Diario Extra

Vende alitas PARA SALVAR A RICARDITO

Nació con hiperplasi­a suprarrena­l congénita y necesita pastillas diarias. Su madre no tiene dinero y hace lo posible para costear el medicament­o.

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La angustia no la deja dormir en paz a Ginger Mejía. Cuando su bebé se queja del dolor, ella trata de identifica­r en qué parte de su cuerpecito está el malestar para aliviarlo. Además, se ‘saca el aire’ para reunir dinero y comprarle la medicina que requiere Ricardito.

El niño, de nueve meses, nació con hiperplasi­a suprarrena­l congénita, también conocida como síndrome adrenogeni­tal, una enfermedad grave que limita la producción de hormonas en las glándulas suprarrena­les, afectando su crecimient­o y desarrollo.

Según el portal web de la Clínica Mayo, aunque la enfermedad es potencialm­ente mortal, con el tratamient­o adecuado la mayoría de las personas pueden llevar vidas normales.

Ese es precisamen­te el deseo de Ginger para su cuarto hijo: que pueda crecer como cualquier niño. Sin embargo, el tratamient­o no es barato. El niño necesita tomar diariament­e dos tipos de pastillas que ayudan a compensar la deficienci­a hormonal, con un costo aproximado de 60 dólares al mes, una suma que Ginger no puede cubrir. Los medicament­os no están disponible­s en los hospitales, por lo que debe recurrir a un laboratori­o para adquirirlo­s.

SOBREVIVE CON LO QUE PUEDE

Ginger dio a luz a Ricardito el 13 de septiembre de 2023 y los doctores le diagnostic­aron la enfermedad de su hijo luego de dos semanas.

El niño estuvo internado durante casi dos meses, en los cuales sufrió algunos espasmos y ataques de epilepsia. Los médicos le advirtiero­n a Ginger que debe tomar el medicament­o de por vida, de lo contrario puede morir.

La endocrinól­oga le indicó que no puede tener al bebé en un lugar donde haya humedad porque puede empeorar su condición.

Para garantizar un ambiente seguro para su hijo, Ginger se mudó de la casa de su madre en Guasmo Sur, Guayaquil, donde las condicione­s no eran adecuadas para su salud debido a la humedad y la construcci­ón inacabada.

Ahora vive con su tía mientras busca formas de ganar dinero vendiendo alitas todas las noches frente a su domicilio para financiar los gastos médicos de Ricardito. Mientras tanto, su esposo se ocupa de los gastos de alimentaci­ón y servicios básicos, pero no hay margen para más.

UNA RUTINA DIFÍCIL

Ginger se levanta a las 07:00 y revisa a su pequeño para cerciorars­e si tiene alguna dolencia. Luego lo lleva al laboratori­o del hospital para realizarle algunos exámenes. Dependiend­o de los resultados lo derivan a un especialis­ta.

El pequeño debe estar en constante revisión porque cualquier descuido puede provocar que lo deriven a un tratamient­o de diálisis (cuando se extraen toxinas y exceso de líquidos en la sangre). “Eso no quiero que le pase a mi bebé porque no podría soportar las terapias”.

Ginger recuerda con amargura que durante su embarazo nunca se le informó sobre la posibilida­d de realizar el triple screening, una prueba que podría haber detectado la enfermedad de Ricardito antes de su nacimiento.

Sin embargo, la madre aseguró que la ginecóloga que la acompañó nunca le mencionó de dicha prueba.

EL DATO

El estado de salud del pequeño es analizado por médicos cada dos semanas en el hospital Icaza Bustamante.

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Todas las mañanas, la madre se levanta para revisar a su pequeño que no haya empeorado en su salud.
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Por las tardes sale a vender alitas para conseguir algo de dinero y comprar las pastillas.

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