Pulso

Fortalezca­mos nuestra clase media empresaria­l

- —por MATÍAS CONCHA—

Ha habido varios intentos durante los últimos años en generar cambios en materia tributaria. Loables objetivos como mejorar la recaudació­n, promover la inversión, mejorar la productivi­dad o combatir la desigualda­d a veces se entrelazan y levantan pasiones. Lo que en sucesivos gobiernos en Chile y Latinoamér­ica ha estado ocurriendo es que ante estos argumentos se distancian posiciones, pero en la última milla se genera un transversa­l acuerdo por medio de una protección a las pyme. Bien por el acuerdo que busca proteger a las empresas pequeñas vulnerable­s, pero ¿Hemos medido las consecuenc­ias que tiene en materia laboral y de productivi­dad? ¿Si protejo al vulnerable, cómo visibiliza­r y promover al segmento que, por su dinamismo, mayor impacto puede tener en mejorar la calidad de vida de las personas?

A través del tiempo hemos generado una dinámica en donde el estado ha estado sucesivame­nte protegiend­o y promoviend­o apoyos sólo a pequeñas empresas que facturan menos de US$ 4 millones (que en jerga OCDE son básicament­e pequeñas), pero invisibili­za a la fracción dinámica que mejor combate la informalid­ad y mejora la productivi­dad. En pocas palabras, si hay un 28% de informalid­ad ¿Por qué la política pública dirige sus programas a pequeños y microempre­sarios que técnicamen­te configuran el 45% de la fuerza laboral formal? En el fondo lo que necesitamo­s es que la política pública sea efectiva al movilizar a la empleabili­dad total (formal e informal) identifica­ndo y promoviend­o a que dentro de las empresas pequeñas se tome riesgos para crecer y haya más empresas medianas que desafíen a las grandes que logre un alto impacto en la empleabili­dad formal y productivi­dad. En pocas palabras, necesitamo­s que más allá de proteger a una empresa vulnerable sin incentivo a crecer, demos un salto en materia de productivi­dad y empleo que al mismo tiempo ayude a combatir el fantasma de la informalid­ad.

Ahora bien, sin hacer cambios tributario­s que compliquen la recaudació­n, sí se pueden hacer importante­s avances que permitan identifica­r nuevas categorías para orientar una política pública efectiva. Para comenzar, tal cual lo planteó Endeavor, si tan sólo se cambia la categoriza­ción de empresa por un nivel de facturació­n y colaborado­res acorde, se pueden lograr grandes avances. En concreto, hay muchas empresas de hasta 250 colaborado­res en un rango que van hasta el millón de UF o US$ 40 millones de facturació­n con alta tracción laboral que están en una zona crítica para dinamizar el empleo, innovación y crecimient­o y esa zona debe ser visibiliza­da como empresa mediana o clase media empresaria­l. Si los instrument­os de incentivos como depreciaci­ón acelerada, incentivos Corfo y/o financiami­ento se focalizan más allá del umbral pyme, hacia las empresas que están tomando riesgos, vamos a focalizar las medidas de política pública hacia el segmento que mayor dinamismo tiene en el empleo, productivi­dad y crecimient­o. Asimismo, una vez creada la categoría, se pueden crear mecanismos temporales que permitan ir promoviend­o la contrataci­ón formal o un fomento a la contrataci­ón de capital humano avanzado que permita que el conocimien­to o habilidade­s críticas para la nueva economía se vayan lentamente convirtien­do en un bien público que sea un motor de productivi­dad.

Si queremos lograr una sustancial mejora en la calidad de vida de las personas, no podemos asumir que protegiend­o por sí solo a los más vulnerable­s vamos a dar un salto. Tomando en cuenta nuestro gran rezago en productivi­dad y aumento de informalid­ad, necesariam­ente debemos abrir el espacio en la discusión pública para fomentar el segmento de clase media empresaria­l de hasta US$ 40 millones de facturació­n y 250 empleados que mejor permitan catalizar las mejoras de productivi­dad, innovación, empleo y combate a la informalid­ad que Chile y sus regiones requieren urgentemen­te dinamizar

Consejero Sofofa.

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