¿La resistencia aún no comenzó o fue vencida?
votado por las formas más que por el fondo de sus ideas económicas, y si el ajuste los afectara crecientemente quizá terminarían quitándole su apoyo. Probablemente a eso se refiera Dietrich cuando dice que es “increíble” que siga teniendo el 55 por ciento apoyo.
¿Pero qué pasa con la otra casi mitad de la Argentina que desde el inicio rechazaba sus ideas y/o formas y, como también dice Dietrich, protestaban por un aumento del cien por ciento en 2016 y hoy se bancan casi sin chistar aumentos hasta cinco veces mayores? Y como quedaron desactualizados los pronósticos de que no llegaba a marzo, luego que no cruzaba la Semana Santa (el pochoclo de Albistur), y después el 25 de Mayo, resulta pertinente preguntarse si la resistencia fue vencida o es que aún no comenzó.
Fundamentaría lo segundo desde la perspectiva de quienes se dedican a la política profesionalmente, para quienes lo votaron porque, como dice Dietrich: “Fue mejor que haya ganado Milei, nosotros no hubiésemos podido hacer un cambio tan disruptivo”, y para quienes no lo votaron pero reconocían que la economía argentina precisaba un ajuste que piensen: “Mejor que venga alguien que no tiene nada que perder” (en palabras de Dietrich, “una persona sin lazos con nada, sin compromisos con nada, con una profunda convicción, que no tiene hijos, que está dispuesto en el extremo a inmolarse en el proceso”) y asuma los costos políticos de hacer un service doloroso para que una vez que quede “limpia la cancha” se vuelva a la normalidad de la disputa política lógica con control de daños.
Expectantes, estos últimos se mantienen a la espera de que el tiempo haga su trabajo para recién entonces actuar. Pero esto no explica la resignación de quienes no son agentes de la política sino sus pacientes, las bases, que con resignada mansedumbre se acomodan a las constricciones que les impone el ajuste del Gobierno. Una parte de ellos puede –como propone Dietrich– “estar pensando en ‘cómo aguanto’ porque siente mayoritariamente que si aguanta y esto sale bien, van a poder tener un futuro que hoy sentían que estaba perdido”. Nuevamente el trabajo del tiempo determinará que cobre su premio o se vuelva a desilusionar aun con más furia.
Pero todos los casos hasta ahora expuestos entrarían en la categoría de lo que “aún no comenzó”. ¿Habrá un porcentaje de la sociedad cuya capacidad de reclamar fue vencida y, como se da en países latinoamericanos en el sector menos pudiente, se acepta lo dado y el destino personal como un designio metafísico? Sin ser contradictorio con esa posibilidad, lo que sí existe es una política de disciplinamiento social de la protesta que se ejerce fácticamente desde el Ministerio de Seguridad, y culturalmente desde la violencia oral o textual del Presidente en los medios y redes sociales, que amedrentan a quienes en otro contexto, por ejemplo el de Macri en 2016, procrastinaban su reacción pero mantienen su deseo de hacerlo cuando sea posible.
Con éxito, Milei lleva adelante su batalla cultural desde su promocionada posición solipsista, logrando que algunos
The Spiral of Silence: A Theory of Public Opinion), comprobada empíricamente –como le gusta remarcar a Milei sobre mucho de lo que sostiene– en sus estudios de campo sobre cómo las personas tienen miedo de expresar sus ideas si sospechan que no son mayoritarias, lo que percibe a través del humor de época que visibilizan los medios de comunicación: para Noelle-neumann hay una “piel social”.
Otro fundamento que debería gustarle más a Milei es el del verdadero liberal John Locke en su Ensayo sobre el entendimiento humano, donde escribió: “Nadie escapa al castigo de su censura y desagrado si atenta contra la moda y la opinión de las compañías que frecuenta... No hay uno entre 10 mil lo suficientemente firme e insensible como para soportar el desagrado y la censura constantes de su propio círculo. Muchos hombres han buscado la soledad, y se han acostumbrado a ella; pero nadie que tenga el menor entendimiento o sentido humano puede vivir en sociedad con la continua aversión y mala opinión de los familiares y las personas con las que trata. Es un peso demasiado grande para poder sufrirlo”.
Como se sabe, las modas cambian, y con los medios de comunicación del siglo XXI, cambian a una velocidad mayor. Y al revés, cambiar una cultura lleva varias décadas.