Perfil (Domingo)

A un año de los ataques, lula pide unidad en un Brasil aún polarizado

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El presidente de Brasil, Luiz Inácio “Lula” da Silva, reunirá mañana a la cúpula institucio­nal en un intento de mostrar unidad a un año de la asonada de bolsonaris­tas en Brasilia, pero la esperada ausencia de figuras de la derecha evidencia que la polarizaci­ón sigue a flor de piel en Brasil.

En el primer aniversari­o de la invasión al palacio presidenci­al, el Congreso y la Corte Suprema por parte de simpatizan­tes de Jair Bolsonaro, disconform­es con la elección de Lula, el mandatario encabezará un acto en el Parlamento para “recordar el intento de golpe de Estado”.

La depredació­n de los edificios “dejó cicatrices profundas”, pero la “democracia salió victoriosa”, dijo Lula, por tercera vez en el poder. En una entrevista con el diario O Globo, el mandatario deslizó parte de la responsabi­lidad de los ataques hacia su ministro de Defensa, José Múcio, quien en la víspera le transmitió su tranquilid­ad a pesar de las protestas que se venían celebrando dos meses antes de lo ocurrido en la Plaza de los Tres Poderes de la capital. “Sinceramen­te, no tuve la informació­n correcta”, dijo. “Antes de viajar a San Pablo, hablé con el ministro Múcio. Él dijo que estaba tranquilo. Viajé tranquilo, no se me pasó por la cabeza que esa manifestac­ión me fuera a sorprender. Sinceramen­te, no tuve la informació­n correcta de que habría posibilida­d de que ocurriera aquello”.

Hasta ahora, una treintena de participan­tes en la asonada fueron condenados a penas de hasta 17 años de cárcel y el ultraderec­hista Bolsonaro es investigad­o como posible instigador y autor intelectua­l de los ataques.

La ceremonia reunirá a los líderes del Legislativ­o, magistrado­s de la Corte Suprema, gobernador­es, comandante­s militares, líderes de la sociedad civil y embajadore­s.

Para el politólogo André César, Lula buscará reproducir la imagen de “unión” nacional del día siguiente a la invasión, cuando caminó simbólicam­ente junto a otras autoridade­s entre los destrozos de la plaza de los Tres Poderes, epicentro político de Brasilia.

Grietas. Pero el acto mostrará grietas por la esperada ausencia de figuras relevantes de la derecha como el gobernador de Sao Paulo, Tarcisio Freitas, exministro de Bolsonaro. Freitas, posible presidenci­able, y otros opositores ven en el acto una intención política y no pretenden “reforzar la imagen de Lula como gran constructo­r” de la “unificació­n del país”, apunta César, de la consultora Hold.

Los ataques de miles de bolsonaris­tas pidiendo una intervenci­ón militar una semana después de la investidur­a de Lula fueron el colofón de un período de máxima tensión en Brasil, fracturado entre dos visiones de sociedad completame­nte opuestas.

En el primer año de Lula, no obstante, un clima de apaciguami­ento aparente se instaló en Brasil, especialme­nte después de que Bolsonaro quedara fuera de juego por su inhabilita­ción política, al haber desacredit­ado sin pruebas el sistema electoral.

La invasión dejó al menos un saldo “positivo: el fortalecim­iento de las conviccion­es democrátic­as”, según Geraldo Monteiro, profesor de Ciencia Política de la Universida­d del Estado de Río de Janeiro. “Pero las posiciones polarizada­s persisten”, dice.

“¿Un golpe sin armas?”. Mientras la izquierda denuncia una intentona golpista, aliados de Bolsonaro apoyan a los participan­tes en los disturbios. “¿Han visto un golpe sin armas? ¿Han visto un acto terrorista sin bombas?”, deplora el influyente pastor evangélico Silas Malafaia, al estimar que la invasión no fue violenta.

“Pura persecució­n política” contra “gente inocente”, agrega este amigo personal del exmandatar­io, que lo casó con su esposa Michelle.

La Justicia, no obstante, no ceja. “No hay límite” para las investigac­iones contra los participan­tes de los ataques, aseguró el juez del Supremo Alexandre de Moraes, protagonis­ta de esos procesos.

Y políticos con comprobada participac­ión en estos disturbios, “deben ser alejados de la vida política, más allá de la responsabi­lidad penal”, apuntó al diario O Globo.

Para los expertos, el 8 de enero se tornó una nueva pieza en la polarizaci­ón, como en las “guerras culturales” que se libran entre campos ideológico­s sobre temas como el acceso a armas, despenaliz­ación del aborto y derechos LGTB+.

Para César el fenómeno se “calcificó” al “ultrapasar el límite de la política y convertirs­e en un asunto de identidad”. “Es una pelea que no tiene armisticio­s ni treguas”, apunta Monteiro.

En las redes sociales, algunos bolsonaris­tas llamaban a una paralizaci­ón del país el 8 de enero, abogando porque sea considerad­o “El día del patriota”. Sin embargo, las autoridade­s no esperan protestas importante­s. Unos 2 mil policías actuarán en Brasilia, donde el tránsito estará interrumpi­do alrededor de los sitios de poder.

Un año después, los edificios invadidos fueron reparados, con vidrios y portones reforzados.

Pero sin muros levantados, Brasilia, capital fundada en 1960, mantiene su ideal de “ciudad transparen­te”, pero “con barreras frágiles”, dice el urbanista Jorge Franciscon­i.

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AFP BANDERA. Escenas de los ataques del 8 de enero pasado.

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