¿LA DERECHA CERCA DEL PODER, POR QUÉ Y PARA QUE?
El editorial de LPG “Un vehículo idóneo para la derecha tradicional” (3/15/24) hace un análisis muy interesante de las tensiones que existen en la derecha tradicional (creo que se refiere a la derecha que concentra la mayoría del poder económico) sobre el acercarse al poder (asumo al poder político), y cuya publicación nos sorprendió a varios. Editoriales como ese abren un debate sano, base de la democracia. En él se realizan afirmaciones cuya discusión mas amplia valdría la pena. Sin embargo, en esta columna me focalizaré en ¿por qué y para qué a la derecha le debería interesar estar cerca del poder político? Son cuatro los principios generales más importantes que considero, desde su perspectiva, deben tener en cuenta para responder a esa pregunta:
La empresa privada necesita el libre mercado como base para ser parte del motor de desarrollo económico del país y para su propio interés. Las prácticas monopólicas, la falta de transparencia y la corrupción no les son favorables. Esas prácticas pueden beneficiar a unos pocos en el corto plazo, pero no a la mayoría. Si las empresas no pueden desarrollar una base amplia de clientes, muchos negocios no pueden crecer y progresar. Si no existen reglas claras que se cumplan, los mercados no funcionan eficientemente. La derecha cree en la democracia, de la cual parte esencial es la libertad de expresión, y el respeto a la Constitución y a las leyes de la República. Si no se respeta ese orden jurídico todos, incluyendo los empresarios, pagan el precio.
La necesidad de un desarrollo inclusivo: La historia, especialmente la de las últimas décadas, indica que la exclusión, reflejada en nuestro país sobre todo en la pobreza, lleva a la erosión del orden público, a la violencia y a disturbios sociales. Con medidas represivas o ilegales –mano dura, estado de excepción, pactos secretos con pandillas– se puede paliar la violencia, pero solo la reducción de la pobreza será solución a largo plazo, y asegurará estabilidad y el clima necesario para la inversión. La guerra civil es un ejemplo de lo anterior; fue el desarrollo de un Estado que servía solo a unos pocos, un Estado no democrático, lo que nos llevó a ella.
El Estado es necesario: Los mercados, la lucha contra la pobreza, el potencializar polos de desarrollo, la paz social, la eficiencia de las empresas, necesitan del Estado. La provisión y justa distribución de recursos para el buen y eficiente funcionamiento de los mercados necesita de un Estado que garantice y promueva su distribución equitativa. La intervención del Estado es necesaria para corregir las fallas del mercado, para asegurar la libre y justa competencia y garantizar la paz social. Solo un Estado transparente puede reducir los costos adicionales de la corrupción, crear las condiciones para que las empresas puedan funcionar de manera eficiente, y por lo tanto beneficiar al consumidor.
La ética y los principios: La gran mayoría de los gobernantes y grandes empresarios han dejado de considerar los principios éticos y valores que como sociedad deberíamos tener y que se reflejan en nuestras creencias y en nuestra Constitución. Sin embargo, si no volvemos a ellos como la base de nuestro desarrollo, no lograremos “la consecución de la justicia, de la seguridad jurídica y del bien común” (art. 1 de la Constitución). Para ello la Constitución establece, entre otros principios, que “todas las personas son iguales ante la ley”; “toda persona es libre”; “toda persona puede expresar y difundir libremente sus pensamientos”; “el orden económico debe responder esencialmente a principios de justicia social”. El respeto a estos principios, como mínimo, es lo que la derecha y la empresa privada debería tener en cuenta al valorar y decidir sobre su cercanía al poder político. Si no los incorporan en sus decisiones, podrá pasar lo que escribió Martin Niemoller en la época del nazismo, con alguna adaptación propia dado nuestro contexto:
Primero vinieron por los socialistas, y guardé silencio porque no era socialista.
Luego vinieron por los defensores de los derechos humanos, y no hablé porque no era defensor de derechos humanos.
Luego vinieron por todo el que era de oposición y no dije nada porque no era de oposición.
Luego vinieron por mí, y para entonces ya no quedaba nadie que hablara en mi nombre.