El Espectador

“La traviata” y Andrés Orozco-Estrada: la inmortalid­ad de una melodía orgánica

La ópera se estrena hoy en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, donde se presentará hasta el 14 de julio. El director musical de esta producción, Andrés OrozcoEstr­ada, habló para El Espectador a propósito de la obra.

- ANDREA JARAMILLO CARO ajaramillo@elespectad­or.com @Andreajc14­06

“Libiamo, libiamo ne’lieti calici” (Bebamos alegrement­e de este vaso) es el primer verso que entona Alfredo, interpreta­do por Paolo Fanale, entre alegres violines y una canción que invita a la fiesta y el disfrute. El dueto con Violetta, interpreta­da por Julia Muzychenko y Eliana Piedrahíta, es una de las melodías más reconocida­s de la ópera, La traviata, de Giuseppe Verdi. Esta canción del primer acto es el abrebocas de una historia que lentamente se sumerge en la tragedia. El allegretto dura poco y da paso a notas sombrías y desesperad­as conforme avanza el relato.

Esta historia de amor trágico y amantes desventura­dos, que se presenta del 12 al 14 de julio en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, se estrenó el 6 de marzo de 1853 en el teatro La Fenice, en Venecia. Con un libreto escrito por Francesco Maria Piave, Verdi utilizó como inspiració­n una adaptación teatral de 1852 de la obra de Alexandre Dumas, La dama de las camelias, que fue publicada en 1848. El primer acto aconteció entre vítores y aplausos. “El día de la premier al preludio le fue muy bien y el público obligó a Verdi debido a la exaltación. Tuvo que volver a hacerlo luego del brindis y del dueto Violetta-Armando. Esta primera parte fue recibida con entusiasmo, empujado por el calor de la impresión favorable de la obertura y la música del brindis. Verdi y la Salvini-Donatelli fueron llamados a escena innumerabl­es veces”, escribió Tommasso Locatelli, el crítico veneciano en La Gazzetta Uffiziale di Venecia en su momento. El segundo acto de la premier llegó con aires de desgracia. Según reportes de la época, la audiencia reía a carcajadas, que luego se tornaron en silbidos y abucheos frente a la representa­ción de tuberculos­is por parte de la cantante Fanny Salvini-Donatelli. “La traviata fue un inmenso fiasco, y peor, la gente se ha reído a carcajadas. Sin embargo, ¿qué esperabas?... Ellos están equivocado­s o yo lo estoy. Pero creo que la última palabra sobre La traviata no fue dicha anoche. ¡La van a ver de nuevo y veremos qué pasa!”, escribió Verdi en una carta a Angelo Mariani, director del teatro Carlo Felice en Génova.

“Sin embargo, después de algunas revisiones, y con una nueva Violetta, la obra comenzó a extenderse como la pólvora, llegando a Viena, Londres, París y Nueva York, en 1856”, se lee en un artículo del Opera North.

Más de 170 años después de su estreno, esta obra sigue cautivando los corazones y los oídos de audiencias alrededor del mundo. Para Andrés Orozco-Estrada, director musical de la producción, la popularida­d de esta ópera se debe a que “fue compuesta con una genialidad que se basa en una combinació­n entre la música y la historia. Era importante manejar el drama desde un punto de vista teatral, y eso lo ref lejan y lo transmiten las melodías, sin volverse demasiado complejas, es decir, cualquier persona puede tararear o silbar las canciones después de oírlas una vez”.

Para él, esta obra de Verdi ha superado la prueba del tiempo por “la manera tan inteligent­e y orgánica en la que está construida. Uno está conectado todo el tiempo, y eso hace que funcione muy bien. La historia tiene también un elemento interesant­e, pues, desde el punto de vista social, siempre será atemporal y se podrá recrear de alguna manera”.

La producción cuenta con la dirección escénica de Pedro Salazar y la Compañía Estable. Salazar y Orozco-Estrada unieron fuerzas de nuevo para dar vida a estos personajes de Verdi, y para el director musical ha sido muy importante el apoyo e inspiració­n que se pueden transmitir mutuamente, pues aseguró que uno de los desafíos de estar en el foso no es solo dirigir a la orquesta y cantantes, sino conectar con la parte emocional.

Uno de los momentos que Orozco-Estrada recuerda de su historia con La traviata, es el acompañami­ento que ha ofrecido a algunas sopranos con el aria Sempre libera que interpreta Violetta. “Es un aria para brillar, para mostrarse. Tiene bravura. Hay que tener un dominio de la voz increíble”. Sin embargo, afirmó que el recuerdo más bonito que tiene con esta obra de Verdi fue cuando la realizó por primera vez en Colombia. Sucedió para celebrar un aniversari­o de la Ópera de Colombia. “Me invitaron, y era la primera vez que hacía la ópera completa. Para mí fue una gran alegría, además la recuerdo como una primera vez importante, muy bonita y exitosa, así que le cogí un enorme aprecio a esta partitura”.

El mundo del director musical se ha debatido entre lo emocional y lo racional, que se juntan con la presión de estar a la cabeza de una máquina bien aceitada, en la que los errores, aunque no cuesten la vida, pueden marcar una diferencia. Orozco-Estrada aseguró que se entrega a cada nota en cada ensayo y presentaci­ón: “Desde el inicio, en la obertura y con algunas frases de los violines, siento que ya estoy ahí adentro y que seré quien sufra la muerte de Traviata. En otras siento la alegría de la fiesta y después, también, el coqueteo. Se vuelve una cosa sensorial y con el trabajo que hago, creo que soy el único que tiene la suerte de hacer todos los papeles. Encarno con un inmenso compromiso cada uno de ellos”.

Más de 170 años después de su estreno, esta obra sigue cautivando los corazones y los oídos de audiencias alrededor del mundo.

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/ Juan Diego Castillo. La ópera “La traviata” contará con la participac­ión de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia.
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