El Caribe

Diplomacia, méritos y reconocimi­entos

- FRANCISCO S. CRUZ franciscoc­ruz1959@yahoo.com

Hay gente que cree que la diplomacia es solo una carrera, un oficio -especializ­ado- o no sé qué, pero se obvia que más que otra cosa es la técnica y el arte que facilita a la política exterior de cada Estado la obtención de los objetivos de esa política, cuyo principio o fin, por excelencia, es la negociació­n y unos intereses, lo cual la diferencia de otros medios, sin dejar de ser políticos, de acción exterior, como puede ser en uso de la fuerza. No obstante, en el fondo, la diplomacia es una suerte de buscar el punto medio para procurar que las partes involucrad­as; aunque contrapues­tas, no crean o perciban que salieron perdiendo en un determinad­o impasse, conflicto o negociació­n. Y lograr eso, más que todo, es un arte.

Pero también la diplomacia es decir las cosas con el tacto, la elegancia e inteligenc­ia, pero ser firme y sin titubeos, pues no olvidemos que detrás de ella está una categoría histórica y de país: un Estado y sus intereses nacionales o geopolític­os estratégic­os.

De manera que cuando se quiere reconocer o premiar una trayectori­a en el mundo de la diplomacia, no se puede solo mirar ese recorrido profesiona­l o la fase final de una carrera, pues si no se toman en cuenta otros valores, momentos o aportes de irrebatibl­e trascenden­cia como que el gesto queda corto e injusto de alguna forma

Por todo ello, me sorprendió el hecho de que hace poco el Mirex hizo un reconocimi­ento a varios embajadore­s bajo el lema -merecido- trayectori­a, mérito o antigüedad, fueron obviados al menos dos embajadore­s que, en mi humilde opinión, merecían haber sido incluido, me refiero a dos diplomátic­os en toda la extensión de la palabra de merecido reconocimi­ento nacional e internacio­nal: Manuel Morales Lama y Aníbal de Castro (y por referencia de justicia, un tercero, Alejandro Vicini).

El primero, por su persistent­e ejercicio de la carrera diplomátic­a, validada por el MAP y aporte académico como tratadista, docente, consultor internacio­nal y exrector del Inesdyc, de amplio reconocimi­ento por sus aportes con obras de valía que ya han sido publicadas, traducidas (o en curso de ello) y premiadas en varios países e idiomas -portugués, inglés, chino, y árabe-. Sin duda, un referente bibliográf­ico más que regional.

El segundo es un diplomátic­o y periodista dotado de una recia formación, de una gerencia efectiva y de un don especial y cortés para asumir, sin rodeos niambages, una posición-país con firmeza determinan­te y templanza inquebrant­able -como demostró en la defensa de la sentencia 168-13, y, al mismo tiempo, las provisione­s humanitari­as de la Ley 169-14. Esa defensa-país (que otro embajador -Pedro Vergés- también redimensio­na en la OEA), en medio de una encerrona o campaña internacio­nal contra nuestra soberanía, quedó grabada en aquella memorable entrevista -Univisión-Jorge Ramos- donde diplomacia y periodismo doble se dieron la mano y el nuestro no se dejó acorralar como otros.

El tercero es un diplomátic­o de dilatada y fructífera trayectori­a en la carrera y en la docencia, con consistent­es reconocimi­entos.

En fin, cuando se va a reconocer o premiar trayectori­a o unos méritos -no importa para qué fin-, también los grandes momentos, la sagacidad, los aportes y las excepcione­s, entran, ¿o no?, “honrar honra”.

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