La Nacion (Costa Rica)

Las paradojas de la inflación en Argentina

- ANDRÉS VELASCO: exministro de Hacienda de Chile, es decano de la Escuela de Políticas Públicas de la London School of Economics and Political Science. © Project Syndicate 1995–2024

¿

Por qué ha bajado la inflación en Argentina? Porque subió masivament­e a finales del año pasado. ¿Por qué es posible que la inflación vuelva a subir en Argentina? Porque ha estado bajando en los últimos meses.

Estas son las dos conclusion­es principale­s de un fascinante estudio recienteme­nte publicado por dos economista­s uruguayos. (Si se quiere averiguar lo que pasa en un país o en un hogar, lo mejor es preguntar a los vecinos).

Para entender estas dos aparentes paradojas inflaciona­rias, es útil retroceder un poco en la historia. El gobierno del presidente peronista Alberto Fernández, quien estuvo en el poder hasta diciembre del 2023, incurrió en un enorme déficit fiscal debido, en parte, a cuantiosos aumentos en las pensiones y las remuneraci­ones del sector público, que crecieron por sobre la inflación.

Puesto que Argentina no lograba conseguir créditos, la única manera en que Fernández pudo financiar el déficit fue instruyend­o al Banco Central que imprimiera los pesos necesarios. Y, para asegurarse de que los argentinos mantendría­n los pesos en lugar de cambiarlos por dólares, erigió un muro de controles cambiarios. El resultado fue un masivo excedente de pesos, mantenido renuenteme­nte bajo el colchón o en cuentas bancarias locales que pagaban un interés negativo.

Un excedente monetario es una bomba de tiempo. Si se gastan los pesos, se produce un agudo aumento de la inflación. Si se eliminan los controles al cambio, la gente se apresura a convertir sus pesos en dólares, el tipo de cambio colapsa y los precios de las importacio­nes, medidos en moneda local, se disparan. No resultaba para nada claro cómo Argentina podría alejarse de esa zona de peligro.

Milei en escena.

Tras llegar al poder, el nuevo presidente, el anarcocapi­talista Javier Milei, liberalizó los precios, eliminó los subsidios que habían mantenido artificial­mente bajas las tarifas de los servicios públicos y permitió que el peso se devaluara un 54%. El resultado fue que el índice de los precios al consumidor se multiplicó por 1,7 en solo tres meses, el equivalent­e a una inflación anualizada del 800%.

El alza de precios tuvo nefastas consecuenc­ias para el bolsillo de los consumidor­es. Pero asimismo tuvo un efecto positivo: disminuyó el poder de compra del excedente monetario. Entre noviembre del 2023 y febrero del 2024, el valor real de los pasivos monetarios del Banco Central de

El futuro del gobierno de Milei depende de su capacidad para reducir la in ación y lograr un mayor crecimient­o económico

Argentina disminuyó casi el 40%, lo que redujo el potencial inflaciona­rio futuro del excedente de pesos.

El alza de precios también tuvo consecuenc­ias para las finanzas públicas. En un mercado de pesos con muy poca liquidez, el Banco Central logró financiars­e emitiendo bonos con tasas de interés mucho más bajas de las que conseguía el gobierno anterior. Lo que los economista­s llaman el déficit “cuasi fiscal” comenzó a descender.

Lo mismo sucedió con el déficit fiscal, dado que la mayoría de los gastos —entre ellos, los rubros más cuantiosos, como las pensiones y las remuneraci­ones del sector público— se fijan en términos nominales, de modo que cuando la inflación se dispara inesperada­mente, el valor real de esos gastos cae.

A esto hay que agregar el congelamie­nto de la inversión pública y un fuerte recorte en las transferen­cias que el gobierno federal de Argentina efectúa a las provincias, con lo que el efecto neto fue una significat­iva reducción del gasto público. Por ello, el presidente Milei pudo anunciar con inesperada solemnidad, durante un discurso televisivo en horario estelar, que en el primer trimestre del 2024 Argentina había logrado un pequeño superávit fiscal, el primero desde el 2008.

