Dabeiba, cuna y montaña de la justicia restaurativa
En este municipio, conocido como La Puerta del Urabá, por vez primera, excombatientes y militares trabajaron en conjunto en una iniciativa de justicia restaurativa que llevó educación y apoyo en labores agrarias para víctimas del conflicto.
En su mano toma con fuerza un pequeño cuarzo, semejante en forma a un corazón. Lo aprieta mientras habla del significado que ha creado sobre la culpa y el perdón. Alrededor, en el cementerio Las Mercedes, en Dabeiba (Antioquia), cantan y se posan pajaritos. Mariposas blancas, una azul y negra, y otra anaranjada parecen turnarse durante la conversación. Es la primera vez que Yair Leandro Rodríguez, mayor (r) del Ejército, regresa a este camposanto contando el recuerdo del 18 de mayo de 2002, cuando dio la orden de asesinar y enterrar al campesino Edison Lezcano Manco, de 23 años, haciéndolo pasar con un guerrillero muerto en combate.
Es 12 de julio de 2024, día en que la justicia restaurativa evidencia un precedente para el mundo. Nunca antes un proceso de justicia transicional en el mundo había unido a máximos responsables de la violencia en el conflicto, justo en el mismo espacio donde cometieron crímenes y también con algunas de las víctimas que dejaron a su paso. Desde febrero de 2024, 11 firmantes de paz y siete militares retirados, entre ellos Yair Leandro Rodríguez, realizaron 66 talleres educando sobre el riesgo de minas antipersonal y apoyaron también a 30 sobrevivientes de la violencia en labores agrarias en los municipios antioqueños de Dabeiba, Murindó, Mutatá y Frontino.
Las actividades fueron realizadas durante el proyecto de Horizontes Seguros, una iniciativa de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) que tuvo como aliada a la Campaña Colombiana Contra las Minas. Según esta campaña, el 95 % de los habitantes de Dabeiba han sido afectados por el conflicto, siendo Antioquia el departamento donde la población civil sufrió la mayor cantidad de afectaciones. Aquí, según la JEP, 2.668 personas fueron afectadas por la instalación de estos artefactos explosivos. Por ello, hacer pedagogía sobre el riesgo de las minas antipersonal que todavía están instaladas en la zona rural del pueblo, ha sido un asunto de importancia para aquellos comparecientes que, de forma voluntaria, buscan restaurar y resarcir el daño que dejaron en la región.
Durante una Audiencia de Reconocimiento de Verdad el 27 de junio de 2023, Yair Leandro Rodríguez, junto con siete comparecientes más de la Fuerza Pública, reconocieron la verdad de las más de 40 desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales que cometieron en este municipio. Actualmente, realizan labores restaurativas, educan y siembran, junto con excombatientes, anhelando que tengan un efecto en las sanciones que definirá el tribunal en su contra. Por ahora, según la Secretaría Ejecutiva de la JEP, las actividades sí tienen una validez jurídica, pero serán los jueces quienes definan su incidencia en las sentencias de los comparecientes. Es decir, si se traducen en una rebaja de pena u otro beneficio.
Por ahora, víctimas de la guerra como Efraín Úsuga Uribe, a quien en 1997 le asesinaron a su hermano Alveiro e hicieron pasar como guerrillero dado de baja en combate, reciben con alegría la llegada de los comparecientes a sus fincas.
Quiénes antes fueron adversarios se reunieron entonces este 12 de julio en el coliseo de Dabeiba, el objetivo fue evidenciar cómo la unión de todos estos actores realmente tiene un efecto en la comunidad. Aunque, de acuerdo con el Gobierno, se necesitan 50 años para desminar todo el territorio colombiano, la formación que hicieron los comparecientes ha sido de valiosa importancia para unirse en la prevención de los daños de estos explosivos, así como el diálogo y la reconciliación.
De este espacio, nacen herramientas que magistrados y organismos internacionales valoran como una metodología innovadora para transitar conflictos de esta magnitud.
Por su parte, Yair Leandro Rodríguez, mientras enciende un Malboro cerca del mismo lugar donde ordenó enterrar a Edison, con sus manos medio resecas y temblorosas, expresa que el fin de esta iniciativa le ha dado un sentido de vida para entender la humanidad y el horror que cometió. “El perdón es tranquilidad, pero a veces no tiene la valentía para pedirlo. Mientras que la culpa es haber dañado una familia, haberme fallado a mí mismo”, dice apretando el cuarzo que le regaló su madre, el mismo que ahora le ayuda a expresar las emociones que siempre guardó, con el que habla de la culpa y su sueño de compartir más con su hijo. Sentimientos que ahora le permiten acercarse a otros sin la mirada de la autoridad y la violencia.