LAS COLUMNAS LITERARIAS
La revista cultural Letras Libres dedicó su número de agosto de este año a los clásicos de la columna literaria. La revista, que se publica tanto en México como en España, y que está disponible de manera gratuita en internet, reúne diferentes artículos que destacan la labor de varios escritores para quienes este género es parte esencial de su trayectoria.
El texto de presentación se refiere a la columna personal como un texto a caballo entre el periodismo y la literatura, que es visto a menudo como un género menor, o también como “una intromisión del no especialista en la imperiosa actualidad o, en el peor de los casos, (como) un mero ejercicio narcisista”.
Es posible que la actual saturación de publicaciones, sobre todo electrónicas, hagan pensar que la columna es un tipo de escritura sin mayor mérito y que cualquiera puede ejecutarla. Sin embargo, la columna periodística tiene varias características que la convierten en un espacio de valor que trasciende lo coyuntural.
Quien redacta una columna tiene siempre dos grandes retos a superar: la limitación de palabras y una fecha de entrega ineludible. El ejercicio de escribir un texto más bien breve obliga a tener la capacidad para resumir un planteamiento, desarrollarlo y razonarlo de manera que un lector pueda comprender lo que el escritor desea transmitir. Esto significa priorizar algunos planteamientos sobre otros, pero, sobre todo, tener muy definida la idea principal del texto.
La redacción debe ser clara, porque al publicarse en periódico, el rango de lectores es impredecible y todos deben ser capaces de entenderlo. La columna será leída por personas de diferentes edades y procedencias sociales, de nivel educativo e ideologías muy diferentes y hasta opuestas a las del columnista. Eso obliga a ser respetuoso, aunque pueden usarse herramientas como el humor y la ironía para sustentar un punto.
La columna puede abordar diferentes temas de opinión. Por lo general, pensamos que se limita a lo político y lo económico, quizás porque nuestros medios de comunicación están saturados por dichos abordajes. Pero el espacio de la opinión puede ampliarse a lo cultural, lo personal e incluso temas como los viajes, las reseñas de libros, las críticas de cine o eventos culturales, consejos de diversa índole, etcétera. En ese sentido, es un espacio que enriquece los materiales que se incluyen en una publicación.
Se estima que las primeras columnas de opinión aparecieron como una de las secciones regulares en los periódicos, cuando estos comenzaron a aparecer de manera regular. La idea era incluir la opinión de personas no relacionadas con el periodismo sobre temas cotidianos de alcance general. Para los escritores, este tipo de espacio se convirtió no solamente en una fuente de ingresos, sino también en una manera de producir un tipo de escritura inmediata y regular, que no tuviera esperas más largas para su publicación, algo característico de la producción de libros.
Entre los columnistas que destaca la mencionada edición de Letras Libres está la escritora polaca Wislawa Szymborska, Premio Nobel de Literatura en 1996, quien publicó durante treinta años una columna llamada “Lecturas no obligatorias”. El espacio surgió cuando se le propuso escribir reseñas de libros, pero la idea no le era atractiva hasta que encontró cómo aprovechar la propuesta y darle su propio giro. Comenzó a reseñar libros no literarios, de los que nadie se solía ocupar, como guías de viaje, recetarios de cocina, libros de historia o muestrarios de aves, por ejemplo. Dichos libros se convirtieron en un detonante para todo tipo de reflexiones por parte de Szymborska.
La falta de reglas exactas acerca de la escritura de columnas ha permitido que algunos escritores lo conviertan en un espacio diverso que refleja su pensamiento, experiencias personales o textos experimentales, como lo hizo la escritora brasileña Clarice Lispector. Otra columnista destacada fue la escritora italiana Natalia Ginzburg, quien en sus textos habló de cine, política, feminidad, poesía y de sus amigos escritores.
Pete Hamill, Rosario Castellanos, Dubravka Ugresic, Gonzalo Torrente Ballester, Jorge Ibargüengoitia y Dorothy Parker son algunos escritores más, cuya labor como columnistas es destacada en la edición de Letras Libres.
Como alguien que lleva escribiendo columnas desde hace más de 25 años, en diversos periódicos de Nicaragua, Costa Rica y El Salvador, puedo decir que ha sido una gran escuela, porque se aprende a definir un tema de manera regular, desarrollarlo y, finalmente, redactarlo de acuerdo con el número de palabras asignado y con una fecha de entrega inaplazable.
De hecho, he utilizado la escritura de columnas como un ejercicio de escritura en mis talleres literarios, con los mismos elementos de la limitación de espacio, porque para un narrador eso obliga a desarrollar una apreciación por cada una de las palabras que utilizará en su texto y le obliga a revisar sus construcciones gramaticales para saber cómo decir con 5 palabras lo que ha redactado con 11.
Eso también me ha convertido en lectora de este género y todo lo relacionado con su escritura. Disfruto muchísimo las columnas de la periodista argentina Leila Guerriero, por la manera que tiene de escribir sobre lo cotidiano, sobre recuerdos y cosas que ve o experimenta, aunque también incluye comentario social o político. El libro Teoría de la gravedad reúne varias de sus columnas, un libro altamente recomendable.
Debido a que estamos desbordados por la escritura de opinión, la cual recibimos no solo en revistas y periódicos, sino también en redes sociales, la columna literaria puede pasar desapercibida y hasta ser menospreciada. Pero, en las manos correctas, una columna puede convertirse en literatura. No en vano, al examinar la bibliografía de los escritores mencionados, encontraremos libros que recopilan sus columnas y artículos.
Al igual que con los libros, no a todos nos gustarán los mismos columnistas. Por suerte, la inmensa variedad de estilos y temas que los mismos exploran hoy en día nos permitirá encontrar a más de alguno que nos hable directamente y cuya opinión nos represente en la gran torre de Babel que es nuestro mundo.
El ejercicio de escribir un texto más bien breve obliga a tener la capacidad para resumir un planteamiento, desarrollarlo y razonarlo de manera que un lector pueda comprender lo que el escritor desea transmitir.