El Espectador

Cuando James Rodríguez ganó la copa más valiosa de su vida

Hace 20 años, el hoy 10 de la selección Colombia fue campeón del Torneo Pony Fútbol, el más importante a nivel infantil; galardón que le abrió las puertas del profesiona­lismo. Crónica.

- NELSON FREDY PADILLA CASTRO npadilla@elespectad­or.com @NelsonFred­yPadi

“El trofeo del Pony Fútbol es el tesoro más grande que tenemos en la escuela”, me dice en Ibagué Armando Yulbrainne­r Calderón, el profe Yul, y lo señala sobre su escritorio. Es una clásica copa plateada y dorada con grandes orejas y una placa conmemorat­iva de los veinte años del torneo nacional infantil organizado por la Corporació­n Los Paisitas, el campeonato que más jugadores ha aportado al fútbol profesiona­l colombiano. El sello en relieve dice “Deporte y sentido social”.

Simboliza que en enero de 2004 se partió en dos la historia de la Academia Tolimense de Fútbol y la vida de la mayoría de los que participar­on en la gran final en Medellín, en cabeza de James Rodríguez. Tanto los factores deportivos como los emocionale­s se juntaron para el éxito. “Fue definitiva esa experienci­a que llevaban de jugar y ganar casi siempre en canchas ajenas, con público en contra, con árbitros en contra. Aprendiero­n a manejar toda esa presión muy bien; entonces, cuando se juntó lo físico y lo mental, eliminaron equipos muy grandes y empezaron a sentirse grandes”, explica el profe.

Viajar desde la capital del Tolima no fue fácil porque las familias no tenían suficiente dinero y, como siempre, hicieron maromas aquí y allá —préstamos, avances, masato, empanadas y tamales— para que los niños pudieran terminar ese ciclo. Una vez instalados en Medellín, fueron a recorrer los alrededore­s del estadio Atanasio Girardot y de la cancha anexa Marte I, donde iban a jugar. Hoy ese campo no es el mismo de pasto en el que jugaron, sino uno sintético donde las nuevas generacion­es de futbolista­s hacen fila para entrenar. Es común ver a pelaos, como vi a Santiago Gutiérrez, a los nueve años, vestido con la 10 de la selección Colombia, “entrenar los goles olímpicos de James”.

“Fue el capítulo más emocionant­e de nuestra vida juntos”, dice Pipe Gómez, el mejor amigo de James. “Nos empezaron a meter miedo porque nos tocó en el grupo de la muerte contra Medellín, Envigado y Bello; tres equipos favoritos. A nosotros, los tolimenses, nos miraban como diciendo: ‘A estos chinitos les ganamos fácil’. Nunca habíamos jugado con tanta gente en las tribunas. Todo eso nos afectó y comenzamos perdiendo 2-0 con Medellín. Veíamos a ese equipo y nos parecía malo. En el camerino hablamos y salimos con la actitud de ¡no puede ser! ¡Vamos a ganar! Segundo tiempo: en una jugada que armó James me hacen penal, él lo cobra y 2-1. Yo dependía de él por esa visión especial de meter un pasegol como un jugador adulto. Me ponía a correr, yo gambeteaba y ¡gol!, o hacíamos paredes y no había defensa que aguantara. Este es el momento en que vamos y jugamos en cualquier lado y nos entendemos a la perfección. Después me queda un rebote y la meto: 2-2. De repente la gente no gritaba ‘Medellín, Medellín’, sino ‘Academia, Academia’. Nos crecimos y mostramos de lo que éramos capaces. En ese partido ya había mucho empresario. Al final uno le dijo al profesor Álvaro Guzmán: ‘Me interesan esos dos jugadores’ y nos señaló a James y a mí. Él le respondió: ‘Gracias, pero los niños no están a la venta’”. Era Gustavo Upegui López, dueño del Envigado Fútbol Club, reconocido por el ojo que tenía para descubrir estrellas del fútbol en los semilleros de la región y quien, ante la negativa del técnico Guzmán, buscó a Juan Carlos Restrepo, padrastro de James, y le hizo la primera oferta para ser profesiona­l.

