DEL AMOR Y DERECHO
Conmemorando este San Valentín, en muchas ocasiones he tenido constantes reflexiones relativas al amor y su relación con el derecho. Especialmente cuando se logra divisar muchas de las nociones que aluden al amor en el derecho familiar, al cual le he dedicado muchísima de mi experiencia profesional últimamente.
Amar es una de las manifestaciones humanas más latentes, observables y abordables en el derecho desde muchas perspectivas y materias.
Podemos observar cómo la legislación penal tiene la tendencia de establecer excusas absolutorias que pueden disminuir la cuantía de las penas, eximir de responsabilidad penal o incluso agravar la pena cuando un tipo penal ha sido cometido en contra de algún consanguíneo o al cónyuge.
Misma situación encontramos en el derecho especializado en la niñez y la adolescencia. Es constantemente contemplado en la doctrina y la jurisprudencia que el amor es un derecho –a veces expresado como “cariño”– que tienen los niños, niñas y adolescentes dentro de su círculo familiar. Cuestión que es muy valorada por los jueces para determinar los núcleos familiares en los cuales deberá ser cuidada una persona en su plena etapa de crecimiento.
En el derecho familiar, también se puede lograr constatar directamente cómo incluso una persona puede ser indemnizada cuando existe un quebrantamiento en los deberes del matrimonio. Más aún cuando ha existido una infidelidad, y es que este capítulo de la vida humana encuentra un alto nivel de afectaciones cuando se ve alterada por terceros que no han respetado la promesa que los cónyuges se hacen en su toma de votos matrimoniales, que en esencia se basa en el amor de uno por el otro.
La reparación en estos casos suele entenderse como aquella manifestación que busca “resarcir” el daño por infidelidad, irrespeto o falta de consideración o cuidado en los deberes del matrimonio. No obstante, de manera material lo que existe es un rompimiento amoroso que ha llegado a su punto más álgido de inflexión, en el que debe repararse un “corazón roto”.
Hay una noción a la cual me referiré que jamás he visto desarrollada en los textos que he tenido a la vista y que me parece muy lógica y atendible. Dentro del derecho existe una protección del bien jurídico vida cuando una persona es inducida al suicidio. La inducción al suicidio implica que una persona ha llevado a otra –especialmente con un vínculo afectivo– a un punto de rompimiento tan grande de su autopercepción, autoconcepto y autoestima que logra hacer que una persona no le vea más propósito a la vida pudiendo tener como única escapatoria el suicidio, bajo esa idea podemos preguntarnos ¿perdió la persona inducida al suicidio su amor propio?
Esta visión sí tiene un relativo asidero constitucional en cuanto a que la persona tiene derecho a que no se violente su propia imagen, entre ella desde un factor externo e interno. En fin, podría estudiarse cada caso concreto y determinar si la víctima ha llegado a un punto tan bajo de amor por sí misma inducido por otra persona que incluso requiera una pena de prisión.
Las manifestaciones de un derecho a “amar” realmente han sido tan variadas que ha sido alcanzado por muchas legislaciones en el mundo. A veces como un amor a la patria, amor de los niños, la sociedad, etcétera. Incluso es dable dicha característica a la actividad animal, en la que las mascotas a pesar de que se les suele considerar como instintivas, sienten “algo” por sus dueños.
Amar es realmente la capacidad que tiene el ser humano de poder anhelar, soñar, actuar y vivir con alguien o en su defecto un algo.
Amar implica tener libertad de poder dedicarse a cualquier actividad que implique atención y dedicación a aquella por la que por cualquier razón de la anatomía o la psicología se despiertan emociones y sentimientos que son observables físicamente. Sea este de cualquier origen, sexo, ideología, religión, género o cualquier otra condición.
La reparación del amor sí es atendible si se observa cómo el daño moral se encarga de reparar los daños a los sentimientos. Los sentimientos siendo conceptos absolutamente abstractos deben tener algún lugar importante en las ciencias jurídicas para que los legisladores estimen adecuado que exista una reparación, ¿entonces si el amor es un sentimiento que puede ser reparado, es posible que podamos afirmar que es un derecho?
A consideración del suscrito las distintas manifestaciones del amor son atendibles a las características de un derecho a amar; puesto que todo bien jurídico que tenga tantas formas de ser protegido y abordado por las ciencias jurídicas debe tener “ese algo” que lo vuelva exigible, reparable y por ende un derecho.
Amemos libres y amemos en derecho.
En el derecho familiar, también se puede lograr constatar directamente cómo incluso una persona puede ser indemnizada cuando existe un quebrantamiento en los deberes del matrimonio.