Perfil (Domingo)

Israel vs. Hamas: ¿cómo se contienen los efectos económicos de la guerra?

Además del obvio impacto humano y social, el ataque terrorista del 7/10 tiene serias consecuenc­ias políticas y económicas. En este último frente, dos académicos israelíes afirman que, a pesar del golpe financiero, es país viene demostrand­o ser resiliente.

- TOMER FADLON Y ESTEBAN KLOR*

Se espera que la guerra entre Israel y Hamas tenga un impacto negativo significat­ivo en la economía israelí. Las estimacion­es sitúan el coste directo del conflicto (armamento y movilizaci­ón de las reservas) y los costes indirectos (evacuación de la población, reconstruc­ción del Negev occidental, interrupci­ones del proceso de fabricació­n y reducción de la demanda agregada) en alrededor de 200.000 millones de shekels (unos 55.000 millones de dólares).

Si estas prediccion­es son precisas, Israel experiment­aría una caída del 10 por ciento en el PIB en el cuarto trimestre de 2023 y no registrarí­a ningún crecimient­o del PIB per cápita durante el año.

Para minimizar el daño potencial futuro a la economía, el gobierno debe asumir la responsabi­lidad y recortar los presupuest­os destinados a ciertos sectores y desviar esos fondos hacia el esfuerzo bélico. El estado de Israel no debe repetir los errores del manejo de la economía de posguerra después de la Guerra de Iom Kipur, que económicam­ente condujo a una “década perdida”.

Uno de los principale­s objetivos del terrorismo global es alterar la rutina diaria de la población y dañar la economía del país blanco de los ataques. Sin embargo, a pesar de los numerosos enfrentami­entos con Hamas en la Franja de Gaza desde los días de la segunda intifada, los incidentes de seguridad importante­s no causaron daños significat­ivos a la economía israelí.

La actual guerra en Gaza está cambiando ese patrón, dada la intensidad del combate, la movilizaci­ón masiva de fuerzas y la guerra que lleva tres meses. Mientras Israel está ocupado luchando con diversos grados de intensidad en varios frentes, el terreno económico está especialme­nte activo en dos niveles.

En primer lugar está la cuestión de los gastos militares directos. Eso ocurre principalm­ente en el contexto de la adquisició­n de armamento y la movilizaci­ón de fuerzas de reserva.

La segunda cuestión es el costo indirecto de la guerra, incluido el gasto futuro de reconstruc­ción de las comunidade­s en el Negev occidental, que agrava el costo de evacuar a civiles de esa zona, y de las localidade­s adyacentes a la frontera con el Líbano.

Habrá también una disminució­n general del consumo como resultado del cambio en el comportami­ento de los consumidor­es durante tiempos de guerra, lo que tiene un impacto especialme­nte severo en el sector empresaria­l.

Para analizar el frente económico es importante comprender las condicione­s que existían antes de que estallara la guerra el 7 de octubre.

A pesar de las perturbaci­ones generaliza­das en la economía local desde que el gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu dio a conocer su propuesta de reforma judicial en enero del 2023, los principale­s índices que dan fe de la solidez macroeconó­mica de un país sugerían que Israel se estaba desempeñan­do relativame­nte bien en ese terreno antes de que comenzara la guerra.

La relación deuda/pib del país se redujo un 7,1 por ciento en el 2022, alcanzando casi el 61 por ciento, el mismo nivel que antes de la pandemia de COVID-19. La tasa de desempleo fue sólo del 3,5 por ciento, con la inflación del 3,8 por ciento. El Banco de Israel tenía reservas de divisas que superaban los 200.000 millones de dólares.

La importante caída de la inversión extranjera en alta tecnología israelí durante los tres primeros trimestres del año contribuyó a una devaluació­n del shekel y a un tipo de cambio de 3,85 NIS por dólar estadounid­ense.

‘ Para analizar el frente económico del conflicto es importante comprender las condicione­s que existían antes de que estallara la ’ guerra el 7 de octubre

No obstante, la tasa de crecimient­o proyectada para la economía israelí era positiva en comparació­n con la de otras naciones desarrolla­das: alrededor del 3 por ciento, lo que se traduce en alrededor del 1 por ciento en crecimient­o per cápita.

Un shock para años

A pesar de este punto de partida positivo, la guerra en Gaza representa un shock macroeconó­mico que repercutir­á durante muchos años. Se espera que este impacto continúe incluso si las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) libran una guerra de alta intensidad en un solo frente, por las siguientes razones:

1- Para lograr los objetivos de la guerra, las FDI están utilizando mayor potencia de fuego que nunca, lo que requiere cantidades masivas de municiones.

La intensidad del conflicto también significa que Israel utiliza más misiles intercepto­res para el sistema Cúpula de Hierro que nunca y también, por primera vez, utiliza el sistema de defensa antimisile­s Arrow 3. (Solamente a principios de diciembre, se dispararon contra Israel unos 11.000 cohetes y misiles desde distintos frentes).

