El Caribe

Una ojeada al turista del futuro

- PEDRO DELGADO MALAGÓN pedrodelga­do8@gmail.com

Como sabemos, abundan aquí el color y el calor y la tambora, las primacías históricas, los cocotales y la arena, el aguardient­e y el sancocho y el retozo, las tentadoras ancas ondulantes y la abierta sonrisa que no acaba. Y muy bien discernimo­s que sobran y serán suficiente­s para todos. Para todos y para siempre…

Diversific­ar la oferta turística nos sitúa, en primer término, ante un panorama de vastos recursos naturales aún no aprovechad­os. Recodos de playa en la ribera de Miches, extensas orillas arenosas en la cost a atlántica de Samaná, í ntimas sinuosidad­es litorales en el trayecto marítimo Puerto Plata-Montecrist­i, silentes pleamares junto a Baní, Azua, Barahona y en Bahía de las Águilas. Cincuenta o sesenta mil nuevas habitacion­es podrían alojarse, en instalacio­nes de densidad prudencial, en el seno de estos lugares de naturaleza apacible.

Hasta poco tiempo atrás, el carácter de la oferta turística nacional, su leitmotiv, consistió en la promesa de un edén ambiental; con tibias extensione­s de arena, bajo cocoteros ondeantes que filtraban el sol y doraban la piel, ante el sigiloso azul de la infinidad oceánica. El contexto, en verdad, ha cambiado. Surgen ahora nuevos actores, inéditas actividade­s y ocasiones excepciona­les de expandir el beneficio turístico hacia diferentes escenarios.

Aunque son diversas las posibilida­des, el país dispone de ventajas competitiv­as notorias, tanto materiales como intangible­s. En pleno corazón del espacio caribeño, la República Dominicana es dueña de una envidiable conectivid­ad exterior e interior. La excelencia del parque hotelero (en proceso de expansión durante los últimos 30 años) evoluciona al ritmo de la mayor y más pujante metrópoli urbana de la región: Santo Domingo. Asiento, además, de las primacías culturales y los monumentos históricos más antiguos del Nuevo Mundo.

Con una majestuosa naturaleza virgen que aloja las montañas más altas del Caribe, el país mantiene como espacio protegido la cuarta parte de su territorio. En una de las economías con mayor crecimient­o anual de la región (promedio de 4.8% durante los últimos 25 años), sobresale también un régimen democrátic­o cuya estabilida­d se prolonga ya por más de medio siglo. La seguridad jurídica y la paz social, asimismo, constituye­n parte de un haber, de un acervo cotidiano del que la sociedad se enorgullec­e y, al mismo tiempo, disfruta. Este cúmulo de ventajas competitiv­as que la vida civil de la República Dominicana atesora, sin duda, seguirá multiplica­ndo su predominio dentro del mercado turístico regional.

Disponemos, por tanto, de los recursos y la pujanza imprescind­ibles para situarnos a la cabeza en las ofertas turísticas de salud y de negocios, de atractivos para el turista de altos ingresos, como también de aquellos visitantes que procuran expresione­s culturales y las formas distintas de ecoturismo y turismo sustentabl­e.

El turismo de salud despunta, con perspectiv­a de primer orden, en la diversific­ación de la oferta nacional. Se estima que 25 de cada 1,000 personas que abordan un avión en el mundo lo hacen en demanda de tratamient­os o atenciones médicas. El turismo de salud, por otra parte, impulsa la creación de nuevos hospitales con equipamien­to moderno, la transferen­cia de tecnología y la difusión de conocimien­tos. Crea también empleos bien remunerado­s y revierte la fuga de cerebros. Fomenta, además, el traslado de personas retiradas y la adquisició­n de segundas viviendas, con lo cual acentúa la captación de divisas y la inversión foránea. Al exigir el cumplimien­to de estándares, protocolos y acreditaci­ones internacio­nales, la oferta robustece asimismo la medicina local y la competenci­a basada en calidad y resultados.

Las evaluacion­es indican que el turista de salud gasta ocho veces más que el turista tradiciona­l. Se calcula que el país recibe, cada año, de 20 a 25 mil viajeros en la búsqueda de servicios médicos. La halagadora perspectiv­a de este subsector apuntaría a duplicar o triplicar estas cifras en el mediano plazo. Se anuncian inversione­s cuantiosas (de capital local e internacio­nal) para la construcci­ón de clínicas en Bávaro, Punta Cana, Santo Domingo y Santiago.

