13 de junio de 1953
EL HISTORIADOR CÉSAR AUGUSTO Ayala, con el auspicio de la Universidad del Rosario, es el autor del libro Anocheció de golpe: Colombia entre la fiesta política y la ilusión, 1953 – 1954, en el que se abordan antecedentes del golpe de Estado que sacó al dictador Laureano Gómez del poder el 13 de junio de 1953, y los detalles de lo que fue el primer año del régimen del general Gustavo Rojas Pinilla, a quien el país recibió con alborozo pero se transformó en tirano similar al derrocado.
No es el primer texto sobre este suceso, pero sí el único que lo hizo de manera prolija, porque, sin apasionamientos partidistas y con rigor científico, describe lo que fueron las dictaduras conservadoras de Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez, que incendiaron a Colombia hasta que en un mismo día hubo tres presidentes: Ricardo Urdaneta, el Sordo; Laureano, el Monstruo; y el teniente general Gustavo Rojas Pinilla, Gurropín.
Este monumental trabajo proporciona elementos para convencerse de por qué no es exagerado calificar los gobiernos de Ospina y Gómez como dictaduras, y aun el corto lapso en el que Urdaneta reemplazó a Laureano por motivo de enfermedad. La historiografía nacional no es rica en la descripción de esos años tempestuosos de persecución al liberalismo y al comunismo, exceptuando el asesinato de Gaitán el 9 de abril de 1948 que cambió para siempre el rumbo. Ospina, Gómez y Urdaneta contaron con suerte, porque el inmoral pacto de silencio del Frente Nacional echó tierra a los oprobios de esos gobiernos perseguidores, sangrientos y corruptos. Sin el Frente Nacional, muy seguramente ese trío perverso, sus esbirros y colaboradores, habrían sido juzgados y condenados.
Ayala no se quedó en los años de terrorismo de Estado del 46 al 53, pues avanzó en documentar el voluminoso hallazgo de lo que fue ese año crucial que se inició el 13 de junio de 1953 -luna de miel de Rojas Pinilla-, al que asistieron engañados muchos ingenuos que creyeron que el General era el salvador y el segundo libertador de esta patria adolorida y en llamas. Fue tal la lambonería que hasta intentaron cambiar el mal agüero del número