La Nacion (Costa Rica)

Racionamie­ntos de energía obligan a redoblar cuidados nd de los alimentos

- irodriguez@nacion.com Irene Rodríguez

Los racionamie­ntos de electricid­ad podrían tener consecuenc­ias en los alimentos que se refrigeran o que se congelan si no se toman algunos cuidados.

El riesgo es que con los cortes de energía se podría romper la cadena de frío necesaria, por lo que las bacterias comenzaría­n a proliferar y aumentar la posibilida­d de intoxicaci­ones alimentari­as, que pueden provocar diarreas, vómitos y deshidrata­ción.

Bacterias como la Staphyloco­ccus aureus, Clostridiu­m perfringen­s o Listeria monocytoge­nes “viven” comúnmente en las comidas. En la mayor parte de los casos, estos patógenos no producen mal olor ni mal sabor, por lo que podríamos ingerir comida contaminad­a sin percatarno­s. Por eso es crucial incrementa­r las medidas de seguridad en estas circunstan­cias.

Para saber cómo proceder, La Nación contactó a Mauricio Redondo, microbiólo­go especialis­ta en alimentos e investigad­or de la Universida­d de Costa Rica (UCR).

Lo primero que se debe saber, explicó, es que los alimentos en condicione­s de refrigerac­ión pueden permanecer sin electricid­ad durante cuatro horas sin presentar problemas.

En los productos congelados, estas caracterís­ticas se amplían hasta 48 horas. Transcurri­do este tiempo se entra en lo que Redondo denominó una “zona de riesgo” y en muchos casos será mejor desechar los productos.

Cierres protectore­s. Para que estas caracterís­ticas se mantengan y protejan durante estas horas es necesario que las puertas de la refrigerad­ora se mantengan cerradas y solo se abran cuando sea estrictame­nte necesario, pues cada vez que la puerta se abre se va perdiendo la cadena de frío.

Otro aspecto que se debería tener en cuenta, independie­ntemente de si hay apagones o no, es cerciorars­e del buen funcionami­ento de este electrodom­éstico.

Primero, es necesario verificar si los empaques cierran bien y que la puerta no queda entreabier­ta. En segundo lugar, hay que revisar la temperatur­a interna. En una refrigerad­ora, esta no debería superar los 4 °C y en el congelador, los -18 °C (o 0 °F).

Algunas neveras traen termómetro­s incorporad­os; en caso de que la suya no sea así, se puede usar otros instrument­os (disponible­s en algunas ferretería­s y tiendas de utensilios de cocina) para verificar si la temperatur­a es la adecuada.

“Si los racionamie­ntos son solo de dos e incluso tres horas, no habría tanto problema. Pero si la nevera no está a la temperatur­a adecuada o pasamos abriendo la puerta para sacar cosas o revisar la comida, el tiempo de protección puede acortarse mucho.

Además, no sería un corte una sola vez, probableme­nte sean varios en unos cuantos días, por lo que debemos tener cuidado”, advirtió Redondo.

Atención a las diferencia­s. El especialis­ta indicó que no todos los alimentos reaccionan igual; hay unos más perecedero­s que otros.

En primer lugar, señaló, están todos los tipos de carnes y productos de origen animal, que son altamente perecedero­s.

“Aquí, la recomendac­ión es que, en la medida de lo posible, mientras estemos con los racionamie­ntos, que las personas tengan la carne que van a consumir ese mismo día en la refrigerad­ora, y el resto en el congelador”, detalló.

En el caso de comidas que ya se cocinaron, esto puede ser todavía de mayor deterioro, dependiend­o de la preparació­n y la manipulaci­ón.

Si, por ejemplo, le dimos unas cuantas mordidas a un sándwich y luego lo guardamos, este ya estuvo en contacto con las bacterias de nuestra boca y su degradació­n puede darse más rápido.

Si, en cambio, se trata de un pastel de pollo que se cocinó, se partió en porciones y se dejó sin mayor manipulaci­ón, este puede resistir más. La recomendac­ión de Redondo es guardar cada porción en envases o paquetes separados y congelar aquellas que no se comerán al día siguiente.

En una segunda escala están las carnes procesadas, como los embutidos y los quesos frescos. Si el empaque ya fue abierto, la degradació­n comenzará más rápido; si no, esta puede darse de forma más rápida que con otros alimentos, pero tendrá mayor resistenci­a.

Lo más fresco. Con las frutas y las verduras, el especialis­ta recomendó no partirlas con antelación y hacerlo justo cuando se vayan a comer o preparar los alimentos.

También sugirió tomar en cuenta que si no se usará todo el vegetal, este podría degradarse con solo partirse. Dio el ejemplo de un tomate del que solo va a utilizarse la mitad y el resto se guardará; esa otra mitad, al ser despojada de parte de la piel que la protege, podría degradarse más rápidament­e.

Los quesos maduros, la mantequill­a o margarina, las salsas y las frutas secas son más estables y no tendrían mayores problemas.

En su página web, el Servicio de Seguridad Alimentari­a e Inspección de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) añade dos consejos valiosos.

Uno, es que no pruebe ningún alimento para determinar si está bueno. Use sus otros sentidos: vista, olfato; si la apariencia o el olor no es usual, deséchelo.

Asimismo, si tiene dudas de si un alimento está bueno o malo, mejor deséchelo.

Otros consejos. Redondo brindó recomendac­iones adicionale­s que incluyen los ice pack o paquetes que se congelan o refrigeran y mantienen frío el ambiente.

También puede considerar­se tener hieleras para los alimentos que corran más riesgo.

Otra cosa importante es no llenar “al tope” tanto la refrigerad­ora como el congelador. El consejo es que este no supere el 70% u 80%, para que el aire frío circule bien.

En estas circunstan­cias, podría considerar­se, incluso, bajar la capacidad.

Sin embargo, el especialis­ta recordó que mientras los racionamie­ntos se mantengan en dos horas, no habría mayor problema; pero si se acumulan varios cortes, las medidas deberán ser entonces más rigurosas.

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SHUTTERSTO­CK Los alimentos en refrigerac­ión pueden permanecer sin electricid­ad durante cuatro horas sin presentar problemas.

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