La Prensa Grafica

SER SAL Y LUZ PARA LOS DEMÁS

- Rutilio Silvestri rsilvestri­r@gmail.com COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

Una de las principale­s misiones que tiene el cristiano es ser sal y luz para el mundo. Recordemos lo que es capaz de hacer Dios en la vida de las personas.

No hay que buscar las seguridade­s artificial­es sino a tener como objetivo el anuncio del Evangelio que es decisivo.

En Jesús se cumple todo lo que ha sido prometido; y por esto Él es la plenitud. En Jesús no hay un no: siempre sí, por la gloria del Padre. Pero también nosotros participam­os de este sí de Jesús, porque Él nos ha conferido la unción, que recibimos en los sacramento­s del Bautismo y la Confirmaci­ón, nos ha puesto el sello, nos ha dado el depósito del Espíritu Santo.

Nosotros participam­os porque somos ungidos, sellados y tenemos en la mano la seguridad. El Espíritu Santo que nos llevará al sí definitivo, también a nuestra plenitud. También, el mismo Espíritu Santo nos ayudará a ser luz y sal; es decir, el Espíritu Santo que nos lleva al testimonio cristiano.

El testimonio cristiano es sal y luz. Luz para iluminar, y quien escondiera la luz haría un testimonio negativo. Tiene luz, pero no la dona, no la hace ver y si no la hacer ver no glorifica al Padre que está en los cielos. Y tiene la sal, pero la toma para sí mismo y no la dona para que se evite la corrupción.

Así, lo superfluo proviene del maligno y, al contrario, la actitud de la seguridad y del testimonio es lo que el

Señor ha confiado a la Iglesia y a todos nosotros los bautizados.

Seguridad en la plenitud de las promesas en Cristo: en Cristo todo se ha cumplido. Testimonio hacia los demás; don recibido de Dios en Cristo, que nos ha dado la unción del Espíritu Santo por el testimonio.

Y esto es ser cristiano: iluminar, ayudar a que el mensaje y las personas no se corrompan, como hace la sal; pero si se esconden, la luz y la sal se convierten en insípidas, sin fuerza, se debilitan. El testimonio será débil. Pero esto sucede cuando yo no acepto la unción, no acepto el sello, no acepto ese depósito del Espíritu Santo que está en mí. Y esto se hace cuando no acepto el sí en Jesucristo.

La propuesta cristiana es decisiva y hermosa, y da mucha esperanza. ¿Yo soy luz –podemos preguntarn­os– para los otros?, ¿soy sal para los demás que da sabor, la vida y la defiende de la corrupción?

Cuando una persona está llena de luz, decimos que es una persona que está iluminada. Esto nos puede ayudar a entenderlo.

Pidamos esta gracia de estar aferrados, radicados en la plenitud de las promesas en Cristo Jesús que es sí, totalmente sí, es llevar esta plenitud con la sal y la luz de nuestro testimonio a los otros para dar gloria al Padre que está en los cielos.

Nuestra Madre, la Virgen Santísima, nos ayudará, a ser esa sal y esa luz entre las personas que nos rodean y en el mundo entero porque Ella todo lo puede conseguir de Su Hijo, como consiguió en las Bodas de Caná la conversión del agua en el mejor vino.

El testimonio cristiano es sal y luz. Luz para iluminar, y quien escondiera la luz haría un testimonio negativo.

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