la vida, a sus padres, hermanos y a toda su familia”.