EN LAS SOCIEDADES DEL ACTUAL PRESENTE, EL HABER ARRIBADO A LO QUE SE CONOCE COMO “TERCERA EDAD” ES A LA VEZ UN TRIUNFO Y UNA SENTENCIA
Se vive, en todos los tiempos y lugares, dentro de un flujo de circunstancias que nunca cesa, aunque el dinamismo de la evolución traiga novedades a cada paso y en cada ambiente. Desde luego, hay también una línea de progreso que no cesa; y las etapas sucesivas de la evolución antes mencionada marcan el vivir de los seres humanos en las más variadas latitudes. Lo que nos toca a los que estamos aquí es, con independencia de la condición social y de las capacidades económicas respectivas, ubicarnos en nuestro tiempo, tomando conciencia de inmediato de lo que son las realidades que nos tocan en todos los órdenes, para así poder encarar los desafíos y aprovechar las oportunidades que se nos van presentando a cada momento. Las cosas cambian sin tregua, porque la vida es así, y eso lo vemos en nuestro propio devenir. Por ejemplo, en la edad. El alza de la ciencia permite que vivamos más y mejor; pero a la par hay nuevos afanes de supervivencia. Para el caso, lo que se conoce como “tercera edad” es hoy un reto de salud y una prueba de integración. La “gente mayor” va subiendo en la escala de la supervivencia, y eso exige tener a disposición los auxilios médicos consecuentes y contar con los cuidados cotidianos que hagan llevadera la vida personal. Cada vez con más frecuencia el descuido y el abandono se vuelven amenazas crecientemente riesgosas, porque las dispersiones de toda índole son una de las características más notorias del presente. Llegar a la “tercera edad” no sólo es cumplir años de manera acumulativa, sino incorporarse a un nivel permanencia en el que el clima de despedida es el que rige la cotidianidad de cada quien. Despedida que no tiene que ser angustiosa y lamentable, aunque inevitablemente tiende a ir impregnada de nostalgia según la personalidad de cada uno. Pese a que es mucho más fácil decirlo que experimentarlo, hay que encarar dicha realidad de la mejor manera que sea posible, a fin de aprovechar el conocimiento acumulado y la visión ganada para que cada día esté más cerca del ideal factible. A los que ya estamos incorporados a la “tercera edad” nos es mucho más imperioso tomar conciencia analítica de toda esta fenomenología, para poder así encarar y encajar los hechos dentro de un ejercicio de realidades a las que debemos responder por obra de las circunstancias pertinentes. Esa “tercera edad” tiene también una misión reveladora: nos enseña cómo ir cerrando cuentas con la vida en forma sincera y constructiva. No sabemos qué vendrá después, porque lo único que sabemos es que un ciclo concluye y que el más allá de tal ciclo admite todas las posibilidades, desde las más ciegas hasta las más esperanzadas. En algún momento, cada vez más cercano, llegaremos al fin de la existencia tal como ahora la experimentamos: ¿Y después? Esa es en cualquier caso la pregunta del millón.