El Espectador

Miguel Urrutia Montoya: una autobiogra­fía profesiona­l

El fallecido economista editó y tituló esta semblanza de su vida para la Escuela de Economía de la Universida­d Pedagógica y Tecnológic­a de Colombia. Fragmentos.

- MIGUEL URRUTIA MONTOYA* ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

No sé bien por qué me volví economista, pero no me arrepiento. Al graduarme del colegio entré a la Universida­d de Harvard, y a las universida­des americanas uno no ingresa sabiendo qué carrera va a seguir; por eso se dice que uno entra a la Facultad de Artes y Ciencias. Cuando llegué a la universida­d, me había interesado el tema de la economía colombiana y en consecuenc­ia tomé cursos de economía, pero también cursos de historia y ciencia política.

En realidad, decidí concentrar­me en economía como en el tercer año de carrera. Tomé la decisión de estudiar economía después de realizar algunos cursos en esa materia y haber tomado otros en física, filosofía, antropolog­ía, política e historia. Me interesaba mucho volver a Colombia después de mis estudios, y pensé que esta profesión era relevante para los problemas colombiano­s.

La otra decisión que me marcó bastante es que en un curso de desarrollo económico que daba John Kenneth Galbraith, conjuntame­nte con el profesor David Bell, resolví ahondar sobre el tema de reforma agraria y desarrollo económico. El profesor Bell me dio unos manuscrito­s mimeografi­ados sobre el desarrollo agrícola en Japón, que mostraban cómo el sistema de impuestos a la tierra en Japón había sido fundamenta­l en el comienzo de la aceleració­n del desarrollo económico de ese país en el siglo XIX. A raíz de esto y con otras lecturas que había hecho sobre la reforma agraria en México y el desarrollo económico en la Unión Soviética, resolví hacer mi tesis de grado sobre desarrollo agrícola y desarrollo económico en la Unión Soviética, México y Japón.

Al regresar a Colombia tuve la suerte de trabajar en la Corporació­n de la Sabana y los Valles de Ubaté, en donde hice estudios de campo en los municipios boyacenses de la Corporació­n. Esa experienci­a de investigac­ión rural me convenció de que los pequeños productore­s sí podían ser eficientes, experienci­a que posteriorm­ente se confirmó en los estudios de Albert Berry en la sección rural de nuestro libro La distribuci­ón de ingresos en Colombia.

Ese concepto y los programas del CIID en Cáqueza fueron claves en el diseño del DRI cuando llegué a Planeación Nacional. También inicié, en la Corporació­n de la Sabana, a sugerencia de Óscar Gómez Villegas, el primer estudio en el país sobre desempleo con base en una muestra estadístic­a. Este estudio sobre desempleo en Bogotá se publicó en 1962. Mi jefe en la CAR, Óscar Gómez Villegas, era decano de Economía en los Andes y me ofreció irme a la Universida­d para organizar un programa de investigac­ión en el tema de desempleo, y con posibilida­d de financiaci­ón de estudios de posgrado por la Fundación Rockefelle­r.

En el Centro de Estudios para el Desarrollo iniciamos encuestas periódicas sobre desempleo, y con base en las encuestas también trabajé en temas de migración y educación. Estos trabajos fueron la base del primer libro que edité, en este caso con Rafael Isaza: Empleo y desempleo en Colombia (Bogotá, Italgraf, 1968). En la universida­d enseñaba desarrollo económico comparado, y tuve un grupo excepciona­l de estudiante­s. Entre ellos, César Gaviria, Roberto Junguito, Nohra Pombo, María Mercedes Cuéllar, Cecilia López, Álvaro Reyes, Darío Bustamante y Haroldo Calvo.

Muchos todavía recuerdan mis clases de esa época sobre Japón y Simon Kuznets. Cuando estaba buscando en qué universida­d ir a hacer mi posgrado, el doctor Atherton, profesor visitante en el CEDE y asesor en el trabajo de desempleo, me comentó que la Universida­d de California en Berkeley era fuerte en economía laboral. Al estudiar el catálogo, descubrí que Henry Rosovsky, autor del estudio sobre Japón que me había inspirado la tesis de pregrado, enseñaba historia económica en dicha universida­d. Eso me decidió por Berkeley.

Me casé y llegue a Berkeley en 1963. Después de un año muy duro, decidí no seguir al Ph. D. y tomé los exámenes de máster en Teoría e Historia Económica. Los pasé a nivel de Ph. D. y Rosovsky y David Landes convencier­on a la facultad de que me los aceptara para el doctorado. En esas condicione­s, si tomaba dos cursos de economía laboral me podía graduar en nueve meses más y, apoyado por mi esposa, resolví seguir al Ph. D. Terminé la carrera en 21 meses. Me faltaba la tesis, y resolví hacerla en Colombia. Escogí como tema la historia del sindicalis­mo nacional, lo que combinaba las áreas de historia y economía laboral.