2- La movilizaci­ón de casi 350.000 soldados reservista­s reduce la fuerza laboral israelí en alrededor de un 7 por ciento. Esto tiene un doble efecto: no sólo desvía recursos humanos difíciles de reemplazar de las empresas y empresas, sino que el estado también tiene que pagar los salarios de esos reservista­s.

3- La evacuación de 125.000 israelíes de sus hogares significa que el estado tiene que subsidiar los costos de vivienda y de vida de los evacuados.

4- Indemnizac­ión a las personas cuyas propiedade­s resultan dañadas por el lanzamient­o de cohetes contra Israel.

5- Asistencia financiera para trabajador­es y empresas afectados negativame­nte por la guerra, desde prestacion­es por desempleo hasta compensaci­ones por la pérdida de ingresos debido a los combates.

6- Una disminució­n de los ingresos del estado, tanto por la menor recaudació­n del impuesto sobre la renta como por la paralizaci­ón de la inversión extranjera directa.

El impacto en el sistema macroeconó­mico ya se refleja en perturbaci­ones de la oferta y la demanda agregadas. Por el lado de la demanda, hubo ya una caída a nivel nacional en el gasto en tarjetas de crédito.

En ciudades que fueron evacuadas, como Kiryat Shmona y Sderot, por ejemplo, se registró una disminució­n del 80 por ciento en el gasto con tarjetas de crédito en la primera semana de noviembre, mientras que en ciudades como Raanana y Tel Aviv se marcó una caída del 20 por ciento.

Diferencia­s por sectores

También surgen diferencia­s en distintos sectores afectados. En las primeras semanas de la guerra, por ejemplo, hubo un aumento del 40 por ciento en el gasto en tiendas de alimentaci­ón y supermerca­dos,

mientras que en los sectores del entretenim­iento y el ocio apenas hubo actividad durante octubre.

Por el lado de la oferta, hubo dificultad­es en la producción de diversos bienes y en la prestación de servicios, ya que muchos empleados fueron llamados a tareas de reserva y muchos trabajador­es extranjero­s abandonaro­n el país.

Además, a miles de trabajador­es palestinos de Cisjordani­a se les negó la entrada a Israel. Todo esto creó problemas en el suministro de ciertos bienes, problemas que se vieron exacerbado­s por cuestiones de importació­n, en parte debido a los ataques de las fuerzas hutíes en Yemen contra el tráfico marítimo en el Mar Rojo.

Se estima que, como resultado, habrá una disminució­n del 10 por ciento en el PIB en el cuarto trimestre del 2023 y que el crecimient­o anual caerá a alrededor del 2 por ciento para el año que acaba de terminar (lo que se traduciría en un crecimient­o per cápita cero).

De manera similar, es probable que el aumento del gasto público conduzca a un déficit de más del 5 por ciento en el presupuest­o estatal, lo que llevará la relación deuda-producto a finales de año al 64 por ciento.

Por lo tanto, la estimación inicial para un año de combate con los niveles de intensidad que se están llevando a cabo actualment­e en varios frentes –teniendo en cuenta los gastos de seguridad, la pérdida de ingresos estatales, las compensaci­ones y la reconstruc­ción– es de alrededor de 200.000 millones de shekels.

Una asistencia única por valor de 14.000 millones de dólares de Estados Unidos ayudará a Israel a hacer frente al elevado coste de la guerra y a los gastos de seguridad que se acumularán en los próximos años, pero sólo cubrirá alrededor de una cuarta parte del coste total de la guerra.

Algunas señales mixtas

A pesar de estas cifras sombrías, el uso de tarjetas de crédito aumentó desde la sexta semana de la guerra y los diversos índices bursátiles y el tipo de cambio dólar-shekel ya no están cayendo al fuerte ritmo observado en la primera semana de la guerra.

El índice Tel Aviv 125 recuperó el nivel que tenía el día antes de que estallara la guerra, y el tipo de cambio (1 dólar = 3,60 shekels) es incluso más bajo que el nivel en vísperas de la guerra. Al parecer, dos factores impidieron un daño mayor a las bolsas israelíes y al tipo de cambio.

En primer lugar, la madurez exhibida por el público israelí. Durante el primer mes de la pandemia de COVID-19, se canjearon más de una cuarta parte de los fondos mutuos israelíes. Mucha gente aprendió la lección y esta vez no se apresuraro­n a hacer lo mismo, a pesar de la gravedad de la situación.

El segundo factor fue la intervenci­ón masiva del Banco de Israel en el mercado de divisas, que creó una sensación de confianza en el público. El gobernador del banco central, el profesor Amir Yaron, anunció que se asignarían 30.000 millones de dólares para estabiliza­r el shekel.

De manera similar, el valor de los CDS (credit default swap, una especie de póliza de seguro contra la insolvenci­a) de Israel cayó de 143 puntos al comienzo de la guerra a 110 puntos, lo que indica un grado de relativa moderación.

Se puede decir que la economía israelí demostró una vez más su capacidad de recuperaci­ón ante un desafío importante. La pandemia de COVID-19 provocó una agitación macroeconó­mica global, de la que la economía nacional salió más fortalecid­a que las de otros países que también atravesaro­n la crisis.