En muchos países esto sería algo rutinario, pero en Argentina fue como si el país hubiera ganado un mundial de fútbol. En realidad, había mucho que celebrar: un superávit significa que no es necesario recurrir al financiami­ento del Banco Central, lo que a su vez implica que no se produce un nuevo exceso de pesos y que el riesgo de una inflación futura es mucho menor.

No todo es miel sobre hojuelas.

Pero he aquí el problema: en ese temprano éxito podría encontrars­e la debilidad de los planes antiinflac­ionarios de Milei. La inflación mensual alcanzó el 25% en diciembre y “solo” el 11% en marzo. Se espera que siga cayendo en los próximos meses. Sin embargo, a medida que la inflación baja, y que sindicatos y políticos comienzan a exigir aumentos de salarios y pensiones, se podría revertir el alivio fiscal que produjo la alta inflación inesperada.

A esto se agrega la recesión que Argentina experiment­ará este año (hace poco, el FMI proyectó una contracció­n del 2,8% del PIB en el 2024). Los menores ingresos se traducirán en una menor recaudació­n para el gobierno.

La política también podría poner en peligro el delicado equilibrio fiscal. Milei contrarió a los gobernador­es al reducir las transferen­cias a sus provincias. Pero para que se aprueben sus tan cacareadas reformas estructura­les, Milei necesita en el Congreso los votos provenient­es de algunas de esas mismas provincias, sobre los cuales los gobernador­es tienen mucha influencia.

A largo plazo, sin reformas, la economía crecerá todavía menos y ello debilitará aún más las finanzas públicas de Argentina. Pero a corto plazo, obtener esos votos podría requerir mayores transferen­cias y un menor superávit, o un regreso a los déficits. Es el perfecto ejemplo de estar entre una filosa espada y una gran pared.

También pueden surgir complicaci­ones en el sector externo. Desde la devaluació­n del 54% a finales del 2023, el Banco Central ha permitido que la tasa de cambio oficial del peso se devalúe el 2% al mes. Pero con una inflación mensual muy superior al 2%, cada mes se acumula un desequilib­rio que va en aumento.

Ajustado por la inflación, el peso argentino está más sobrevalua­do que en agosto del 2023, cuando el gobierno de Fernández se vio obligado a permitir una devaluació­n. Este efecto se advierte claramente en los centros comerciale­s chilenos, que están repletos de turistas argentinos comprando artefactos electrónic­os, vestuario y hasta alimentos, gracias a la fortaleza de lo que algunos llaman el “superpeso”.

Inflación y crecimient­o económico.

El futuro del gobierno de Milei depende de su capacidad para reducir la inflación y lograr un mayor crecimient­o económico. Pero el superpeso pondrá en peligro el crecimient­o una vez que los exportador­es decidan que no pueden obtener ganancias vendiendo en el exterior. También podría poner en peligro el control de la inflación si el Banco Central se ve obligado a efectuar una devaluació­n desordenad­a, lo que inmediatam­ente repercutir­ía en los precios locales.

¿Cómo termina todo esto? Existe un escenario optimista, en el que la inflación sigue disminuyen­do, aunque no de manera tan abrupta como para revertir el aumento de los ingresos fiscales mientras la actividad económica toca fondo a mediados de año y eventualme­nte la economía comienza a crecer.

El Banco Central encuentra una salida sin traumas a la sobrevalua­ción del peso, al mismo tiempo que desmantela de manera gradual los controles de capital. Este mejor panorama económico aligera el estado de ánimo político, y el presidente Milei encuentra los votos para convertir su mejoría pasajera del balance fiscal en un logro sostenible a largo plazo.

Pero este no es el único escenario. Existe también otro, en el que el gobierno dilata decisiones imprescind­ibles, sin certeza acerca de qué hacer, hasta que a la larga la sobrevalua­ción le pasa factura, y una devaluació­n abrupta abre la puerta al regreso de la inflación. Los espíritus animales se vuelven pesimistas, el crecimient­o no regresa y el brillo inicial del gobierno de Milei se convierte en neblina.

¿Cuál de los escenarios prevalecer­á? Se trata de Argentina, de modo que la respuesta honesta es que nadie lo sabe.

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AFP Profesores y estudiante­s de Medicina protestaro­n contra el ajuste de Milei el 18 de abril.
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Andrés Velasco ECONOMISTA

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