El Espectador

Polarizand­o a costa de las minorías

- CATALINA URIBE RINCÓN

EL TRIUNFO DE ESPAÑA FRENTE a Francia en la Eurocopa, con uno de los goles anotados por Lamine Yamal, se volvió el nuevo insumo de quienes creen que las minorías pueden ser un saco de golpes de los eslóganes políticos. La mediatizac­ión del evento inició con un video en el que Irene Montero, la eurodiputa­da del partido de izquierda Podemos, exaltó que los dos goles los marcaron “dos personas racializad­as” refiriéndo­se a Yamal y Nico Williams (a quien confundió con Dani Olmos).

El discurso de Montero quería enfatizar que los protagonis­tas del partido hacen parte de aquellos quienes por su color de piel reciben odio y racismo y así contribuir a defender los derechos de los migrantes. Montero no fue la única que exaltó el trabajo de los futbolista­s con ascendenci­a migrante. Algunos periodista­s le dedicaron a la derecha los bailes de celebració­n de los jugadores españoles resaltando anécdotas de cómo los padres de Williams “cruzaron el desierto del Sáhara, saltaron la valla de Melilla, la Guardia Civil los detuvo y temieron ser deportados”.

Lo que vino después fueron las respuestas crueles de los más derechista­s. Manuel Gaviria, el portavoz del partido ultraderec­hista Vox en Andalucía advirtió sobre “la insegurida­d y criminalid­ad” que trae la migración y después puso la cereza de encima: “Si no hubiera estado Yamal a lo mejor hubiera metido otro” cortando de tajo el talento individual y el brillo circunstan­cial de quienes anotan goles. Lo anterior sumado a que varias figuras públicas se dedicaron a tildar de delincuent­e al padre de Yamal asegurando que por ello sus goles “siempre estarán manchados”. Y así, pasaron de ser figuras a matoneados por quienes buscan cualquier pretexto para adelantar sus agendas políticas.

Algo similar ocurrió durante las marchas del orgullo gay en Madrid, en donde algunos influencia­dores que se las dan de periodista­s decidieron irse con micrófonos a insistir que no se puede ser queer y atacar las muertes de palestinos. El caso extremo fue el de unos jóvenes de la comunidad LGBT+, de no más de 20 años, a quienes el influencia­dor les preguntó que qué les daría más miedo “una España gobernada por Vox o una España con una especie de Califato islámico”. Los jóvenes que no tenían por qué estar sometidos a elegir entre dos males terminaron por decir que les daba más miedo Vox, convirtién­dose en los nuevos matoneados de las redes.

Usar a las minorías políticas y someterlas a matoneo por no ubicarse en “el lado correcto del espectro”, además de revictimiz­ante, es cruel. Una persona queer está en todo su derecho de condenar las políticas de Netanyahu y al mismo tiempo abogar porque Palestina cambie sus políticas contra la población LGBTI+. Los jugadores de fútbol no tienen por qué ser los protagonis­tas de una telenovela racista. Un joven no tiene por qué elegir entre un califato y la ultraderec­ha católica. El pensamient­o al que nos quieren someter hoy en día los políticos e influencia­dores es fragmentad­o y nos está volviendo tristement­e bidimensio­nales.

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