25 años de un evento fundamental del cine
El famoso festival cumple su primer cuarto de siglo, lo festeja con una edición que entiende el momento de la cultura y apuesta a lo nacional.
Del 17 de abr i l , cuando se proyecte la película de apertura, School privada Alfonsina Storni, de Lucía Seles, comenzará Bafici, el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente. Comenzará el 25 Bafici, en un escenario donde el cine argentino ve alterado su modo de ser institucional, por intenciones que parecen odiarlo antes que querer organizarlo, por caricaturas que buscan destruir antes que ayudar a una cinematografía hecha de escuelas, festivales, ayudas institucionales que van muchos más allá del “con mis impuestos…”, modos de exhibición, políticas culturales y muchísimo más. En fin, en un escenario de rabia contra el cine, llega el Bafici, el festival más importante para el cine argentino, el festival que más películas argentinas estrena en el mundo. Pero no solo eso, llega Bafici, el evento que desde hace ocho ediciones cuenta con la programación artística de Javier Porta Fouz, y que busca alterar intencionalmente lo que debe esperarse de un festival de cine.
Lejos del mandato “grandes éxitos” (del festival “de Net f l ix”, d i rá gente que nunca ve Netflix), Bafici es un festival que ha sabido en su primer cuarto de siglo crecer libre, incluso en sus crisis; que abrió los ojos a una cinéfila que quería descubrir y que encontraba un cine que era excepción (que ni posibilidad de darse en cable tenía a veces). Una de las reprimendas para Bafici es su programación, “faltan título que deberían estar” (dicen los sectarios), esa es la reprimenda que viene de críticos de cine que confunden eficiencia con profesionalismo, millas con entender cómo funciona un festival en Argentina, y que valoran desde hace rato lo obvio antes que lanzarse a investigar una programación distinta (por ejemplo, no tienen problemas en ver películas de mayors que se verán en semanas en sala, y sí con ver films que porque no fueron dados en los festivales que existen en su radar). Bafici puede ya no pueda recrear el fenómeno que era en sus comienzos, el cine ha cambiado. La forma de consumirlo ha cambiado. El público ha cambiado. Pero quizás la pregunta es: ¿qué tiene que ser un festival de cine?
Bafici en ese sentido tiene una respuesta muy clara: una cruza de sus posibilidades, que priorizan siempre el cine argentino, y que busca traer nombres que iluminen, nuevos, propuestas en la que el festival cree. Así puede saludar a Jorge Polaco y Eva Landeck, con la misma alegría que hacer focos del italiano Giacomo Abbruzzese. El Festival ha logrado que siempre, en cualquier era, ser el hogar de nombres argentinos que después se expanden. En ese sentido, Bafici sigue siendo ese rincón. La nueva era de Lucía Seles es una muestra de eso, la enorme vida de El Pampero, y así la lista. Lejos de repetir figuritas, del bingo de números obvios que todos esperan que sea un festival, Bafici es el festival libre, con errores, pero siempre con aciertos que nacen sí o sí de su naturaleza, de su identidad, no ningún modelo a imitar. En ese sentido, sus primeros 25 años comprueban en el momento necesario todo lo que un festival puede ser: un uso lógico de una política cultural, una decisión, una inversión para que espectadores y películas se encuentren, para que la industria tenga un rincón. Bafici llama a llenar las salas, es ahora, como hace 25 años.