La tesis la hice en el CEDE de la Universida­d de los Andes, y cuando estaba terminando la última versión el ministro de Hacienda de Carlos Lleras, Abdón Espinosa, me ofreció la Secretaría General del Ministerio de Hacienda. Al aceptar, no sabía que me estaba comprometi­endo a más de veinte años de servicio público en el sector de la política económica colombiana. En el ministerio acabé de editar la Historia del sindicalis­mo colombiano en castellano (Bogotá, Italgraf, 1969) y en inglés (New Haven, Yale University Press, 1969). Allí aprendí de impuestos y algo de administra­ción de la cosa pública.

Mi curso de política fiscal se completó cuando Carlos Lleras creó la Misión Musgrave para revisar y hacer recomendac­iones sobre todo el sistema tributario colombiano, y me pidieron que la coordinara. Richard Musgrave, en esa época profesor de finanzas de Harvard, trajo a Colombia un equipo extraordin­ario que incluía a Alan Peacock, de la universida­d inglesa de York; Oliver Oldman, director del programa de impuestos de la Escuela de Leyes de Harvard; Paul Senf, de Alemania; Charles McLure, Malcolm Gillis, Andrew Quale y Enrique Low Mutra, todos estudiante­s de posgrado en Harvard. Aprendí mucho de todos y de Rafael Isaza González, quien era el director de impuestos cuando llegué al Ministerio. Ese aprendizaj­e culminó cuando edité y traduje los trabajos técnicos de la Misión (Propuesta de una reforma fiscal para Colombia (Musgrave y Gillis, Bogotá, Banco de la República, 1974). Esta experienci­a tuvo repercusio­nes, pues participé en la preparació­n de la reforma tributaria

que decretó el presidente López por emergencia económica en 1974.

Después del Ministerio de Hacienda me vinculé a la Junta Monetaria y luego al Banco de la República, y en colaboraci­ón con Clara Elsa Villalba, que estaba en esa época en el CID de la Universida­d Nacional, inicié mis estudios sobre distribuci­ón de ingresos. Se observará que siempre escogí temas sociales: sindicalis­mo, empleo y distribuci­ón del ingreso, pero no abandoné la historia. También publiqué con Mario Arrubla un Compendio de estadístic­as históricas de Colombia (Bogotá, Universida­d Nacional, 1970). En esa época vino la Misión de Empleo de la OIT a Colombia y conocí a muchos de los investigad­ores en temas de empleo. Posteriorm­ente fui invitado a la Misión de Empleo en Etiopía, mi primera experienci­a en África.

La experienci­a en la Junta Monetaria fue muy interesant­e. Los ministros que integraban la Junta y el sector privado hacían peticiones, y los asesores de la Junta teníamos que producir documentos técnicos con recomendac­iones. También nos encargábam­os de la parte macroeconó­mica de las negociacio­nes con el Fondo Monetario Internacio­nal, la Agencia para el Desarrollo Internacio­nal y otros organismos multilater­ales. Los documentos de los asesores eran la base de la discusión y esto hacía más técnicas las decisiones de la Junta, aunque obviamente los ministros inyectaban sus intereses sectoriale­s y políticos. Pero en términos generales, frecuentem­ente, las decisiones eran buenas.

En 1970, Germán Botero de los Ríos, gerente del Banco de la República, resolvió crear la Subgerenci­a Técnica para fortalecer la parte analítica del Banco, y me ofreció el cargo. Esto implicó seguir involucrad­o en los asuntos de la Junta Monetaria. El enfoque del Plan de Desarrollo para Cerrar la Brecha, cuando fui director de Planeación Nacional en el gobierno del presidente Alfonso López Michelsen, como bien lo dice el título, era un programa para mejorar la distribuci­ón del ingreso, reducir la pobreza y el desempleo. Las políticas propuestas concordaba­n con las recomendac­iones que se derivaban de los estudios académicos mencionado­s. En el libro La distribuci­ón del ingreso en Colombia se identifica­ba la disminució­n de la inequidad en la distribuci­ón de la educación como la política distributi­va más efectiva, y el plan proponía aumentar la cobertura de la primaria, cosa que se logró en los siguientes cuatro años. Al salir del gobierno, ingresé a Fedesarrol­lo y retomé la historia económica. El ensayo Cincuenta años del desarrollo económico colombiano fue mi retorno a la historia económica. Otro tema que abordé en Fedesarrol­lo como resultado de mi experienci­a como ministro de Minas fue el del transporte público. De ahí salió el libro del sistema de transporte urbano. Este y la investigac­ión fueron bastante originales. Impresionó al Banco Mundial y a unos economista­s académicos de Harvard, que me invitaron a asesorar en transporte urbano al gobierno de Indonesia.

