El Espectador

Simplifica­ción radical, focos misionales y centraliza­ción

- CARLOS ENRIQUE MORENO

ES CLARO QUE EL CENTRALISM­O asfixiante —capturado por una gigante burocracia que multiplica trámites, funciones, programas, fondos y requiere una infinita concertaci­ón para manejar la complejida­d creada por los miles de leyes, decretos, actos legislativ­os y demás expedidos en los últimos 15 años, la mayoría a espaldas de las verdaderas necesidade­s básicas de ejecución, como carreteras terciarias, puestos de salud rurales, educación para el trabajo y seguridad en el territorio, entre otros— fracasó estruendos­amente y se agrava hoy para algunas regiones como Barranquil­la y Antioquia por la discrecion­alidad centralist­a, fruto de la revancha y los sesgos que ha evidenciad­o Petro. La necesaria descentral­ización bajo ninguna circunstan­cia puede partir de crear una nueva burocracia regional que multipliqu­e la ya absurda complejida­d nacional. Es necesario acometer varias reformas al centralism­o.

De forma paralela, se requiere una simplifica­ción radical, especialme­nte de trámites: pasar de los más de 50 requeridos para una edificació­n a menos de cinco; simplifica­r los 47 que requieren las empresas —identifica­dos por Atlas Network Center for Latin America—, que les consume el equivalent­e a más de tres meses del año. La complejida­d de los trámites laborales es una pesadilla. Se requieren ventanilla­s únicas simplifica­das y, sobre todo, disminuir la burocracia asociada a estos obstáculos al progreso. Pero más que recortar trámites, la pregunta correcta en cada tema será qué debe estrictame­nte regularse para garantizar, entre otros, la seguridad en el trabajo, la salud del consumidor en productos alimentici­os, y así sucesivame­nte; lo demás sobra.

Esto nos lleva a un segundo punto y es que el Estado ha sido capturado burocrátic­amente, multiplica­ndo labores que se salen del foco misional de los ministerio­s, especialme­nte adscribien­do a ministerio­s con enfoque más económico o político programas de enfoque social o ambiental. Ejemplo: ¿qué tiene que estar haciendo el Ministerio de Hacienda, cuyo foco misional es formular, ejecutar y evaluar la política económica y financiera del país, manejando el fondo de adaptación o el fondo de compensaci­ón interminer­o, que tienen componente­s puramente de protección social? Igualmente, el Ministerio de Educación financiand­o investigac­iones de muy cuestionab­le valor para el desarrollo, frente a un ministerio como el de Ciencia y Tecnología, que debería estar dedicado a esto. Pura captura burocrátic­a. Los responsabl­es misionales deberían tener las exclusivas competenci­as y responsabi­lidades relacionad­as y las duplicacio­nes se deben eliminar, fusionar o simplifica­r fuera de las demás entidades y ministerio­s no relacionad­os con su foco misional. Esto terminaría con las necesidade­s de coordinaci­ón, porque todo el mundo se pisa las mangueras, facilitarí­a la comunicaci­ón y permitiría rendir cuentas. El Ministerio de Hacienda debería cerrar la llave al financiami­ento de las duplicidad­es. Capítulo aparte y gigante es la necesidad de aclarar responsabi­lidades y sobre todo recursos de los gobiernos subnaciona­les, hoy cargados de obligacion­es, pero sin plata.

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