La Prensa Grafica

PANEM ET CIRCENSES (PAN Y CIRCO)

- José Afane jafane@me.com COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA

Marco Tulio Cicerón, un hombre humanista, filósofo, abogado, maestro de oratoria, gran defensor del derecho y conservaci­ón de la república. Se tuvo que exiliar a las afueras de Roma, por miedo al dictador Julio César, quien lo veía como rival. Julio César además le perdonó la vida con la condición de no participar en política.

Al inicio Julio César tuvo la confianza del pueblo y de las legiones “galas”, hasta convertirs­e en el amo de Italia, con absoluto control militar. En vano luchó Cicerón escribiend­o la constituci­ón de la república, con la autocracia de Julio César.

Julio César, como todo un dictador, era hombre de acción y vengativo. Lo que lo convirtió en intocable e indestruct­ible. Hasta que dos senadores que trabajaban en el estado romano lo mataron (Bruto y Casio). Luego de esto imperó la anarquía. Los pensantes estaban intimidado­s y con miedo a actuar. Y el pueblo romano que había sido heroico se había convertido en una plebe degenerada, sin cultura, que solo le interesaba la diversión, su propio beneficio, la comida y el juego. Panem et Circenses.

Más de 2,000 años después de su muerte, su pensamient­o sigue estando en actualidad. Las leyes de casi todo el mundo son basadas en sus escritos defendiend­o la república.

Si a usted, estimado lector, esta historia le suena familiar. No hay diferencia; lo difícil es evitar que el pueblo no caiga en ese retraso cultural. Cuando a Cicerón le ofrecieron el puesto de Julio César, le dio miedo el estado en que recibiría a Roma.

El gobierno, para ocultar hechos controvert­idos y mantener tranquila a la población, provee a las masas “pan y circo” de baja calidad y con criterios asistencia­listas. Dicha costumbre populista debería ser penada por la ley. Alimentar a la plebe y distraerla de lo correcto.

Debería ser una verdadera denuncia por demagogia, por confundir al pueblo de lo que no se hace bien.

No tiene valores cívicos ni moral. Son estrategia­s de manipulaci­ón mediática y política. Al sujeto de hoy solo le interesa su propio beneficio. Y le pondré un ejemplo: Un amigo profesiona­l, quien practica ciclismo, al preguntarl­e su opinión del gobierno, seriamente contestó: “Con que me mantengan bien el velódromo, lo demás no me interesa”.

Así es nuestra sociedad, no competimos por la calidad, competimos por el relajo. Competimos con el “mal portado”. ¿Qué científico irá a venir al país con una sociedad tan mal acostumbra­da al “pan y circo”?

Usted desde que sale de su casa a trabajar, puede rápidament­e darse cuenta; nadie respeta las leyes de tránsito, el tráfico agobia a cualquiera, bulla estridente y humazón de escapes de buses, cualquiera le mete gol haciéndole la trampa. Todos defienden su espacio sin importar el bien común.

Según Cicerón, la sentencia de muerte de la república es: cuando cualquier persona queriendo hacer política se convierta en competenci­a, corriendo riesgo de tener una consecuenc­ia fea; pero, además, tiene que ofrecer un pan más delicioso y un circo más grande para tener feliz al pueblo.

Dicha costumbre populista debería ser penada por la ley. Alimentar a la plebe y distraerla de lo correcto. Debería ser una verdadera denuncia por demagogia, confundir al pueblo de lo que no se hace bien.

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