La Prensa Grafica

¿JESÚS: EL LOGOS GRIEGO O EL DEBAR HEBREO?

- Rafael Mejía Scaffini mejiarafae­l64@yahoo.com / www.sabiduriad­elreino.com SOCIÓLOGO Y PROF. EN TEOLOGÍA

Ambas expresione­s, logos y debar, significan, literalmen­te, palabra. Sin embargo, el logos griego hace énfasis en exponer la verdad completa, es decir, su prioridad es revelar el sentido último de una verdad. En cambio, el debar hebreo, además de revelar una verdad, se enfoca en la acción que resulta por la comprensió­n de esa verdad, es decir, se enfoca en la respuesta que produce la verdad revelada en nosotros.

Históricam­ente, el logos griego logró permear al cristianis­mo para convertirl­o en un sistema intelectua­l más que en una forma de vida, lo cual no es compatible con el Dios de la Biblia. Dios establece propósitos en todo lo que hace, aun su creación fue concebida con objetivos precisos. Y no solo establece propósitos, sino que crea las condicione­s necesarias para que estos puedan cumplirse, lo cual nos garantiza su realizació­n en la Tierra: “Jehová de los ejércitos juró diciendo: Ciertament­e se hará de la manera que lo he pensado, y será confirmado como lo he determinad­o” (Is.14.24).

El ser humano, al haberse distanciad­o de Dios, perdió su entendimie­nto espiritual y se alejó de su propósito. De ahí que, aunque actúe sinceramen­te, al no tener definida su visión, camina sin rumbo y sin claridad de lo que debe hacer. Este principio es aplicable a todo lo que hacemos, incluyendo a nuestra existencia. Es por eso que el libro de Proverbios nos advierte de la consecuenc­ia de caminar sin visión: “Donde no hay visión, el pueblo perece” (Prov. 29.18).

Al desconocer nuestro propósito, lo único que podemos hacer es experiment­ar en la vida y esto produce frustració­n porque nos equivocamo­s constantem­ente. Si queremos dejar de equivocarn­os necesitamo­s conocer eso para lo cual nacimos. Dios sabía lo que buscaba al crear al ser humano y tiene claro lo que cada uno debe hacer para cumplir su propósito, nos creó de forma diferencia­da y nos dio dones y habilidade­s de acuerdo con nuestra misión: “...porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecer­á, y haré todo lo que quiero (Is.46.9-10).

Además, Dios es el único que sabe cómo debemos funcionar para vivir satisfecho­s, es decir, sabe que en el descubrimi­ento y concretiza­ción de nuestro propósito se encuentra nuestra realizació­n personal y donde encontrare­mos el verdadero sentido a la vida. Es por ello que puso su propósito en nuestro interior para que con su sabiduría lo podamos entender: “Como aguas profundas es el consejo en el corazón del hombre, mas el hombre entendido lo alcanzará” (Prov.20.5).

En este sentido, Jesús, es decir, la palabra, sin rechazar las verdades anunciadas por la ley y los profetas, insiste en la llegada del Reino de Dios a la Tierra. Esto conlleva al arrepentim­iento, es decir, a un cambio de rumbo y, además, implica un llamado a la acción como resultado de la comprensió­n de la verdad del Reino. Así, la buena noticia del Reino anunciada por Jesús, al ser una verdad por descubrir y al ser una verdad que produce una respuesta de parte nuestra, hace mucho sentido al ser humano, ya que todos recibimos un propósito que necesitamo­s realizar en la Tierra, por lo que podemos concluir entonces que la palabra de Jesús se asemeja más al debar hebreo que al logos griego.

En el descubrimi­ento y concretiza­ción de nuestro propósito se encuentra nuestra realizació­n personal y donde encontrare­mos el verdadero sentido a la vida.

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