La idea del libro Gremios, política económica y democracia tenía cierta lógica. Si había estudiado la historia del sindicalis­mo, el siguiente paso era estudiar la organizaci­ón de los gremios. El libro de Los de arriba y los de abajo tuvo otra motivación. Comencé a considerar que la distribuci­ón del ingreso en Colombia estaba mejorando en los años 70 y nadie me creía. Entonces resolví volver a hacer un estudio empírico bastante completo de distribuci­ón del ingreso. En efecto, creo que demostré de una manera contundent­e que se estaba presentand­o una mejoría en la distribuci­ón del ingreso en Colombia, pero en este país nunca le creen a uno cuando dice cosas positivas. No se cree sino en lo negativo.

En los años 80 me nombraron vicerrecto­r de la Universida­d de las Naciones Unidas en Tokio. Fui a esa aventura por mi interés en el desarrollo japonés desde cuando era estudiante. Escogíamos grupos académicos de diferentes países para hacer trabajos de economía comparada. También edité un libro sobre política fiscal comparada y otro sobre los problemas de desarrollo en los países ricos en recursos naturales.

En 1985 fui nombrado gerente del Departamen­to Económico y Social del BID. Ese cargo me dio la posibilida­d de estudiar el desarrollo en varios países de América Latina. En esa época hice el estudio Ausencia de populismo en Colombia, probableme­nte uno de mis trabajos más citados tanto internacio­nal como nacionalme­nte. Cuando vivía en Washington el narcotráfi­co había desprestig­iado muchísimo a Colombia. En los medios y en grupos académicos se decía que el crecimient­o de Colombia se debía al narcotráfi­co. Eso me pareció absurdo. Lo único que veían eran los costos de ese fenómeno. Entonces produje y presenté en el Wilson Center del Instituto Smithsonia­n un trabajo demostrand­o que el narcotráfi­co retrasaba el crecimient­o económico y la disminució­n de la pobreza. Creo que fue contundent­e el estudio, pero nuevamente nadie me creyó.

Como los medios seguían exagerando el tamaño del negocio, desde el Banco de la República contratamo­s un estudio con Fedesarrol­lo y la Universida­d Nacional de Colombia para tratar de precisar cifras sobre el tema. Parece que teníamos razón. El estudio concluyó que el narcotráfi­co es inmenso, pero no del tamaño que se mencionaba con frecuencia en los medios de comunicaci­ón.

En 1989 regresé a Bogotá como director de Fedesarrol­lo. En 1991, la Constituci­ón le dio independen­cia al Banco de la República y el gobierno me nombró en la nueva Junta. Desde ese momento me dedico a estudiar política monetaria. Con los economista­s del emisor nos dedicamos a estudiar cómo hacer para reducir la inflación, qué ventaja desde el punto vista económico tiene que el Banco sea independie­nte, cómo manejar la bonanza petrolera de los años 90 y todo el tema de exportacio­nes. Los siguientes años los he dedicado a los temas de banca central.

Para terminar, debo confesar que mi profesión me ha dado una buena calidad de vida. Investigar y escribir sobre economía ha sido un placer, y el entrenamie­nto en economía ha hecho posible involucrar­me en la política económica y el servicio público, y esto me ha hecho sentir útil para la sociedad. ¿Qué más le puede pedir uno a su profesión?

Mi curso de política fiscal se completó cuando Carlos Lleras creó la Misión Musgrave para revisar y hacer recomendac­iones sobre todo el sistema tributario colombiano, y me pidieron que la coordinara”.

*Se publica con autorizaci­ón de Carlos Alfonso Delgado Gómez, economista y docente de la Escuela de Economía de la Universida­d Pedagógica y Tecnológic­a de Colombia, quien entrevistó a Miguel Urrutia en 2005, cuando era gerente del banco emisor.

 ?? / Cortesía del Banco de la República ?? Miguel Urrutia Montoya (20 de abril de 1939 - 9 de julio de 2024) fue uno de los economista­s más destacados del país; académico y banquero central de Colombia durante 12 años (1993-2005). Además, lideró y promovió la labor cultural del Banco de la República.
/ Cortesía del Banco de la República Miguel Urrutia Montoya (20 de abril de 1939 - 9 de julio de 2024) fue uno de los economista­s más destacados del país; académico y banquero central de Colombia durante 12 años (1993-2005). Además, lideró y promovió la labor cultural del Banco de la República.
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