Restrepo, fallecido en 2022, prefirió esperar y dejar que el torneo continuara para no distraer a su hijastro. Ya lo habían contactado también del Independie­nte Medellín. Casualment­e el siguiente enfrentami­ento fue contra el equipo de Upegui. Pipe: “Yo le decía a James: ‘Mirá ese combo: Mateo Uribe, Luciano Ospina, Alejo Saldarriag­a, Daniel Buitrago’. Nos tenían encerrados. James la pedía: ‘¡Pásemela, marica!, y no podíamos salir hasta que pudo meter un pasegol y un amigo de apellido Gil definió. Luego nos empatan y en un contragolp­e James me la manda larguísima, me parece verla venir, le gano la carrera a Luciano y hago gol. Queríamos morirnos de la felicidad, el estadio lleno, la cara de empute de esos manes y nosotros abrazados, dando botes y gritando: ‘¡Gol, hijueputa!, ¡Gol, marica!’. Ganamos 2-1. Cuando salíamos nos dijeron que la gente de Envigado había decidido contratarn­os. Nos mirábamos y en nuestra ingenuidad no terminábam­os de creer que un niño fuera a ser comprado. Hasta que el propio Gustavo Upegui nos ve, nos señala y nos dice: ‘Ustedes van a jugar acá’. Ya había hablado con Juanca”.

Para el siguiente partido había nerviosism­o entre los niños y los padres de familia por el rumor de que el Envigado no solo quería a Pipe y a James, sino también a ocho de los once titulares. La consigna era jugar todavía mejorparac­oncretarel­futurodeto­dos.Hubo un momento en que se notaba la presión, pero el que parecía relajado era James, que jugó su mejor partido, pues hizo tres goles: uno de tiro libre, uno de penalti y otro de media distancia. “Ahí se volvió la figura del Pony y nos contagió esa seguridad. El siguiente partido fue contra Antioquia en octavos de final y metió un golazo desde aquí —para describírm­elo Pipe se para en la mitad de la cancha, al costado derecho—. Cuando levantó la cara, yo sabía lo que iba a hacer. Le pegó con una curva rara al estilo Roberto Carlos y entró por el palo contrario. Hasta yo quedé impresiona­do. A la salida la gente nos felicitaba y nos daba $5.000, $10.000. A James era al que más le daban: ‘Buena, pelao, usted juega muy bien’. Los periodista­s locales empezaron a perseguirl­o y a hablar de él como el jugador más talentoso que habían visto en mucho tiempo. Otro amigo, El Tuto, cuenta: “hasta las niñitas empezaron a buscarlo y James me decía: ‘Ojalá me quede aquí para seguir visitando a la bonita que vive en Bello’”.

Pipe: “Volvimos a cruzarnos con Envigado en cuartos de final. Me acuerdo que le decía a James: ‘Mono, estoy nervioso, siento cosas en el estómago’. Sentía que ese equipo era mejor que nosotros. Me respondía: “Sin miedo, cabezón. Vamos a dejarlo todo y a ganar’. Sabíamos que el que ganara iba para la final. Como ya nos conocíamos, fue un juego muy táctico. Cortaron nuestro juego dándonos duro y metiéndono­s miedo. Se gritaban entre ellos: ‘Péguenles al 7 y al 10; que no pasen, así haya que partirlos’. Estaba muy cerrado, pero James abrió un espacio, me la mandó, yo desbordé, la centré, un compañero la tocó, dio en un defensa y se metió. Un goce total”.

Al revisar los periódicos de Medellín, los titulares de una o dos páginas fueron: “Nació para ser futbolista”, “La estrella indiscutib­le”, “El héroe tolimense”. El técnico Guzmán estaba tan contento con el rendimient­o de sus pupilos, que antes de la semifinal los invitó a jugar maquinitas para que pensaran en otra cosa. James no estuvo tan relajado porque quería ganarles a todos. “Mi Dios lo trajo para ser futbolista”, declaró Guzmán, y al día siguiente salió un reportaje a doble página titulado “Nació para ser futbolista”, ilustrado con un rostro gigante de perfil en el que James se ve más mono que nunca. Es una de las reseñas preferidas por su familia.

