Ómnibus inspiradores
Ómnibus fue la palabra que se repitió más veces en los medios este año y eso me trajo a la memoria que ese medio de transporte inspiró a algunos autores de novelas y obras de teatro y a productores y directores de películas y series.
“El ómnibus perdido” (1947), la novela de John Steinbeck, vendió más ejemplares que cualquiera de sus novelas anteriores y además también fue llevada al cine.
La personalidad de los personajes se va revelando durante un viaje en un ómnibus de larga distancia que cubre una ruta entre Rebel Corners (California) y San Juan (México) no abarcada por la línea Greyhound. El dueño del bus, casado con la propietaria de un restaurante, está harto de su esposa alcohólica y celosa, y piensa abandonarla. En uno de sus viajes transporta a un grupo de pasajeros por un área montañosa y una tormenta casi los lleva al desastre. Las adversidades del viaje hacen que finalmente él se reconcilie con su mujer y también provoca que dos viajeros se enamoren y planeen un futuro juntos. El resto de los pasajeros, conmovidos por la accidentada travesía, reflexionan sobre sus vidas y eso los lleva a tomar decisiones trascendentes para su futuro. La historia fue llevada al cine en 1957 con Rick Jason, Joan Collins, Dan Dailey y Jayne Mansfield.
“Bus stop” (Parada de ómnibus) es el título de una obra de William Inge estrenada en Broadway en 1955 y nominada al Tony en cuatro categorías.
La trama se d e s a - r ro l la en una z o n a rural de Kansas durante una tormen ta de nieve que obliga a un ómnibus a detenerse en un restaurante a un costado del camino y allí los ocho pasajeros deben permanecer entre la una y las cinco a.m. hasta que la ruta vuelva a ser transitable. En ese lapso se originan relaciones afectivas inesperadas entre un profesor de filosofía con la dueña del restaurante y una camarera, y un romance entre un rústico cowboy sin experiencia en asuntos amorosos y Cherie, una cantante que aspira a triunfar en Hollywood.
En 1956 la obra fue trasladada al cine con Marilyn Monroe y Don Murray. La película, aquí titulada “Nunca fui santa”, la protagonizó Marilyn luego de haber tomado clases en el Actors Studio, y así pudo aplicar su aprendizaje y logró que el público y la crítica reconociera que ella era apta para lucirse en musicales, comedias y también en papeles dramáticos. Igualmente, para complacer al público que quería oírla cantar, entonaba “Esa vieja magia negra”, de Johnny Mercer y Harold Arlen. La película, además, incluía escenas de rodeo imposibles de recrear en el teatro.