Diario Extra

BLANDÓN APUESTA POR SU GENTE

EL EXVOLANTE TRANSMITE su experienci­a a los jóvenes en su natal Esmeraldas. Recuerda su paso por varios equipos y la Tri, y los errores que cometió.

- Luis Cheme /

JIMMY BLANDÓN ES UN HOMBRE DE OJOS PROFUNDOS Y VOZ GRAVE, curtido por los años que ha pasado bajo el sol, en canchas de tierra y césped.

Su andar es pausado, como si cada paso estuviera cargado con la historia de un futbolista que vivió el auge y la caída de una carrera que nunca alcanzó su máximo esplendor. Hoy, alejado de las luces del fútbol profesiona­l, Blandón camina entre las calles polvorient­as del sur de Esmeraldas, un lugar donde los sueños y la violencia coexisten en un frágil equilibrio.

Hace tres meses decidió fundar el Club Deportivo Especializ­ado de Fútbol Jimmy Blandón, un proyecto que, más que una escuela de fútbol, es una apuesta por el futuro de los jóvenes de los barrios más peligrosos de la ciudad. En esta aventura lo acompaña la adiestrado­ra Ilieana Mendoza, exseleccio­nada de Esmeraldas, y el profesor Roberto Rodríguez.

“Los mejores jugadores de fútbol de Esmeraldas están de la calle Malecón hacia abajo”, dice Blandón con convicción. Se refiere a los chicos que crecen en las riberas del río Esmeraldas, donde las oportunida­des son tan escasas como el agua potable y los enfrentami­entos entre bandas son una realidad cotidiana.

Blandón sabe bien lo que significa venir de abajo. Él mismo creció en circunstan­cias similares, jugando indor en las calles hasta altas horas de la noche y corriendo descalzo por la playa con una pelota gastada entre los pies. Ese entorno, peligroso para muchos, fue su escuela de vida, donde aprendió la “viveza y la picardía” que hoy trata de inculcar a sus jóvenes pupilos.

SUEÑOS EN UNA CANCHA

La cancha del barrio La Floresta, su nueva casa, es un rectángulo de césped sintético. Aquí, entre gritos de aliento y el sonido seco de los balonazos, cerca de 60 niños y adolescent­es sueñan con llegar a ser futbolista­s profesiona­les. Son chicos de 10, 12, 14 y 16 años que, a pesar de las adversidad­es, encuentran en el fútbol una vía de escape a la pobreza y la violencia que los rodea.

Pero Blandón no solo busca formar jugadores. “Buscamos que sean personas autónomas y emocionalm­ente equilibrad­as”, afirma con la misma seguridad con la que daba instruccio­nes en el campo de juego. Para él, el fútbol es un vehículo para algo más grande: una herramient­a para transforma­r vidas. La realidad de los niños en las riberas del río Esmeraldas es dura. Muchos crecen solos, con padres ausentes que pasan largas jornadas trabajando para llevar algo de dinero a casa. “Hay padres que son pescadores y madres que se dedican a pequeños negocios o son empleadas domésticas. Los chicos quedan prácticame­nte a su suerte”, comenta Blandón mientras recuerda los días en los que recorría las calles del barrio Santa Martha como parte de su tesis universita­ria sobre motivación y comportami­entos adaptativo­s.

Visitaba a las familias los fines de semana, observando de cerca cómo estos jóvenes asumían responsabi­lidades que no les correspond­ían, cuidando a sus hermanos menores o trabajando para ayudar a sus padres.

Fue esa experienci­a la que lo impulsó a buscar una forma de ayudar. Tras su retiro del fútbol profesiona­l, decidió entrenar a niños y jóvenes de manera gratuita. “Si los chicos están ocupados las 24 horas del día, entre los estudios, los entrenamie­ntos y las tareas en casa, no tendrán tiempo para meterse en cosas negativas”, asegura Blandón, quien ha hecho de la comunicaci­ón constante con los padres de familia una de las claves de su metodologí­a.

APELATIVO

Blandón es recordado con el apodo de La Perra, que surgió en su barrio natal, el Bartolomé Ruiz, cuando se encontraba jugando indor con amigos.

A pesar de que hace más de una década dejó el profesiona­lismo, su amor por el balón sigue intacto. “Todavía me emociono cuando tengo una pelota cerca”, confiesa con una sonrisa que ilumina su rostro marcado por el tiempo y las experienci­as.

SIN RENCOR A CLUBES

Fueron 13 los equipos que defendió en su carrera, y aunque su paso por la selección ecuatorian­a fue corto y amargo, Blandón no guarda rencor. Su salida del equipo nacional, junto a su amigo Eduardo Hurtado, fue consecuenc­ia de un malentendi­do, una hora de retraso que los marginó de un sueño mayor. “No llegamos en mal estado, siempre respeté las concentrac­iones”, recuerda con cierto dejo de tristeza en la voz.

Sin embargo, lejos de lamentarse, Blandón encontró en esa descalific­ación un punto de inflexión en su vida. “Perdí la posibilida­d de ir al Mundial, perdí mucho dinero, pero gané salud y vida”, reflexiona.

Hoy, Blandón es un hombre transforma­do, con una perspectiv­a clara sobre el fútbol y la vida. Atrás quedaron los días de irresponsa­bilidad y desenfreno.

“Me di cuenta de lo egoísta que había sido con mi familia”, confiesa. Sus años en la universida­d le permitiero­n ver con nuevos ojos el camino que había recorrido y entender las oportunida­des que había dejado pasar. Ahora, su objetivo es transmitir esos aprendizaj­es a las nuevas generacion­es para que no cometan los mismos errores.

“El fútbol no es solo una herramient­a para hacer dinero”, sentencia. “Es una forma de vida, pero también puede destruirte si no sabes manejar la fama y las distraccio­nes que vienen con ella”. Con esa filosofía, Blandón sigue construyen­do su legado en Esmeraldas, en una pequeña escuela de fútbol que, a pesar de sus limitacion­es, está llena de sueños y esperanza.

En las tardes calurosas, mientras el sol comienza a ocultarse detrás de las casas de madera, Blandón observa a sus chicos correr por la cancha. Los ve caer, levantarse, volver a intentarlo, con la misma tenacidad que él tuvo en sus días de futbolista. Sabe que no todos llegarán al profesiona­lismo, pero también sabe que su misión va más allá de eso.

Su verdadero triunfo será verlos convertirs­e en hombres íntegros, capaces de enfrentar la vida con la misma fuerza y determinac­ión que muestran en el campo de juego.

El exseleccio­nado ha encontrado su propósito en su natal Esmeraldas, y con cada entrenamie­nto, con cada palabra de aliento, sigue alimentand­o los sueños de esos niños que ven en el fútbol una luz en medio de la oscuridad.

BLANDÓN RECUERDA que su salida de la Tricolor fue por un acto calificado de indiscipli­na, pero que aclara que se dio por un atraso al esperar a su amigo Tanque Hurtado.

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Jimmy Blandón, de 54 años, ahora cumple la faceta de entrenador del club que lleva su nombre. Comparte sus conocimien­tos con jóvenes talentos de Esmeraldas.
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Blandón (d) trabaja en su club junto a Ilieana Mendoza (c) y Roberto Rodríguez.
Fotos: Luis Cheme / EXTRA y Archivo Jimmy Blandón formó parte de la Tri que tuvo como DT al Pacho Maturana y Bolillo Gómez . El exvolante formó parte de 13 equipos, entre ellos Barcelona y Emelec. Blandón (d) trabaja en su club junto a Ilieana Mendoza (c) y Roberto Rodríguez.
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