No olviden la masacre de las bananeras, ni las demás
DEPLORO QUE EN SU EDITOrial del 6 de diciembre El Espectador no haya aludido a la masacre de las bananeras, cuando exactamente ese día se cumplieron 95 años de esa matanza espantosa que marcó con fuego y tiñó de sangre a la incipiente clase obrera colombiana en 1928, tragedia de la que aún se discute su mísera magnitud. Después de esa fecha funesta es que precisamente “el goteo sistemático de los muertos” no ha parado hasta el día de hoy.
En torno al tema es necesario recordar, asunto que tampoco esta casa editorial hace, que algunas obras de arte lo han tocado de manera magistral. La famosa canción vallenata “Las bananeras”, de Santander Durán Escalona; la inolvidable caricatura “Regreso de la cacería” (1930), de Ricardo Rendón; la novela universal Cien años de soledad (1967), de Gabriel García Márquez, y Masacre en Colombia (2000), de Fernando Botero, son solo cuatro ejemplos que se han convertido en pivotes culturales identitarios.
“Cambió el gobierno, pero la crisis no ha cambiado y no es momento de callar ni de ser condescendiente con la barbarie. La administración Petro se ha quedado corta en sus respuestas…”, afirma El Espectador. En ningún momento la dupla Petro-Márquez ha sido condescendiente con los homicidios colectivos cometidos por diferentes actores del conflicto colombiano. Al parecer esta sede periodística cree que la paz total —a pesar de sus inconvenientes, que reconozco— no es una respuesta integral a ese grave problema.
Sea como sea, frente a los 95 años de la masacre apocalíptica, por estos días ha habido poquísimos escritos sobre esa catástrofe puesto que las interesadas omisiones históricas continúan hoy mistificadas por la anécdota pueril y el mito de la ideología dominante a la que no le interesa honrar la memoria de los obreros caídos ni la de campesinos, líderes sociales, estudiantes e indígenas sacrificados. La histórica masacre hoy se actualiza aterradoramente con más masacres.
Por eso, en medio de esta tierra degradada e “hinchada de vergüenza y sangre”, rechazo la masacre cómplice del asesino, rechazo la muerte lenta de la nación, rechazo la muerte de la lucha, rechazo la muerte de un movimiento, rechazo la muerte. En voz alta quiero gritar: ¡rechazo la masacre de las bananeras!, ¡las masacres que irrumpieron en Turbo, Segovia, San Alberto y El Aro! No dejemos morir en el silencio a La Mejor Esquina, La Gabarra, La Rochela, La Horqueta y Montes de María, Puerto Alvira, Mapiripán y Urabá, la zona bananera, Barrancabermeja y Bojayá. Enfilemos pues el derecho a reclamar e investigar, a pensar mejor, el derecho a morir con dignidad cuando nos dé la gana o cuando las fuerzas naturales así lo decidan.
A pesar de todo, hoy tenemos todas las herramientas para vivir muchísimo mejor y no lo hacemos, lo cual es nuestra culpa y nuestra vergüenza, pero sobre todo culpa y vergüenza de la clase dirigente tradicional.