Perfilado como figura de la copa, periodista­s de los diarios El Colombiano, El Mundo, La

Chivay El Deportivo y de Todelar le preguntaro­n de todo, y James habló más de lo que acostumbra ba. ¿Quién le enseñó a jugar? “Juan Carlos Restrepo”. ¿Y su mamá, Pilar? “Me apoya en todo y por eso le dediqué el mejor gol”. Ella lloró de la emoción después de ver el primer gran paso de su hijo hacia el estrellato, después de cinco años de esfuerzo y disciplina. ¿Se imagina como un gran goleador? “Dios sabrá cuántos goles quiere que marque”. ¿Cómo se define como jugador? “Soy pasegol, no muy veloz y mi fuerte son los tiros libres”. ¿Qué significa para usted la Academia Tolimense? “Mucho. Allí empezó todo”.

Soltó unas cuantas mentiritas piadosas. ¿Le gusta estudiar? “Sí, señor”. ¿Cuál es su materia preferida? “Prefiero el castellano”. ¿Por qué? “Porque sí”. ¿Qué es más importante: el fútbol o el estudio? “El estudio es más importante que el fútbol”. Meses después le diría lo contrario a un profesor. ¿Heredó la calidad de su papá biológico? “Sí. Yo quiero jugar como él, pero también quiero hacer mis cosas solito”. Confesó que guardaba recortes de periódico de sus gestas deportivas, pero tenía claras sus prioridade­s sentimenta­les y estaba a pocos días de hablar de hombre a hombre con quien le dio la vida.

En ese momento veía cercano el sueño de debutar como profesiona­l en su amado

» Hizo dos goles olímpicos en la final y lo contrataro­n entre el Envigado y el Independie­nte Medellín, pero finalmente se quedó con el club naranja, porque los rojos no creyeron que se tratara de un talento especial.

Deportes Tolima. Sin embargo, llegaron primero las ofertas de Envigado, Atlético Nacional, Independie­nte Medellín y Junior. Superado el equipo más difícil, la semifinal fue contra Urabá, rival más accesible. “Ya teníamos la convicción de que íbamos a la final como fuera y preciso James hizo los dos goles con que ganamos: uno de penalti y otro de media distancia. Un rendimient­o así no se le había visto aquí a un infantil”, dice Pipe.

La final fue el 24 de enero frente el Deportivo Cali, contra los jugadores que habían visto entrenar durante un viaje a su sede y a los cuales habían envidiado por tener lo que ellos ni soñaban en los peladeros de Ibagué. “Cuando salimos ellos se veían más cuajados, más jugadores. Estaban el Manga Escobar, Juan David Cabezas, Castillo, Lizarazo; pelaos muy buenos que ahora son profesiona­les. Nosotros sabíamos lo que teníamos, nos mirábamos y nos dábamos ánimo. Cuando James cobró el primer tiro de esquina vi que no estaba centrando, estaba buscando el arco. Era una cuestión de él. Algo que no estaba planeado. Al segundo intento, un defensa se enredó con el balón y ayudó a meterla: gol olímpico y a celebrar lo que veíamos venir. James siguió en la misma, como si supiera que con esa jugada los iba a desestabil­izar otra vez. Cantado. Les clavó el segundo también olímpico. Ese sí entró derecho. Acabamos ese partido y la gente estaba obsesionad­a con James. Era una cosa loca. Pilar, Juanca, las familias detrás de él saltando y los periodista­s haciéndole notas. Él les decía: ‘Yo quiero jugar en el Tolima’, no le sonaba Envigado. Yo (Pipe) pensaba: ‘Este marica en todo torneo es el mejor. ¿Qué tengo que hacer para estar a ese nivel?’. Sentimient­os de rivalidad sana. En medio de una lluvia de papelitos de colores nos dieron los trofeos, medallas, balones y toda la Pony Malta que usted quiera. Todavía nos gusta la Pony y siempre que tomamos una recordamos esos momentos”. James dice emocionado en un video casero: “Fue una etapa bella porque pude mostrar todo mi talento”.

En los avisos de prensa de Pony Malta lo presentaba­n como “un pequeño gigante”, levantando el máximo trofeo bajo la lluvia de confeti, chiflando de la felicidad, así como fotos de él en medio de los dirigentes políticos regionales que le entregaron los premios: Sergio Fajardo y Aníbal Gaviria, testigos atónitos de la hazaña del chiquitín, y videos de los tolimenses dando la vuelta olímpica mientras el arquero del Cali, Johan Wallens, llora y grita: “Yo soy el culpable”.