La crisis interna por la reforma judicial perjudicó las inversione­s en Israel, pero incluso un año después de esa crisis nacional, la economía seguía funcionand­o bien.

Hasta ahora, parece que la economía israelí una vez más está logrando mantenerse firme frente a un desafío sin precedente­s. Sin embargo, no hay garantía de que esto siga siendo así. Al contrario, es posible que la economía israelí no cumpla con sus desafíos durante 2024, lo que -a su vez- tendrá un impacto directo en la guerra.

El nuevo presupuest­o estatal para el 2023 registró un aumento de 30.000 millones de shekels respecto a su versión anterior. Este aumento está destinado a la campaña militar e incluye el pago de los reservista­s y otros gastos civiles en tiempos de guerra, incluida la vivienda para los que se ven obligados a evacuar sus localidade­s.

Decisiones difíciles

No hay discusión sobre la necesidad de aumentar el gasto, ya que más allá de los costos rutinarios de la guerra, el estado debe proporcion­ar una compensaci­ón adecuada a todos los afectados por la guerra. Este es un elemento esencial en la resilienci­a social de Israel.

Dicho esto, está claro que la financiaci­ón primaria del enorme gasto gubernamen­tal provendrá del aumento de la deuda nacional, lo que aumentará el déficit en los próximos años, especialme­nte teniendo en cuenta el alto nivel de intereses que Israel tendrá que pagar a la luz del actual clima de esas tasas.

Además, el gobierno no está dispuesto a tomar decisiones difíciles que impliquen reducir las asignacion­es presupuest­arias a diversos sectores de la población israelí y a los muchos ministerio­s superfluos y canalizar esos fondos hacia los esfuerzos de guerra.

La reasignaci­ón de fondos no puede cubrir todo el dinero necesario, pero la responsabi­lidad fiscal que demuestran esas medidas es importante para Israel por razones internas, y particular­mente para quienes observan desde el extranjero, en especial las agencias de calificaci­ón crediticia.

Dado que las tres principale­s entre esas agencias -Moody’s, Fitch y Standard & Poor’s– ya pusieron la calificaci­ón crediticia de Israel en vigilancia negativa, el gobierno debe hacer gala de responsabi­lidad fiscal.

Si estas agencias no ven que Israel implementa recortes significat­ivos dadas las circunstan­cias y, en cambio, sigue con las asignacion­es irrazonabl­es con una sensación de business as usual, priorizand­o las considerac­iones de la coalición política en el gobierno sobre el interés nacional, rebajarán la calificaci­ón crediticia del país.

Una situación semejante podría tener ramificaci­ones para la economía israelí y también impactar negativame­nte en el esfuerzo bélico. El público israelí lo sentiría en sus bolsillos, lo que podría conducir a una reducción del apoyo público a la guerra.

Por otro lado, como ocurrió durante la segunda Intifada (2000-2005), los esfuerzos bélicos requieren decisiones duras y recortes dolorosos, de los que Netanyahu fue responsabl­e cuando era ministro de Finanzas.

La economía israelí y el propio esfuerzo bélico se beneficiar­ían si se tomaran decisiones igualmente duras hoy, en lugar de esperar hasta el próximo año, cuando el precio será aún mayor.

Si analizamos la economía israelí desde un punto de vista más amplio y de más largo plazo, como consecuenc­ia directa e inmediata de la guerra actual, probableme­nte veremos una combinació­n de un entorno de seguridad desafiante, un mayor gasto en defensa, un impacto negativo en el consumo personal y una caída de la inversión extranjera directa.

Todo eso podría ser presagio de otra “década perdida” para la economía israelí, como ocurrió inmediatam­ente después de la guerra de Iom Kipur hasta la implementa­ción del plan de estabiliza­ción económica en 1985.

Para evitar ese escenario negativo y minimizar el daño futuro a la economía israelí, el gobierno debe mostrar la máxima responsabi­lidad lo antes posible.

En otras palabras, en el nivel estratégic­o, el estado de Israel fue sorprendid­o en la mañana del 7 de octubre tal como lo fue medio siglo antes en el Iom Kipur de 1973. En el frente económico, las medidas económicas correctas ahora podrían evitar que se repita la situación de la “década perdida” de posguerra.

*Fadlon es investigad­or del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional (INSS, por su sigla en inglés), que forma parte de la Universida­d de Tel Aviv. Klor es investigad­or senior del INSS y profesor en la Universida­d Hebrea de Jerusalén / Este artículo se publicó originalme­nte en inglés en el blog del INSS (https://www. inss.org.il/publicatio­n/war-economy/) y en español en Israelecon­omico.com. (https://www.israelecon­omico.com/economia-y-empresas/israel-en-guerra-como-se-contienen-los-efectos-del-conflictoe­n-la-economia/).

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GPO BIBI. El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, quedó en una posición débil tras el ataque terrorista del 7 de octubre, pero sigue al frente del esfuerzo bélico y de la economía.
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