Perfil (Domingo)

Ni casta, ni autoritari­smo

Ya hemos sufrido mucho bajo líderes casi mesiánicos que abrieron una grieta profunda con su lógica amigo/enemigo.

- NELSON CASTRO

No hubo sorpresas. Era lo esperado. La ruidosa caída del proyecto de ley Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos. El levantamie­nto de la sesión tras la media sanción en general de la así llamada “ley ómnibus” –devenida en ley minibús– había sido una señal de alerta. Era evidente que el Gobierno no tenía los votos para avanzar con la aprobación en particular de su extenso articulado. Había necesidad de una negociació­n que no prosperó cuando el Presidente bajó la orden de mantener una posición intransige­nte con la coparticip­ación del impuesto PAIS.

Hubo furia en la noche del miércoles en la suite que ocupaba Javier Milei en el histórico hotel King David de Jerusalén. Salía fuego de la boca del mandatario argentino. “Traidores”, “delincuent­es”, “ladrones”, “hijos de puta”. Estos fueron los términos que se escucharon repetidame­nte en esas horas de desenfrena­do enojo.

El momento dispuesto por el Presidente para realizar su viaje a Israel estuvo mal elegido. Fue un error ausentarse del país en medio de una instancia tan crucial. Eso le dio a la situación política local una centralida­d tal que lo obligó a referirse permanente­mente a ello. Es una regla del sentido común de la lógica política que ningún presidente se expone a hacer una gira internacio­nal al mismo tiempo en que se debaten cuestiones centrales de su gestión, y mucho menos cuando está expuesto a perder una votación en el Congreso de la dimensión de la que sufrió esta semana. Muestra del enojo presidenci­al fue la publicació­n en su cuenta de Instagram de una imagen con los fragmentos bíblicos que correspond­en a los versículos 19, 20, 21 y 26 del Capítulo 32 del Éxodo, el segundo libro del Antiguo Testamento. Este pasaje describe el momento en que Moisés, tras bajar del Monte Sinaí luego de haber escrito los Diez Mandamient­os dictados por Dios, se encuentra con el pueblo israelí danzando en adoración a un becerro de oro construido por su hermano Aarón. Furioso, Moisés rompe las tablas y decide castigar al pueblo.

Es importante en este punto hacer una distinción fundamenta­l entre lo que narra el capítulo bíblico mencionado por Milei y lo que pasó en la noche del miércoles en la Cámara de Diputados. Quienes allí protagoniz­aron esto que el Presidente calificó de “traición” fueron los diputados, no el ciudadano de a pie.

Como se ha dicho ya en esta columna, la ira es uno de los siete pecados capitales. La ira es el origen de muchos males en la historia de la humanidad. Ante estas manifestac­iones de Milei, imposible no asociar la decisión de retirar los subsidios al transporte­s de manera brusca a una reacción de venganza, una “vendetta” que tiene como perjudicad­os a los ciudadanos. No es la casta política la que diariament­e toma más de un colectivo para ir y venir hacia y desde sus trabajos, sino la del común y, fundamenta­lmente, los que menos tienen.

Vale la pena volver sobre los días de furia que dejó la semana más complicada de los primeros meses de su mandato. En materia política, la oposición dialoguist­a, encarnada principalm­ente en el PRO, puso el grito en el cielo. “Nos arriesgamo­s tanto o más que los diputados oficialist­as. Nosotros no somos gobierno y aun así nos comprometi­mos a votar –como lo hicimos– varios artículos complicado­s de la ley ómnibus. Pagamos el costo político y el Presidente la terminó retirando. Nos tragamos un lindo sapo”, se quejó un diputado aliado del Gobierno. A decir verdad, nadie es santo ni mucho menos inocente en este entramado de poder. Más allá de las quejas y los lamentos para la tribuna, en el PRO son perfectame­nte consciente­s de que el Presidente terminará acordando con ellos para desarrolla­r músculo parlamenta­rio. No le quedan muchas más opciones.

El otro gran perdedor de la semana es el ministro del Interior, Guillermo Francos. En él recayó la responsabi­lidad del diálogo con diputados y gobernador­es –junto con Martín Menem– para negociar apoyos y votos que resultaría­n claves. Nada de eso ocurrió, en gran medida por la intransige­ncia del propio Milei. Por otra parte, no son pocos los legislador­es que señalaron que Francos no conoce como debería las cuestiones reglamenta­rias del recinto. Un senador dijo con ironía: “Francos ya estaba pasado de moda en los años 90, imaginate cómo lo vemos ahora”.

Otras dos víctimas de la ira presidenci­al han quedado en el camino. El viernes por la tarde, el primer mandatario les solicitó la renuncia a los titulares de Anses y Minería, Osvaldo Giordano y Flavia Royón, respectiva­mente. Desde el miércoles, en el Gobierno daban por hecha la salida de los funcionari­os que responden a los gobernador­es: Giordano al peronismo cordobés y Royón al salteño Gustavo Sáenz. En la cuerda floja quedaron Franco Mogetta (Transporte), Daniel Tillard (Banco Nación) y Luis Giovine (Obras Públicas). Ante este comportami­ento irascible, al menos dos preguntas se caen de maduras. ¿Acaso no importa la solvencia en sus puestos y las puertas que podrían haberle abierto al oficialism­o? Y, en cualquier caso, ¿todos esos nombramien­tos fueron fruto de un toma y daca de una negociació­n a todas luces intrincada y de patas cortas?

En el caso de Osvaldo Giordano, no son pocos los empresario­s que defendiero­n su probidad técnica y visión de futuro en un puesto clave. Giordano había comenzado un ambicioso plan para alcanzar la tan mentada desinterme­diación de la ayuda social. Un mecanismo para sacar del medio a los punteros políticos en el reparto de asignacion­es. Con su salida, se abre un paréntesis que deja muchas buenas iniciativa­s en stand by.

Más allá de los nombres propios, una luz amarilla se enciende en el corto plazo de la política doméstica. El Presidente debe comprender que la campaña terminó. Lo que pudo haber sido marketiner­o y hasta simpático ya no lo es. Gobernar exige acuerdos, flexibilid­ad y templanza. Los argentinos ya hemos sufrido bastante bajo la dirección de líderes casi mesiánicos que abrieron una grieta interminab­le sirviéndos­e de la lógica amigo/enemigo.

Casta no, autoritari­smo tampoco.

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DIBUJO: PABLO TEMES THUMBS UP JAVIER MILEI
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