La causa nacional
Jugar dos finales en menos de un mes no estaba en mis planes jamás. Mis dos amores, sin entrar a decir a quién quiero más, el Bucaramanga y la selección Colombia llegaron a la final, y eso no lo imaginaba mucha gente con anticipación. La selección como carta de presentación para esta instancia pasó de no hacer ni un gol en siete partidos seguidos de eliminatorias a marcar 12 en cinco en esta Copa.
Néstor Lorenzo llegó generando ciertas dudas, no porque no conociera el entorno, después de tanto tiempo al lado de José Pekerman, sino por su poca experiencia dirigiendo como entrenador titular, apenas ocho meses en Melgar de Arequipa. Siempre le gustó buscar más que su maestro el arco rival y no lo ha dejado de hacer nunca al frente de este tren, que juega su tercera final en toda la historia de la competición.
El encuentro frente a los uruguayos se desnaturalizó con la expulsión de Muñoz y lo más fácil era dedicarse a defender en el segundo tiempo y aguantar. Sin embargo, no lo hizo porque sencillamente no le nace, porque cree firmemente que nuestras hechuras tampoco nos lo permiten. Siempre se tuvo disposición a buscar el segundo gol en la medida de lo posible, pensando en que los uruguayos iban a descubrirse atrás. De no ser por la falta de puntería de Uribe y esa última ocasión que erró Lerma de larga distancia, el marcador hubiese sido más amplio.
Ahora se viene el momento soñado ante la campeona del mundo y defensora del título. Argentina no asusta como antes por dos razones fundamentales: la primera, que no ha tenido un juego más que aceptable en el suave camino que le tocó enfrentar para llegar a estas instancias; y la segunda, por el momento nuestro, que con todo y que no vamos a tener al mejor lateral derecho del torneo, somos los de mejor rendimiento colectivo. La historia siempre pesa, ellos han ganado todo, tienen a Messi, que así no esté al 100 %, es el mejor del mundo, y seguramente más gente en el estadio. El fútbol es más que nada presente y mentalidad.
Estos muchachos estaban esperando esta oportunidad toda su vida y no la pueden dejar pasar. No porque no se pueda repetir jugar otra final, pero es que ganar la Copa América así con esa combinación de identidad y fútbol moderno, y contra la favorita y legendaria albiceleste, tendrá gran resonancia y sabría mucho mejor que siempre. Es hora de quitarse de encima ese estigma de que en 2001 era fácil y que ellos gracias a su prepotencia no quisieron jugar en nuestra casa. El destino y el buen fútbol nos pusieron precisamente contra los que casi siempre nos miran por encima del hombro. Puede ser la mejor Colombia en mucho tiempo.