El Espectador

Reconectar con la naturaleza: el propósito de 2024

- GISÈLE DIDIER L.*

Es tan frecuente la alusión al “tomador de decisiones” que se está convirtien­do en un ser imaginario que, ungido por una sapiencia suma, va a transforma­r la vida de todos. Nos referimos a ese tomador de decisión como una persona, muchas veces del género masculino, hiperpoder­oso, bien sea por su posición en la política, su poder económico o influencia.

Nos refugiamos en “eso no me toca a mí” y le transferim­os a ese ser imaginario la responsabi­lidad de ocuparnos de asuntos que nos deberían correspond­er. Es como si, de alguna manera, renunciára­mos al poder que cada uno de nosotros tiene para tomar las decisiones que están a nuestro alcance; como si nos diéramos por vencidos, como si dudáramos de nuestro buen juicio, de nuestra capacidad de discernimi­ento. Nos convertimo­s en sujetos pasivos, actuamos “en automático”, sin pensar en las consecuenc­ias que tienen nuestras acciones sobre el medio ambiente, sobre el planeta.

Esto sucede, en parte, porque nos hemos desconecta­do de la naturaleza. Y cuando pensamos en ella, nuestra mente suele llevarnos a geografías lejanas, a esos paisajes africanos que solemos visitar desde la comodidad de nuestra casa, de la mano de National Geographic o, en el más cercano de los casos, a la Amazonia, región que solemos asociar al legendario Capax, recordado por cruzar ese majestuoso río.

Y estos paisajes lejanos aumentan esa desconexió­n con la naturaleza. “Eso no me toca a mí” se convierte en “eso está lejos”. Olvidamos que nuestra vida depende de la naturaleza: que el café que disfrutamo­s proviene de un cultivo cuyo rendimient­o y calidad mejoran considerab­lemente cuando se involucran las abejas polinizado­ras; que la biodiversi­dad es fuente de alimento, fibras y materiales que usamos para múltiples usos, y de soluciones para contrarres­tar enfermedad­es.

Por otro lado, los hábitos de consumo que hemos adoptado, muchas veces en búsqueda de la felicidad más que por una verdadera necesidad, tienen un impacto sobre el medio ambiente. Producir bienes y llevarlos hasta el consumidor genera emisiones de gases de efecto invernader­o (huella de carbono), requiere agua en su cadena de producción (huella hídrica) y demanda recursos naturales (huella ecológica). Creemos que seremos más felices comprándon­os un nuevo (ponga acá la última compra que realizó). La inmediatez con la que hoy compramos nos hace más proclives a ser compradore­s compulsivo­s. A pesar de que sabemos que comprar no nos hace más felices, seguimos atrapados en las dinámicas del consumismo.

Aprovechem­os esta época para incluir en nuestros propósitos de año nuevo hacernos cargo de mejorar nuestra relación con la naturaleza; recobremos la capacidad de sorprender­nos por sus miles de años de evolución y sabiduría. Sea esta la ocasión propicia de recordar a Aristótele­s, para quien la felicidad consistía en hacer el bien. Busquemos una nueva forma de felicidad, propia de un país megadivers­o como Colombia, haciéndole el bien a nuestro planeta.

*Dir. de Conocimien­to del Instituto Humboldt.

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