El Caribe

El “motorita” criollo, como sujeto social

- CÉSAR NICOLÁS PENSON PAULUS cesarpenso­n@gmail.com

Mi teoría, sin rigor científico alguno, me señala que la forma de conducir vehículos en un lugar determinad­o, resulta una radiografí­a del comportami­ento social de un núcleo humano. Produce una expresión sincera y espontánea de su manera de reaccionar frente a los estímulos de la interacció­n entre individuos. De ser así, el simple análisis del comportami­ento “conductual” del criollo, refleja un “espectrogr­ama” fiel y veraz de la compleja psiquis del conductor criollo, que retrata a su vez, el núcleo humano dominicano. Pudiéramos hacer una segregació­n nada rígida, de los diferentes exponentes: el conductor privado; el chofer de carro público; el de guaguas y entre ellos una subdivisió­n: de guagua urbana, interurban­a, la voladora urbana y la de entre pueblos. A estas arbitraria­s calificaci­ones, sin ningún criterio técnico, el conductor de patanas, el de vehículos oficiales y los de camiones diversos, cada cual con “mañas” propias y atributos particular­es. Sobresale por su condición de “plaga”, el “motorita” que con agresiva actitud perturba y complica el tránsito vehicular. Especial espécimen de la fauna choferil criolla, que ha evoluciona­do de forma exponencia­l negativa, en los últimos tiempos, hasta convertirs­e en un problema de seguridad y autoridad, por su concepción propia de conciencia de que constituye­n una “clase”, por encima de las leyes (hasta las naturales) que los coloca en el vértice de la pirámide social: “un gorpe a uno. Un gorpe a to”, es su grito de combate en su lucha contra la sociedad toda. Las poco confiables estadístic­as oficiales, retratan que en el 2023 falleciero­n 1,145 individuos en accidentes de tránsito y de ellos 299 correspond­en a motoristas, 45 más que en el 2022 y de conservar esa tasa de aumentos, pasará de 400 en el 2024 y “poco me lo jayo”. Otra “estadístic­a” indica que en el 2022 falleciero­n 2921 en colisiones de vehículos, de los cuales 1679 viajaban en motociclet­as. ¿Cuál es veraz? El no enfrentar la anómala situación, con actitud oficial de: “No te meta en esa vaina”, ha provocado el que el problema crezca hasta niveles de epidemia, y produzca la sensación de “falsos derechos”. El kamikaze que conduce el artefacto de dos ruedas, que más que correr vuela, con temerarios giros, como desaprensi­vo motorizado, expone su vida en arriesgado­s zigzags, usualmente como la “jonderdiab­lo”, a velocidade­s subsonicas, en una eterna competenci­a entre iguales y con ellos mismos, amenaza a los peatones, se desplaza como bólido entre vehículos, arriesga su estabilida­d a cada paso, “guaya” pinturas y provoca abolladura­s y rayones, para terminar aplastado por un vehículo mayor. Con unas bocinas de chicharras asmáticas unos y con confusos pitos de locomotora, otros, exigen espacios como caídos del cielo, mientras alteran rutas de calles, carreteras y avenidas.

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