VISITACIÓN E INVASIÓN, DOS EVENTOS PREVIOS A LA PARUSÍA
El profeta Ezequiel habló sobre los eventos del final de los tiempos entre 573 y 571 a. de C. En una de sus visiones observa un valle con muchos huesos secos los cuales, por instrucción de Dios, llama a juntarse cada uno con sus tendones hasta que toman forma humana; sin embargo, no tenían Espíritu, por lo que Dios instruye nuevamente al profeta de soplar el Espíritu sobre esos cuerpos (Ez. 37.9).
Esta profecía, como otras de este tipo, hace referencia a la restauración nacional de Israel; sin embargo, su cumplimiento se realiza en dos momentos históricos. Por algunos detalles de la profecía y algunos eventos ocurridos, se puede sostener que su primer cumplimiento sucede en 536 a. de C. cuando el imperio medo-persa autoriza a Israel a regresar a Jerusalén para reconstruir la ciudad y el templo, después de haber pasado 70 años cautivo en Babilonia.
Una vez en Jerusalén, Dios cumple la segunda parte de la promesa enviándole a los profetas Ageo y Zacarías y, más tarde, al escriba Esdras y al gobernador Nehemías, quienes con su llegada produjeron varios avivamientos que animaron a los judíos para reconstruir su ciudad y su templo. Este primer cumplimiento fue solo una muestra de un evento de mayores dimensiones. ¿Por qué?
La profecía hace referencia a un ejército grande en extremo (v.10) y los judíos que regresaron desde Babilonia a Jerusalén en 536 a. de C. amparados bajo el edicto del rey Ciro fueron alrededor de 50,000 personas. Por otro lado, la profecía es clara cuando establece que Dios los haría regresar desde todas las naciones (Ez. 36.24) lo que implica un retorno producto de una dispersión mundial.
Así, la llegada a Israel, en las últimas décadas, de cientos de miles de judíos provenientes de todas partes del mundo, significa el cumplimiento definitivo de la primera parte de la profecía, quedando pendiente la segunda parte, es decir, una visitación del Espíritu de Dios o un gran avivamiento para Israel, lo cual permitiría que sus ojos sean abiertos, puedan reconocer al mesías y sean llenos del Espíritu de vida, convirtiéndose en los más grandes evangelistas del mundo. De esta forma lo entendía y esperaba Pablo: “Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos?” (Ro.11.15).
Asimismo, Ezequiel profetiza acerca de una coalición de naciones que se prepara para invadir Israel. Algunas de estas son identificables a partir de la profecía: Put (Libia), Cus (región de Egipto, Etiopía, Sudán y Somalia), Persia (Irán), Togarma (Georgia), otras que son más difícil de identificar: “Vendrás de tu lugar, de las regiones del norte, tú y muchos pueblos contigo, todos ellos a caballo, gran multitud y poderoso ejército, y subirás contra mi pueblo Israel...” (Ez.38.15-16).
Israel seguramente no podría hacer frente a una invasión de tal envergadura y muchos posiblemente perecerán. Pero en medio de estos acontecimientos, Dios interviene por medio de lo que se conoce como la parusía, es decir, el regreso de Cristo a la Tierra, tal como lo anunció el profeta Zacarías en 520 a. de C.: “Y en aquel día yo procuraré destruir a todas las naciones que vinieren contra Jerusalén. Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito” (Za.12.9-10).
...Es decir, el regreso de Cristo a la Tierra, tal como lo anunció el profeta Zacarías en 520 a. de C.