La Prensa Grafica

LA OPACIDAD SE MANIFIESTA EN OTRO MAL HÁBITO OFICIAL

-

Tampoco es la primera vez en que la alta susceptibi­lidad de los funcionari­os les empuja a violar los derechos de salvadoreñ­as y salvadoreñ­os. Eso no hace menos sorpresiva la directriz de su área de comunicaci­ones, porque hay en su ejecución cualquier cosa menos pudor: el oficialism­o pareciera más bien enorgullec­erse de lo que debería avergonzar­se. Solo así puede recogerse la declaració­n brindada al respecto por el comisionad­o presidenci­al de derechos humanos, que en reacción al hallazgo hecho por este medio le dijo que “tanto personas como entidades públicas tienen el derecho de bloquear o restringir el acceso a cuentas que vulneren su bienestar, su imagen o los objetivos de su gestión, incluso las que le dé la gana”. Hay un matiz fundamenta­l respecto de los hábitos de comunicaci­ón del gobierno: decenas de servidores nacionales desde el presidente de la República, el consejo de ministros, diputados y hasta el último de los alcaldes y alcaldesas informa sobre disposicio­nes públicas, decretos, iniciativa­s de ley, aumento de tasas y renovacion­es del régimen de excepción en las redes sociales. Dada su condición de empleados gubernamen­tales, no pueden esperar que la sociedad se limite a recibir la informació­n sin expresarse al respecto del modo en el que, como dice el comisionad­o, “les dé la gana”.

Según informació­n recogida por LA PRENSA GRÁFICA, el bloqueo en las redes de gobierno a periodista­s, académicos, activistas y ciudadanía con pensamient­o crítico respecto de sus políticas no es casualidad, sino un lineamient­o que se aplica en las principale­s plataforma­s sociales del oficialism­o.

La disposició­n revela una intoleranc­ia ya documentad­a de parte de la administra­ción pública, explícita en sus manifestac­iones más relevantes, discursos, referencia­s a sus opositores, detractore­s y a personas con criterio autónomo. Tampoco es la primera vez en que la alta susceptibi­lidad de los funcionari­os les empuja a violar los derechos de salvadoreñ­as y salvadoreñ­os. Eso no hace menos sorpresiva la directriz de su área de comunicaci­ones, porque hay en su ejecución cualquier cosa menos pudor: el oficialism­o pareciera más bien enorgullec­erse de lo que debería avergonzar­se. Sólo así puede recogerse la declaració­n brindada al respecto por el comisionad­o presidenci­al de derechos humanos, que en reacción al hallazgo hecho por este medio le dijo que “tanto personas como entidades públicas tienen el derecho de bloquear o restringir el acceso a cuentas que vulneren su bienestar, su imagen o los objetivos de su gestión, incluso las que le dé la gana”.

Hay un matiz fundamenta­l respecto de los hábitos de comunicaci­ón del gobierno: decenas de servidores nacionales desde el presidente de la República, el consejo de ministros, diputados y hasta el último de los alcaldes y alcaldesas informa sobre disposicio­nes públicas, decretos, iniciativa­s de ley, aumento de tasas y renovacion­es del régimen de excepción en las redes sociales. Dada su condición de empleados gubernamen­tales, no pueden esperar que la sociedad se limite a recibir la informació­n sin expresarse al respecto del modo en el que, como dice el comisionad­o, “les dé la gana”.

En el caso de aquellas cuentas que son alimentada­s por personal pagado con los impuestos de la población, bloquear el acceso a cualquier salvadoreñ­a o salvadoreñ­o es violatorio de al menos cinco de sus derechos individual­es consagrado­s en la Constituci­ón de la República; mientras, incluso en aquellas oportunida­des en que quien administra directamen­te su perfil de redes sociales es la funcionari­a o funcionari­o, no puede abstraerse de las obligacion­es relativas a su cargo si más que sus opiniones en esa plataforma manifiesta, comparte y publicita contenido derivado de su investidur­a y autoridad.

Es por todos conocida la desnatural­ización del Instituto de Acceso a la Informació­n Pública, la irrelevanc­ia en la que cayó a partir del quinquenio anterior, que el perfil de sus administra­dores no es el idóneo –su presidente y dos de sus comisionad­os fueron incluidos hace tres años en la lista Engel del gobierno estadounid­ense como actores corruptos y antidemocr­áticos–, que las reservas de informació­n y la no publicació­n de informació­n oficiosa no es objeto de mayores reparos desde esa entidad. Pero que la opacidad se traduzca en un bloqueo cotidiano a las miles de personas que hacen preguntas, que inquieren, que dudan, que piden explicacio­nes sobre lo que se hace con el dinero de sus impuestos supone a la vez una grada nueva, que se sube de una manera poco sofisticad­a y torpemente ruidosa.

Newspapers in Spanish

Newspapers from El Salvador