El Caribe

El papel de las ganancias

- REGINA DEL RÍO reginadelr­io9@gmail.com

El que tiene una empresa ama las ganancias y detesta las pérdidas. Las ganancias son la dulce recompensa al esfuerzo, a la acertada visión y al riesgo asumido por emprendedo­res valientes e inteligent­es. Las pérdidas son el castigo para el que no acertó en lo que decidió, para el que no supervisó bien lo que sucedía en su empresa y en su entorno competidor.

Esto es así a manera individual.

A manera general, para la economía en su conjunto, esto es distinto. Tanto pérdidas como ganancias, son deseables para su buen funcionami­ento, ya que informan y muestran el camino para la eficiente utilizació­n de recursos.

Una empresa que gana se siente estimulada a crecer, a invertir en nuevas tecnología­s, a contratar personal y a capacitarl­o. Esto no solo beneficia al empresario, sino a empleados y consumidor­es.

Una empresa que pierde, hace lo contrario. Deja de crecer, despide empleados y eventualme­nte cierra, liberando la energía que en ella se dedicó a otros usos más fructífero­s.

La pérdida dice: ya deja de perder el tiempo en esto y no se lo hagas perder a tus empleados. Todos aprenden una lección y se abre ante ellos la oportunida­d de reinventar­se y mejorar.

Y el permanente miedo a perder que tienen las empresas hace que se la pasen buscando alternativ­as de producción menos costosas, y esto al final se traduce en productos más asequibles para los ciudadanos.

Pérdidas y ganancias conducen a todo un sistema (obviamente libre) hacia la eficiencia y la prosperida­d.

Los socialista­s no lo entienden así y consideran que las ganancias se asocian a un deplorable “afán de lucro”, a cobrar demasiado por lo que se vende y a ser codicioso.

Al tratar de eliminar las ganancias de su sistema (“moralmente superior” según ellos), meten la mano en los bolsillos de quienes las obtienen y terminan matando el incentivo de la gente a arriesgars­e y emprender (porque nadie va a hacerlo para darle su dinero a otro). Como consecuenc­ia cosechan pobreza y atraso con respecto a los sistemas capitalist­as.

Ese detestado afán de lucro que eliminan no es más que el motor que incentiva a que se suplan productos para los ciudadanos. Al trasladar su absurdo idealismo a la dura realidad, no logran más que desabastec­er hasta de lo más básico a su gente.

La ausencia de ganancias para las empresas se traduce en pobreza y carencias para el resto.

Toda política gubernamen­tal que dificulte (con impuestos, y otros tipos de cargas y trabas) la posibilida­d de “lucrarse” al emprendedo­r, está atentando no solo contra este, sino contra sus empleados y contra los ciudadanos consumidor­es (que somos todos). No es a un malvado dueño de empresa que se castiga…es a todo un sistema.

Bueno sería tenerlo en cuenta, ahora que se nos amenaza con otra reforma fiscal, donde siempre se trata de drenar el bolsillo de los que emprenden y se esfuerzan, jamás de reducir el Estado y lo que gasta, con sus innumerabl­es botellas e institucio­nes inservible­s. Y con su enorme capacidad de desperdici­o y corrupción.

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