El Espectador

La causa nacional

- LA TRIBUNA DE MAROCCO ANDRÉS MAROCCO

Jugar dos finales en menos de un mes no estaba en mis planes jamás. Mis dos amores, sin entrar a decir a quién quiero más, el Bucaramang­a y la selección Colombia llegaron a la final, y eso no lo imaginaba mucha gente con anticipaci­ón. La selección como carta de presentaci­ón para esta instancia pasó de no hacer ni un gol en siete partidos seguidos de eliminator­ias a marcar 12 en cinco en esta Copa.

Néstor Lorenzo llegó generando ciertas dudas, no porque no conociera el entorno, después de tanto tiempo al lado de José Pekerman, sino por su poca experienci­a dirigiendo como entrenador titular, apenas ocho meses en Melgar de Arequipa. Siempre le gustó buscar más que su maestro el arco rival y no lo ha dejado de hacer nunca al frente de este tren, que juega su tercera final en toda la historia de la competició­n.

El encuentro frente a los uruguayos se desnatural­izó con la expulsión de Muñoz y lo más fácil era dedicarse a defender en el segundo tiempo y aguantar. Sin embargo, no lo hizo porque sencillame­nte no le nace, porque cree firmemente que nuestras hechuras tampoco nos lo permiten. Siempre se tuvo disposició­n a buscar el segundo gol en la medida de lo posible, pensando en que los uruguayos iban a descubrirs­e atrás. De no ser por la falta de puntería de Uribe y esa última ocasión que erró Lerma de larga distancia, el marcador hubiese sido más amplio.

Ahora se viene el momento soñado ante la campeona del mundo y defensora del título. Argentina no asusta como antes por dos razones fundamenta­les: la primera, que no ha tenido un juego más que aceptable en el suave camino que le tocó enfrentar para llegar a estas instancias; y la segunda, por el momento nuestro, que con todo y que no vamos a tener al mejor lateral derecho del torneo, somos los de mejor rendimient­o colectivo. La historia siempre pesa, ellos han ganado todo, tienen a Messi, que así no esté al 100 %, es el mejor del mundo, y segurament­e más gente en el estadio. El fútbol es más que nada presente y mentalidad.

Estos muchachos estaban esperando esta oportunida­d toda su vida y no la pueden dejar pasar. No porque no se pueda repetir jugar otra final, pero es que ganar la Copa América así con esa combinació­n de identidad y fútbol moderno, y contra la favorita y legendaria albicelest­e, tendrá gran resonancia y sabría mucho mejor que siempre. Es hora de quitarse de encima ese estigma de que en 2001 era fácil y que ellos gracias a su prepotenci­a no quisieron jugar en nuestra casa. El destino y el buen fútbol nos pusieron precisamen­te contra los que casi siempre nos miran por encima del hombro. Puede ser la mejor Colombia en mucho tiempo.

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