Perfil (Domingo)

El arte de estar atentos

- JUAN FERNANDO GARCIA

Dorayaki

Autor: Durian Sukegawa Género: novela Editorial: Chai, $ 9.250 Traducción: Amalia Sato

Los cultores de toda edad del manga japonés reconocerá­n rápidament­e el significad­o de dorayaki. Quizás, algo de la sensación que ese dulce provocaba en el legendario Doraeman vendrá a la memoria cuando empiecen a transitar esta exquisita novela. Quienes no han entrado en ese universo infinito, podrán deducir en la primera línea dicha referencia. La atinada decisión de no traducir algunas palabras forman un glosario particular. Así, los lectores habituales de literatura japonesa en castellano encontrará­n un halo amable que, como el shoji, esas aberturas típicas de papel, nos permite entrever una cultura inasible.

Dorayaki es la primera novela del escritor Durian Sukegawa (Japón, 1962) traducida al castellano por Amalia Sato. Mundialmen­te exitosa, también fue llevada al cine en 2015 por Naomi Kawase (y aún puede verse en alguna plataforma con el título en español, Una pastelería en Tokio).

La novela abre con una escena digna de Midnight dinner, la preciosa serie ambientada en un pequeño restaurant­e japonés nocturno, donde los platos que se preparan son la excusa narrativa para las historias que se entrecruza­n. El pastel dorayaki será la excusa para el encuentro del cocinero y una anciana que dará un vuelco a esa preparació­n y a sus vidas. No hay metáfora, es el mismísimo pastel preparado ante nuestros ojos. Lo que se despliega a partir de ese encuentro son las vidas del cocinero Tesaro –un exconvicto que debe salvar un negocio y honrar la memoria de su dueño– y la anciana Tokue, que trae un saber y una experienci­a de vida dolorosa en sus manos. En ella, el cuerpo testimonia una dimensión política: una enfermedad estigmatiz­ante. La contrapart­ida generacion­al será Wakana, una adolescent­e un tanto especial entre otras adolescent­es, que se transforma­rá en una suerte de nieta amorosa.

En la tradición moderna de la novela japonesa alguien es maestro y alguien discípulo. En esos roles se encuentran la señora Tokue y Tesaro. Una receta como excusa para despertar los sent idos y las alertas del presente. Y un árbol de sakura (las flores del cerezo), como un pór tico siempre presente, marcando l as estaciones y el tiempo de esta historia melancólic­a, amorosa, conmovedor­a. Caen las f l ores, se posan sobre un dorayaki, despierta la risa de unas jovencitas y resuena ese famoso haiku de Sogi que reza: “Que ya es verano/ no le digas, tormenta,/ a los cerezos”.

Quizá la clave de esta hermosa historia está en lo que la anciana Tokue escribe en una carta, hacia el final: “Usted podrá pensar que estoy delirando pero esta idea realmente me cambió. Comencé a entender que nacimos con el propósito de ver y escuchar. Eso es todo lo que el mundo nos pide: que estemos atentos. No importa si nunca fui una maestra o una trabajador­a activa, mi vida igual tiene valor”.

En la tradición moderna de la novela japonesa alguien es maestro y alguien discípulo. En esos roles se encuentran la señora Tokue y Tesaro. Una receta como excusa para despertar los sentidos y las alertas del presente

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CEDOC PERFIL
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