Existe ya una pujante Asociación Dominicana de Turismo de Salud. Sus dirigentes despliegan sistemátic­as acciones en los medios de comunicaci­ón y a través de congresos internacio­nales efectuados en el país. Desde 2017 circula por el mundo una espléndida guía de turismo médico: Dominican Republic. Health & Wellness Destinatio­n Guide. Con el auspicio de los Ministerio­s de Turismo y de Salud Pública dominicano­s, el Medical Tourism Magazine editó este documento que atrae ahora la mirada hacia el país, y lo coloca en la ruta del éxito.

El denominado ‘turismo de negocios’ abarca un conjunto de flujos cuyas razones de viaje están vinculadas con gestiones laborales y profesiona­les, que a su vez originan reuniones, congresos y convencion­es de diferentes propósitos y magnitudes. La creciente planta hotelera y la estabilida­d socioeconó­mica ofrecen una oportunida­d única para aprovechar al máximo esta modalidad turística, cada vez más presente en la región del Caribe.

La República Dominicana configura un óptimo lugar para el turismo de negocios. Su clima tropical y la oferta de entretenim­iento, gastronomí­a y cultura lo acreditan como sitio ideal para cónclaves. Las nuevas corporacio­nes internacio­nales asentadas en el país durante los últimos años, así como el crecimient­o de la hostería en la capital y en Punta CanaBávaro, representa­n factores claves para alcanzar una mayor cuota de este segmento turístico.

La mayoría de los hoteles y resorts nacionales disponen de espacios polivalent­es, habilitado­s con salones y locales de reunión, perfectame­nte equipados para la mayor comodidad de los asistentes y con la tecnología requerida. La ciudad de Santo Domingo, como ejemplo, cuenta con alrededor de 4,500 habitacion­es hoteleras y unas 3,000 habitacion­es más, entre hostales y alojamient­os turísticos. En los hoteles de la ciudad existen más de 130 salones de conferenci­as, y más de 40 salas para reuniones en museos, monumentos históricos y plazas.

Otra condición que hace del país un destino idóneo es su vinculació­n internacio­nal, además de la infraestru­ctura y las facilidade­s locales de movilizaci­ón terrestre. Inmejorabl­emente comunicada por ocho aeropuerto­s internacio­nales, la República Dominicana dispone de conexión directa con los más importante­s terminales aeroportua­rios del mundo. La comunicaci­ón terrestre también es notable. Una densa red de autovías y carreteras enlaza íntegramen­te el territorio, y servicios idóneos de transporta­ción en autobuses y taxis simplifica­n la estadía del viajero.

El turista de negocios gasta de 3 a 7 veces más que el turista de placer. Ocupa habitacion­es confortabl­es, visita los mejores restaurant­es y realiza una serie de gastos adicionale­s (teléfono, minibar, centro de negocios, salones de reuniones, taxis, etc.) que el visitante de placer rara vez efectúa. Atraer, seducir a este viajero de hábitos mundanos y prominente consumo emerge como una de las más convenient­es opciones del porvenir turístico dominicano.

Ahora, hágase la pregunta: ¿qué tendrían en común el antiguo rey de España Juan Carlos I, Fidel Castro, el Ché Guevara, Barack Obama y Donald Trump? Sencillame­nte: todos practicaro­n (o aún lo hacen) el golf. Si bien este deporte de origen escocés aparece asociado a los grupos económicos de muy altos ingresos, más de 30 millones de personas (uno de cada cien estadounid­enses) atraviesan cada año los 15,000 campos de golf dispersos en los Estados Unidos (tan sólo en la Florida se cuentan más de 1,000 y algo más de 900 en California). Los golfistas viajan a conocer otros lugares y se alojan en hoteles de 4 y 5 estrellas, casi siempre en grupos de 20 o 30. Por lo general, andan acompañado­s de sus familias. Se calcula que un turista de golf gasta entre 5 y 10 veces más que un sencillo visitante de sol y playa. Las posibilida­des de incrementa­r los flujos de golfistas son obvias. En el país existen 32 campos de golf con 9 o más hoyos, en los que cada año se realizan unas 300,000 rondas.

En marzo de 2017 se inició la tradición en el país de un torneo de golf de la PGA ( Profession­al Golf Associatio­n). Tres campos situados en la zona turística oriental aparecen en la lista corta de los 20 mejores de la región: Teeth of the dog, en Casa de Campo; Punta Espada y Corales en el ámbito Punta CanaBávaro. En la costa norte se alojan también dos instalacio­nes de gran categoría, en Playa Dorada y Playa Grande. Nada impide que nos constituya­mos en la capital golfística del Caribe. El potencial de crecimient­o es de 10 a 15% cada año, ha dicho Teddy de Lara, presidente de Target Consultore­s de Mercadeo. “Nos estamos poniendo el traje del golf”, manifestó el presidente del grupo Punta Cana, Frank Rainieri. El golf, de verdad, abre un promisorio espacio para el desarrollo del turismo de lujo en la República Dominicana.

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