Polarizando a costa de las minorías
EL TRIUNFO DE ESPAÑA FRENTE a Francia en la Eurocopa, con uno de los goles anotados por Lamine Yamal, se volvió el nuevo insumo de quienes creen que las minorías pueden ser un saco de golpes de los eslóganes políticos. La mediatización del evento inició con un video en el que Irene Montero, la eurodiputada del partido de izquierda Podemos, exaltó que los dos goles los marcaron “dos personas racializadas” refiriéndose a Yamal y Nico Williams (a quien confundió con Dani Olmos).
El discurso de Montero quería enfatizar que los protagonistas del partido hacen parte de aquellos quienes por su color de piel reciben odio y racismo y así contribuir a defender los derechos de los migrantes. Montero no fue la única que exaltó el trabajo de los futbolistas con ascendencia migrante. Algunos periodistas le dedicaron a la derecha los bailes de celebración de los jugadores españoles resaltando anécdotas de cómo los padres de Williams “cruzaron el desierto del Sáhara, saltaron la valla de Melilla, la Guardia Civil los detuvo y temieron ser deportados”.
Lo que vino después fueron las respuestas crueles de los más derechistas. Manuel Gaviria, el portavoz del partido ultraderechista Vox en Andalucía advirtió sobre “la inseguridad y criminalidad” que trae la migración y después puso la cereza de encima: “Si no hubiera estado Yamal a lo mejor hubiera metido otro” cortando de tajo el talento individual y el brillo circunstancial de quienes anotan goles. Lo anterior sumado a que varias figuras públicas se dedicaron a tildar de delincuente al padre de Yamal asegurando que por ello sus goles “siempre estarán manchados”. Y así, pasaron de ser figuras a matoneados por quienes buscan cualquier pretexto para adelantar sus agendas políticas.
Algo similar ocurrió durante las marchas del orgullo gay en Madrid, en donde algunos influenciadores que se las dan de periodistas decidieron irse con micrófonos a insistir que no se puede ser queer y atacar las muertes de palestinos. El caso extremo fue el de unos jóvenes de la comunidad LGBT+, de no más de 20 años, a quienes el influenciador les preguntó que qué les daría más miedo “una España gobernada por Vox o una España con una especie de Califato islámico”. Los jóvenes que no tenían por qué estar sometidos a elegir entre dos males terminaron por decir que les daba más miedo Vox, convirtiéndose en los nuevos matoneados de las redes.
Usar a las minorías políticas y someterlas a matoneo por no ubicarse en “el lado correcto del espectro”, además de revictimizante, es cruel. Una persona queer está en todo su derecho de condenar las políticas de Netanyahu y al mismo tiempo abogar porque Palestina cambie sus políticas contra la población LGBTI+. Los jugadores de fútbol no tienen por qué ser los protagonistas de una telenovela racista. Un joven no tiene por qué elegir entre un califato y la ultraderecha católica. El pensamiento al que nos quieren someter hoy en día los políticos e influenciadores es fragmentado y nos está volviendo tristemente bidimensionales.