El momento del leopardo
Uno de los equipos históricos que no han podido conseguir aún una estrella parte, con justicia desde hoy, en el inicio de los cuadrangulares como favorito para pelear por el primer título del año: el Atlético Bucaramanga de mis amores. A muchos les costará ponerle ese rótulo al leopardo por la falta de costumbre de verlo en estas instancias, instalado en semifinales con cinco fechas de anticipación y con el punto invisible en el bolsillo, después de terminar primero en el todos contra todos con una diferencia de gol de 14, producto de 24 goles a favor y apenas 10 en contra. Además jugando bien con equilibrio en sus líneas, defendiéndose eficientemente y con su estilo práctico y certero para hacerle daño al rival cuando lo necesita, sin desesperarse.
Después de mucho tiempo, los directivos decidieron empezar a hacer las cosas mejor y dieron el primer paso contratando a Rafael Dudamel, el entrenador venezolano que ya supo con el Cali alzarse con la liga local, ha tenido muchos más aciertos que errores y ha logrado un equipo muy unido y comprometido.
No tiene figuras, pero sí referentes que de pronto como él mismo tenían afán de revancha de su actualidad, que no era ideal, como Fabián Sambueza, Aldair Quintana, Freddy Hinestroza, Aldair
Gutiérrez, y Fabry Castro, para nombrar algunos. A su alrededor, varios utilitarios con buen promedio de edad y físico adecuado para el estilo de juego que proponen.
La reedición de Jefferson Mena y Carlos Henao, que lideran un aparato defensivo moderno que se complementa con el tercero (juegan tres centrales en el fondo), que se acomode a las características del rival de turno y combinan muy bien sus movimientos con Castro, Flórez y Gutiérrez, que no se pueden dejar por fuera del mejor sistema defensivo del equipo en años. Adelante es rápido y certero, huele la sangre de su presa y liquida con los extremos profundos Micolta y Córdoba para finalizar con Mosquera o Martínez si corresponde por dentro.
La ciudad está volcada e ilusionada con razón porque considera que, después de 75 años de frustraciones, ya merece las mieles de la victoria. Y lejos de cábalas o tendencias sobre el desenlace de este por demás caprichoso sistema colombiano, hay argumentos. Claro que se puede caer la estantería, por la misma inexperiencia del escudo, pero también es hora de que gane el mejor del torneo y no solamente el que hizo la del estudiante vago que al final se puso las pilas y salvó su fiesta de grado. En 1997 se inventaron un torneo largo y le quedaron debiendo la vuelta olímpica a los entonces dirigidos por Carlos Mario Hoyos; equipos como el de 1960, o el del 84, 90 o 2106 estuvieron muy cerca de la gloria, pero esta vez hay una convicción importante y una expectativa desbordante en los santandereanos que prometen, como bien dice el himno compuesto por Pablo Rueda Arciniegas, uno de los más bonitos de este país, ir “siempre adelante, ni un paso atrás”.