Diario Extra

Mi primera vez con un juguete sexual

- CRÓNICAS DEL CUARTO ROJO

Alos veintinuev­e años sentí ese shock electrizan­te. Y con él vino un ritual: tiré la toalla en el suelo de mi habitación. Lo toqué y noté que era suave. Puse otra toalla en la cama y coloqué dos almohadas, sí, dos, porque, de lo contrario, terminaría adolorida. Me comencé a doblar por los movimiento­s rápidos. Era mi primera vez con un juguete sexual que comenzaba a ponerse de moda, y en realidad, era el primero para mí.

Tenía pocos meses de haberme divorciado y, en ese momento en el que empezaba a disfrutar, vino el drama. En medio de la luz que entraba por mi balcón, abrí un cajón y encontré un paquete con más de treinta pilas enredadas entre papeles, una grabadora y una billetera. Había comprado el succionado­r de clítoris porque vi en Instagram a una mujer que decía: “¡Chicas, tienen que probar esto ya!”. De mis amigas, la más tradiciona­l me decía que no se podía reemplazar la carne por un juguete, pero no hice caso.

Ya lo tenía en mis manos. No niego que tardé en aprender a usarlo. En ese entonces, el mío era a pilas; después llegaron las versiones con USB. El primero se me cayó, lo probé y no funcionaba. Fui enseguida a Dr. Google y casi no había antecedent­es de chicas que se quejaran por daños.

También me pregunté: ¿quién arregla un sex toy? (Bien ingenua para ser primeriza). Al día siguiente me compré otro, pero de una marca distinta. Llevaba conmigo al ‘desmayado’ y pregunté si tenía garantía (otra vez con mi ingenuidad). Entre prueba y error, aprendí a usarlo. Llegué a tener hasta tres orgasmos por día, en pocos minutos y sin ayuda del ‘tóxico’. Pero, ¿de qué se trata este superjugue­te?

Su eficacia es más que rápida. No se parece a un hombre, pero tampoco pretende serlo. No miente, no exagera, no tiene barba… Más bien, se viste de colores y en su extremo tiene una silicona suave en donde se emiten ondas expansivas que llevan al placer. Y lo que más vale resaltar es que tiene once intensidad­es de succión.

Del 1 al 8, podría describir cómo se eriza el cuerpo, pero del 9 al 11, es indescript­ible entre tanto movimiento. Luego de unos meses de haberlo usado, le pregunté a mi sexóloga sobre lo malo; ¡pues algo malo tenía que tener! No podía ser tan perfecto. Ella solo me advirtió: “Usándolo tanto, se te puede acostumbra­r todo allí abajo”. Así que pensé en dejarlo de lado. Para pasar el divorcio, fue la mejor compañía. ¿Ustedes lo han probado?

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