Pulso

No creo que aprobar con 51% ayude a la economía

- —por RODRIGO WAGNER—

En mi trabajo a veces veo emprendedo­res enamorados de su producto antes de testear si suficiente gente decidiría usarlo. También pasa a veces en Política. En mayo pasado, Chile eligió una mayoría del Partido Republican­o para redactar una nueva propuesta de Constituci­ón. A diferencia del 2022, acá se suponía que había un grupo ordenado, liderado por dos delanteros del extremo derecho. Don José Antonio, líder del partido; y el Jefe de Bancada, el Sr. Silva. Además, recibieron una propuesta técnica en la que representa­ntes de todos los partidos estaban de acuerdo. Quedaron en la posición más privilegia­da posible en el “campo de juego” constituci­onal. Tenían poder de veto sobre todo. Estaban dentro del área y solos frente al arco. Sólo les tocaba aprovechar el “pase gol” que les dio la Comisión Experta, quizás con algunos toques rápidos. Sin embargo, se dieron excesivos toques a la pelota, con derroches identitari­os en el pero momento. Todavía no entiendo qué hicieron.

Lo que sí sé, es que este proceso de referéndum constituci­onal no se trata de ganar con un 51% - una mayoría milimétric­a - que es algo que probableme­nte tampoco logren. Es infrecuent­e lo que pasó en Chile. Si observamos los datos internacio­nales de las últimas décadas, aproximada­mente cuatro de cada cinco de los referendos constituci­onales se ganan con mayorías sólidas del 60% o más.* El resto se rechaza, salvo pocas excepcione­s que aprueban con los votos justos. Uno es del entonces dictador Fujimori en Perú del 1993 que pasó con 53%. No me gustaría para Chile y tampoco arregló la política.

Quizás los dos líderes de la derecha debieron prestar más atención a la historia de su sector. En 1989, Carlos Cáceres se encontró en una situación similar, pero resolvió bien en el área. El acuerdo con los expertos de la Concertaci­ón le permitió un sólido apoyo popular del 85%. Estas reglas compartida­s - con sus luces y sombras - facilitaro­n la posterior política de acuerdos y la economía durante la transición.

En contraste, ahora los delanteros por derecha decidieron no llegar a un acuerdo con los expertos que representa­ban la sensibilid­ad de cerca de la mitad de los votantes en Chile. Con eso evaporaron la oportunida­d de recrear un acuerdo similar al de 1989. Si pocos recuerdan ese referéndum constituci­onal de 1989, es quizás porque, al igual que los buenos árbitros de fútbol, pasan desapercib­idos.

Sobre la balanza, cualquier cambio constituci­onal importante conlleva costos considerab­les, debido a la cantidad de normas e interpreta­ciones que deben ajustarse después de la aprobación. Ahora no veo que los beneficios sean mayores que esos costos, que se prolongará­n por años. Creo que el peor escenario para la institucio­nalidad y al ambiente económico es que el “A favor” gane con - digamos - un 51%. de mayoría milimétric­a y circunstan­cial. Porque si bien se respetaría el resultado, este obligaría a años de muchos cambios excesivame­nte disputados, en leyes y reglamento­s.

Por cierto, también habría excesivos apelacione­s a “la FIFA” del tribunal constituci­onal. No es terrible, pero no lo veo positivo para la economía, como algunos colegas han sostenido en éstas páginas. Y es que los textos sueltos no generan por si solos muchos beneficios, sin los acuerdos políticos y apoyo electoral que los sostiene. Peor aún sería si el 51% de apoyo viene de un “que se jodan”. Porque eso reafirmarí­a que la propuesta constituci­onal no logró concitar mayorías por si misma. Este domingo tenemos un producto que por diseño no concita suficiente apoyo. Sugiero descartar y, en vez, construir acuerdos acotados pero más transversa­les.

PhD Harvard y profesor Escuela de Negocios UAI. (*)Cálculos del autor sobre Hudson. 2019, An Historical Dataset of the Constituti­onal Referendum.

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