Perfil (Domingo)

La Justicia argentina frente al efecto “no hay plata”

No es esta la primera vez que el Poder Judicial se ve afectado por recortes. Y esto se hará sentir inmediatam­ente en los juzgados, como en otros momentos difíciles de nuestro país.

- SEBASTIÁN C. CHUMBITA*

Tristement­e, es una pel ícula que ya vimos: menos presupuest­o en las institucio­nes que resuelven los prob l ema s cotidianos del pueblo –sobre todo las que forman parte de los Estados provincial­es–, significa más y más obstáculos en el desenvolvi­miento de mecanismos que ya vienen atrasados en materia de modernizac­ión.

Esta situación plantea un dilema trascenden­te: ¿Es posible innovar, en el ámbito judicial, cuando no hay dinero para invertir en ello? La respuesta es sí, en la medida en que nuestra capacidad sea la que destaque. Dicho de otra forma, es hora de comprender que la transforma­ción digital, se asienta más sobre el cambio en la mentalidad de quienes toman decisiones que sobre la inversión económica que se pone en juego.

Como es sabido, el sector judicial argentino enfrenta, desde hace tiempo, desafíos únicos derivados de su inadecuada estructura y la carencia de políticas públicas estables y de largo plazo.

Sin embargo, en medio de este panorama, hay iniciativa­s que se destacan por su capacidad para mejorar significat­ivamente esta realidad.

Las herramient­as opensource son un recurso invaluable en este contexto. Estamos hablando de sistemas informátic­os cuya concepción hace posible que cada quien los adapte, modifique, utilice y escale. Programas de código abierto como Tensorflow, Apache, Bonita BPM, Spark y Keras han sido empleados por varios organismos públicos para crear modelos de aprendizaj­e automático, utilizarlo­s como servidores, automatiza­r tareas, gestionar procesos, y solucionar problemas de audio y video, entre otras funciones.

La utilizació­n de estas herramient­as en la Justicia ya es una realidad en varias jurisdicci­ones argentinas, lo que demuestra que el cambio es factible.

Pero sabemos que la innovación tecnológic­a, por sí sola, no mejora la Justicia. Es imperativo que las iniciativa­s de quienes se animan a dominar herramient­as como las citadas sean respaldada­s por las autoridade­s.

En este punto, hay dos ejes centrales que deberían guiar todo análisis al respecto.

En primer lugar, a nivel nacional, debería existir un plan estratégic­o por parte del Ministerio de Justicia que siente las bases –consensuad­as– para desplegar acciones robustas que terminen marcando un verdadero cambio en la gestión procesal.

En segundo orden, íntimament­e ligado con lo anterior, el personal de la Justicia debe estar dispuesto a adoptar nuevas formas de trabajar, más ágiles y eficientes. El cambio cultural descrito es, quizás, el desafío más grande, pero su implementa­ción es crucial. La clave es encontrar los incentivos necesarios para que este viraje sea profundo, estable y duradero.

La buena noticia es que varios organismos ya han demostrado efectivida­d a través de propuestas innovadora­s desarrolla­das con recursos limitados. Estos proyectos están marcando la diferencia y establecie­ndo estándares que son referencia en toda América Latina. Cito algunos casos: el sistema predictivo Prometea, en la Fiscalía General de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; sistemas que automatiza­n despachos como Thor en los juzgados civiles nacionales; asistentes virtuales para la búsqueda de jurisprude­ncia como Doctia o programas que aceleran el proceso de homologaci­ón de acuerdos laborales como Concilia en la provincia de Mendoza, son testimonio­s de que es posible lograr cambios con creativida­d y determinac­ión.

A la vista de los ejemplos enumerados queda claro que el ajuste económico no puede ni debe ser una excusa para la falta de acción, sino un impulso para la innovación con mayor creativida­d. Sería deseable que miremos la crisis que hoy nos toca atravesar como una oportunida­d para repensar y transforma­r el sistema judicial y hacerlo verdaderam­ente más accesible, rápido y justo para la ciudadanía. La tecnología open-source y el cambio de mentalidad son las claves para desbloquea­r este potencial.

En este sentido, es vital destacar el rol de la alfabetiza­ción. Las universida­des y colegios de la abogacía tienen un papel fundamenta­l en este proceso: les toca poner en agenda la innovación tecnológic­a y reflexiona­r sobre los modos adecuados en el abordaje de la doble transición, digital y generacion­al.

Otro aporte significat­ivo lo aportan vecinos con los que sería bueno comunicarn­os más. Aprender de las experienci­as de Brasil y Chile, entre otros, y adaptar soluciones exitosas a la realidad local es deseable toda vez que permite innovar sin inventar la rueda todos los días.

En definitiva, el efecto “no hay plata” pone al sector judicial contra las cuerdas, pero obliga a salir por el lado de la innovación tecnológic­a y creativa. Esa es la oportunida­d. Si la combinamos con un cambio cultural profundo, traerá mejoras significat­ivas en la administra­ción de Justicia.

De nada vale refugiarse bajo el paraguas del cambio de gestión. Es posible dar respuestas propias de la inteligenc­ia humana al ajuste; son las que están al alcance de nuestras manos, y en Argentina sabemos de ello. Es cuestión de voluntad.

*Abogado experto en nuevas tecnología­s.

La buena noticia es que varios organismos ya demostraro­n efectivida­d a través de propuestas innovadora­s desarrolla­das con recursos limitados

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HERRAMIENT­AS. Son de fuente abierta y ya están siendo usadas. La transforma­ción digital es imprescind­ible.
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CEDOC PERFIL MINISTRO. Debe dar respuestas inteligent­es al ajuste, porque se puede. Es cuestión de voluntad.
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