No. El culpable fue el monito de 13 años que explotó en ese torneo y mostró todo el potencial. Es impactante ver la grabación de Teleantioq­uia: James dando declaracio­nes a Todelar Radio con los brazos en jarra, con una autoridad de profesiona­l: “Esto es una alegría inmensa y hay que seguir trabajando”. Se formó un tumulto de aficionado­s y periodista­s en torno a él, la mayoría preguntánd­ole qué sentía al recibir todos los trofeos, incluidos los de Mejor jugador y Goleador. “Me siento privilegia­do. Soy trabajador y honesto, y quiero ganar todas las competicio­nes. Me gusta el gol y también disfruto dando pases para que mis compañeros puedan convertir”.

Si lo de Medellín fue apoteósico, el recibimien­to en Ibagué fue delirante. Los subieron a un camión de bomberos, recorriero­n la ciudad y les ofrecieron todos los reconocimi­entos cívicos y deportivos en la Gobernació­n del Tolima. Pipe no olvida los detalles: “En esa saltadera, James dejó caer la copa contra mi nariz y me la rajó.

—Mirá, mono marica, cómo me dejaste la nariz.

—Pipe, Pipe, perdóneme, perdóneme. Se señala la cicatriz en la nariz y dice: “Los recuerdos de James”.

En Ibagué le atribuyero­n el campeonato no solo al equipo sino “al alma bendita de Damián Borja, el máximo goleador de todos los tiempos en la Academia, más que James, asesinado a finales del 2003 cuando era la estrella juvenil con más futuro en la selección de Tolima. Tenía 17 años y lo balearon tras oponer resistenci­a a los ladrones que le robaron a su madre $8 millones”.

Envigado seguía detrás de otros jugadores de la AcademiaTo­limense. Al Tuto también lo contactaro­n, me dijo: “Upegui tenía mucha plata y quería comprarnos a la mayoría. Me llamó a Ibagué a preguntarm­e si estaba interesado, y le dije que sí; habló con mis papás. Ofreció un sueldo de $500.000 mensuales y estudio. Alcancé a soñar, pero mi mamá no me dejó porque me tocaba irme a vivir solo. Los $38 millones que dieron por Pipe también los iban a dar por mí. Por James era el doble”.

Pilar y Juan Carlos, los papás de James, pusieron las condicione­s: los derechos deportivos se venden en un 70 % y el 30 % es para el jugador; no se incorporar­á a ningún club solo, sino con un arreglo que incluya vivienda para la familia y trabajo para el padrastro. Cuando analizaron en limpio las opciones, la más atractiva era la del Medellín, a través del gerente Fernando Jiménez Vásquez, en asocio con el Envigado, por medio de Upegui. Financiarí­an todo por mitades. Luego estaba la del Nacional. Con más timidez terciaron Fuad Char, dueño del Junior, y Gabriel Camargo, del Tolima. Para ganar el pulso, Nacional incluso le ofreció trabajo a Juan Carlos como ingeniero de sistemas en Postobón, pero ya era demasiado tarde. Los Rubio Restrepo habían empeñado su palabra con los primeros y Restrepo sería director de tecnología de la Universida­d de Envigado.

Todo parecía encaminado hasta el año siguiente (2005), cuando llegó la hora de pagar el 35 % de cada equipo. Upegui cumplió y el Medellín decidió retirar la inversión porque consideró que el talento del muchacho no era garantía de éxito. En esas negociacio­nes a Jiménez le dijeron una frase a la que no le prestó atención, más bien una sentencia, por la que se lamentó siempre: “Está cometiendo un grave error porque habrá un antes y después de James Rodríguez en el fútbol colombiano”. Y se demostró en la Copa América 2024, como ocurrió en el Mundial de Brasil 2014.

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James Rodríguez lideraba la
selección del Tolima.
En 2004 James Rodríguez lideraba la selección del Tolima.
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James recibió el trofeo de Mejor jugador de manos de Aníbal Gaviria y Sergio Fajardo.
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/ Nelson Padilla y Archivo particular A la izquierda, el trofeo del Torneo Pony Fútbol que ganó el equipo de la Academia Tolimense, liderado por James Rodríguez, goleador y mejor jugador.
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Fue campeón binacional infantil frente a Venezuela.
 ?? / Archivo particular ?? James Rodríguez, figura de la copa Tutti Frutti.
/ Archivo particular James Rodríguez, figura de la copa Tutti Frutti.
 ?? ?? En la Academia recuerdan al James campeón de 2004.
En la Academia recuerdan al James campeón de 2004.

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