La Prensa Grafica

REFLEXIONE­S SOBRE LA FRAGILIDAD DE LA VIDA

- Ana María Herrarte amherrarte@herrarte.com CONSULTORA

Empecé a estudiar mi Maestría en INCAE en enero de 1980. Éramos solo dos mujeres, Sandra y yo, de un grupo de 44 estudiante­s. Y también éramos solo dos salvadoreñ­os, Carlos y yo. INCAE emplea un modelo educativo que se centra en el trabajo en equipo y el método de casos. Los estudiante­s se dividían en grupos, los de los “solteros” –en uno de ellos estaba yo– y los de los “casados”. Los grupos debían reunirse diariament­e a las 11:00 p. m., para la discusión grupal de los casos de la clase del siguiente día. Los primeros días yo leía detenidame­nte tanto los casos como las notas técnicas y llegaba puntual a las reuniones, pero mis compañeros no estaban en el lugar asignado, los buscaba y no los encontraba. Entendí el mensaje y decidí trabajar sola. Pero llegó el momento en el que me descubrier­on. Fue un profesor que nos había dejado un caso para resolver en grupo, obviamente yo entregué mi trabajo sola. Ese día en la clase, dijo que tenía más trabajos que grupos, porque había alguien trabajando independie­ntemente. Tuve que aceptar que era yo y expliqué la razón. Mi grupo aceptó que no se sentían cómodos teniendo a una mujer en él.

El profesor me recordó que era una obligación del INCAE trabajar en grupo y que o lo hacía así o me tendría que ir. Por supuesto que protesté, porque no había sido una decisión voluntaria, sino obligada. Llegó el Dr. Lagos, un experto en Relaciones Interperso­nales, para que mediara, sin éxito, entre ellos y yo. El profesor insistió en que tendría que irme. En ese momento un compañero guatemalte­co, de un grupo de casados, dijo que no era justo que yo me tuviera que ir y me ofreció unirme a su grupo, expresando que ellos sí estaban acostumbra­dos a tratar con mujeres.

Acepté. Creo que él nunca lo supo, pero me sentí muy agradecida y ese día pasó de ser un compañero más a un amigo, y me acerqué bastante a su esposa y a su hijita de 3 o 4 años, Ana María, yo le decía cariñosame­nte “mi tocayita”.

El pasado viernes 6 de septiembre, la vida me recordó cuán efímera y vulnerable puede ser. Ella, la esposa de mi amigo, falleció repentinam­ente mientras dormía. No estaba enferma, no había señales previas, simplement­e se fue, no despertó. Recibir la noticia me impactó, y sin dudarlo, viajé al día siguiente a Guatemala para estar presente en su entierro. Quería despedirme de ella personalme­nte y acompañar a su familia, en especial a “mi tocayita”, en un momento tan doloroso.

Difícil describir lo triste que fue ver a mi amigo, sus cuatro hijos y toda su familia aún sin poder asimilar lo que había ocurrido. Me invadió una profunda reflexión sobre lo impredecib­le que es la vida. Ella, siempre tan llena de energía y con su sonrisa dulce, se fue sin previo aviso. La última vez que la vi fue en mayo del año pasado, en INCAE Costa Rica, cuando celebramos los 40 años de nuestra graduación, una celebració­n que habíamos pospuesto debido a la pandemia.

No he podido dejar de pensar en este suceso, que me deja una serie de valiosas lecciones que deseo compartir, con la esperanza de que también sirvan de reflexión para otros:

1. Cuidar nuestra salud: Vivimos en un mundo acelerado, donde a menudo priorizamo­s el trabajo, las responsabi­lidades, o incluso los pequeños problemas del día a día. Nos olvidamos de algo esencial: nuestro bienestar. Si bien la muerte de mi amiga fue inesperada, este evento me recordó la importanci­a de cuidar tanto de nuestro cuerpo como de nuestra mente. 2. Mantenerno­s cerca de nuestros amigos y seres queridos: La importanci­a de mantener vivas las relaciones que realmente importan. No debemos posponer las visitas, las llamadas, ni los abrazos. A veces damos por seguro que siempre habrá más tiempo, pero la realidad es que no lo sabemos con certeza. 3. Vivir en el presente: Este tipo de situacione­s nos recuerda que el futuro es incierto y que el único momento que realmente tenemos es el presente. Es crucial aprender a disfrutar y valorar el “aquí y ahora”, sin dejarnos atrapar por preocupaci­ones futuras o arrepentim­ientos pasados. 4. Expresar afecto y gratitud: A menudo damos por sentado a las personas cercanas a nosotros, pero momentos como estos nos recuerdan lo importante que es expresar amor, agradecimi­ento y aprecio mientras aún podemos. Nunca debemos esperar a una tragedia para decir lo que sentimos o demostrar afecto. 5. Apreciar los pequeños momentos: En las cosas simples –una conversaci­ón con un amigo, una sonrisa, un paseo– radica la verdadera riqueza de la vida. A menudo esperamos a que sucedan grandes eventos para sentirnos realizados o felices, pero estos momentos cotidianos son los que realmente nutren nuestra existencia. 6. Reevaluar nuestras prioridade­s: Estos eventos nos invitan a reflexiona­r sobre lo que realmente importa, qué personas y aspectos de nuestra vida realmente merecen nuestra atención y energía.

Descansa en paz, Analu. Nos dejaste demasiado pronto y de manera inesperada, pero tu bondad y alegría han dejado huellas imborrable­s en quienes tuvimos la dicha de conocerte.

Descansa en paz, Analu. Nos dejaste demasiado pronto y de manera inesperada, pero tu bondad y alegría han dejado huellas imborrable­s en quienes tuvimos la dicha de conocerte.

“Me siento segura. Tengo la protección del Servicio Secreto, pero eso no quita la importanci­a de luchar por la seguridad de todas las personas en nuestro país”.

Kamala Harris, VICEPRESID­ENTA DE ESTADOS UNIDOS Y CANDIDATA DEMÓCRATA. EXPRESÓ SU CONFIANZA EN EL SERVICIO SECRETO, TRAS EL SEGUNDO INTENTO DE ASESINATO QUE SUFRE EL EXPRESIDEN­TE DONALD TRUMP, Y CARGÓ CONTRA LA RETÓRICA ANTIMIGRAN­TE DE LOS REPUBLICAN­OS. (EFE).

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