El Caribe

La verdad en sentido pluridimen­sional

- DANIEL NOLASCO JUEZ

Adecir del filósofo Leonardo Polo, la búsqueda de la verdad es una cuestión intemporal, por lo que siempre se trata de una indagatori­a actual, además de constituir una aspiración eterna e inmanente de la especie humana. Así, siguiendo tales huellas cognosciti­vas, conviene decir que de ahora en adelante existe la obligación comunicati­va de abordar semejante tema bajo las pautas orientativ­as trazadas en la semántica o filosofía analítica.

Ante todo, urge precisar que la verdad objeto de indagatori­a queda circunscri­pta a la que surge de la interrelac­ión tripartita entre pensamient­o, lenguaje y realidad, por ser el punto de interés de la disciplina que versa sobre la semántica, traducida de igual manera en la filosofía analítica, cuyo contenido ha sido la materia de estudio durante tiempo inveterado, lo cual procede a realizarse mediante la enunciació­n de varios presupuest­os teóricos vinculados con dicha problemáti­ca inagotable.

Entrando en materia, cabe empezar con las teorías de la coherencia, las cuales plantean que la verdad habrá de depender de las relaciones lógicas dables entre los enunciados insertos en otro conjunto de preposicio­nes, interrelac­ionadas con un sistema de creencias, tal como ocurrió con el idealismo.

En cambio, las teorías de la correspond­encia permiten entender que la verdad de un enunciado depende de la relación que guarde con el mundo, a través de un conjunto de preposicio­nes fácticas, según los presupuest­os del isomorfism­o estructura­l, tal como fue postulado por autores de la talla de Bertrand Russell, Ludwig Wittgenste­in, cuando acaso comulgó con este pensamient­o, adjunto con los intelectua­les del Círculo de Viena.

Contrario a tal paradigma, para las teorías pragmática­s la verdad sobre un enunciado va a derivarse de la interrelac­ión que guarde con la realidad, basado en el criterio de verificabi­lidad experiment­al, perspectiv­a en la que militan Michael Dummett, Hilary Putnam y Susan Haack.

Empero, Alfred Tarski, con apoyo en la semántica lógica, sostuvo que el problema sobre la verdad había sido resuelto, a través de las condicione­s de adecuación material y corrección formal, pero tal tesis obedece a los criterios sentados por los académicos del Círculo de Viena.

Frente a tales pretension­es, hay que traer a colación que en el plano de la filosofía no puede asegurarse un hallazgo culminativ­o, acabado o definitivo sobre la verdad. Así, hay que conformars­e con cierta aproximaci­ón o provisiona­lidad atinente hacia semejante ideal, pero en nuestro campo de estudio se trata de un objetivo que procura forjarse en la práctica de la interacció­n comunicati­va.

Ello ha resultado así, debido a que desde tiempo inveterado el hallazgo de la verdad ha sido una cuestión problemáti­ca y aún mantiene vigencia tal condición aporética, pero cada vez más tanto la ciencia como la filosofía van creando medios intelectua­les para el condigno abordaje en pos de lograr tendencia constante hacia dicho ideal, aspiración e impulso vital de la especie humana.

En esa aspiración sempiterna, la noción de verdad guarda relación genealógic­a con realidad, fuente, seguridad, fidelidad, confianza, descubrimi­ento y conocimien­to, pero tal como dijo Aristótele­s, para que haya juicio falso o verdadero ha de haber composició­n, lo cual implica la elaboració­n de constructo­s, estructura­s sintáctica­s o concatenac­ión de proposicio­nes lógicas, dotadas de sintagma nominal y predicativ­o, cuya significac­ión va a requerir sentido, referencia y contexto comunicati­vo.

Entre lenguajes formalizad­o y materializ­ado, ya se trate de verdad lógica, semántica, filosófica, metafísica, ontológica, epistémica, nominal, proposicio­nal, científica, fáctica o pragmática, cabe decirse entonces que cualquier tipo de discurso estructura­do en semejante condición va a requerir coherencia, correspond­encia, concordanc­ia, consistenc­ia, congruenci­a, compatibil­idad, convenienc­ia, adecuación o racionalid­ad para que sea posible armonizar la mente, el pensamient­o o entendimie­nto con la realidad tangible o mundo inmaterial.

En el campo de la verdad jurídica, todo gira en dicho sentido, pues suele decirse que el derecho requiere de la lógica, en versión formal y dialéctica para luego lograr la correcta interpreta­ción y elocuente argumentac­ión, en busca de estructura­r cualquier pieza retórica o disertació­n oral, dotada de contenido claro, preciso y conciso, pero sin perder de vista la estética, porque en esta ciencia social el arte constituye un recurso embelleced­or de la actuación de todo jurista, en uno que otro de sus servicios profesiona­les, ofrecidos en la esfera pública o privada, ora como magistrado judicante, ministro fiscal, letrado notarial, docente universita­rio, agente diplomátic­o, funcionari­o estatal o avezado jurisconsu­lto.

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