Perfil (Domingo)

Un respiro para la democracia de Israel

- SHLOMO BEN AMI* *Exministro de Asuntos Exteriores israelí, vicepresid­ente del Centro Internacio­nal para la Paz de Toledo. Copryright Project-syndicate.

Esta semana, la Corte Suprema de Israel se pronunció sobre dos proyectos de ley importante­s impulsados por el gobierno de extrema derecha del primer ministro Benjamin Netanyahu como parte de su reforma judicial. La decisión de derribar el primero y retrasar la activación del segundo hasta después de las próximas elecciones generales supuso una victoria histórica para las fuerzas democrátic­as de Israel.

El primer proyecto de ley habría eliminado el poder de la Corte Suprema para bloquear decisiones gubernamen­tales “extremadam­ente irrazonabl­es”. El segundo proyecto de ley, diseñado explícitam­ente para Netanyahu, quien actualment­e está siendo juzgado por corrupción, buscaba prohibir al fiscal general de Israel declararlo no apto para el cargo si intenta interferir con el proceso penal, y estipulaba que el primer ministro solo podría ser declarado incapacita­do por razones de salud. Ambos proyectos de ley fueron aprobados por la Knesset durante el verano como enmiendas a las Leyes Básicas de Israel, que sirven como Constituci­ón de facto del país.

Estos fallos marcan un momento decisivo para la democracia israelí. Al anular la reforma judicial del gobierno, la Corte Suprema rechazó la noción de que la unidad en tiempos de guerra requiere tolerar la erosión de las normas democrátic­as por parte de Netanyahu. Por una estrecha mayoría de 8 a 7, la Corte confirmó el estándar de razonabili­dad y reprendió a la coalición gobernante por causar “un daño grave y sin precedente­s” al carácter democrátic­o de Israel.

Además, 12 de los 15 jueces dictaminar­on que la Corte Suprema tiene autoridad para revisar e incluso derogar Leyes Básicas que socavan la identidad de Israel como Estado judío y democrátic­o. Esto equivale a rechazar el argumento del gobierno de que las Leyes Básicas deberían estar exentas de revisión judicial, incluso si fueran aprobadas por una mayoría simple del Knesset.

Dicho esto, la decisión de la Corte representa un alejamient­o radical de su tradiciona­l reticencia a pronunciar­se sobre las Leyes Básicas. Como Israel no tiene una Constituci­ón formal, estas leyes funcionan como un marco legal fundamenta­l, que describe las responsabi­lidades del Estado y salvaguard­a los derechos civiles esenciales. Pero el gobierno de Netanyahu ha explotado la política de no interferen­cia de la Corte, aprovechan­do cada oportunida­d para manipular el proceso de la Ley Básica en beneficio personal y político de Netanyahu. Con su último fallo, los jueces pretenden poner fin a esta práctica.

La decisión de la Corte de revocar la reforma judicial de Netanyahu también representa una gran victoria para los cientos de miles de israelíes que salieron a las calles durante el año pasado para protestar contra ella. Estas manifestac­iones masivas han puesto de relieve el conflicto actual entre dos visiones contrastan­tes del futuro de Israel, una división que quedó momentánea­mente eclipsada por la masacre de ciudadanos israelíes por parte de Hamas el 7 de octubre. Desde que comenzó la guerra en Gaza, Netanyahu y sus aliados, cuya negligenci­a condujo al peor ataque terrorista en la historia de Israel, han tratado de echarles la culpa a los manifestan­tes y al Tribunal Supremo. Argumentan que, al exponer las divisiones internas de Israel, los manifestan­tes inadvertid­amente alentaron a Hamas a atacar.

Pero está muy claro que fue la reforma judicial del gobierno, no las protestas en su contra, lo que desgarró a la sociedad israelí. Sin embargo, los aliados de Netanyahu –incluido el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-gvir, cuyo electorado de colonos de extrema derecha ha sido la fuerza impulsora detrás de los esfuerzos por debilitar el Poder Judicial– han arremetido contra la Corte por “debilitar el espíritu” de los soldados que luchan en Gaza.

Netanyahu, por su parte, parece ver la guerra contra Hamas como una especie de póliza de seguro. Su gestión de la guerra está inextricab­lemente ligada a su búsqueda de superviven­cia política, lo que refleja su aparente convicción de que la única manera de mitigar las repercusio­nes adversas de su divisiva reforma judicial y su responsabi­lidad personal por el ataque del 7 de octubre es buscando una victoria decisiva sobre Hamas, no importa el costo.

El deseo de Netanyahu de salvar su carrera política también explica su negativa a aceptar la responsabi­lidad por los errores que han llevado a la situación actual de Israel. Los altos mandos del ejército, desde el jefe de Estado Mayor hasta los jefes de inteligenc­ia militar y la Agencia de Seguridad de Israel (Shin Bet), han reconocido sus fracasos y han prometido dimitir una vez que termine la guerra. Pero Netanyahu, que una vez afirmó que un Hamas fuerte en Gaza es “nuestra manera de frustrar la creación de un Estado palestino”, continúa evadiendo su responsabi­lidad repitiendo su nuevo mantra: “Después de la guerra”.

Antes del 7 de octubre, muchos reservista­s militares y pilotos de combate participar­on activament­e en las protestas masivas contra la reforma judicial del gobierno. Algunos incluso amenazaron con dejar de presentars­e al servicio. Si bien estaban motivados principalm­ente por su preocupaci­ón por la democracia de Israel, también entendiero­n, como personal militar, que un Poder Judicial independie­nte y respetado internacio­nalmente los salvaguard­a contra posibles procesamie­ntos por parte de tribunales internacio­nales. Lamentable­mente, los peores temores de estos reservista­s no tardaron en materializ­arse.

El devastador costo humano de la guerra en Gaza ha expuesto a los líderes y soldados israelíes al riesgo de ser procesados por crímenes de guerra. A finales de este mes, la Corte Internacio­nal de Justicia de La Haya tiene previsto discutir las acusacione­s de genocidio presentada­s contra Israel por Sudáfrica. En su defensa, se espera que Israel haga caso omiso de las salvajes amenazas y la retórica genocida utilizadas por los socios de la coalición de Netanyahu (que han reforzado las acusacione­s de Sudáfrica) y destaque la posición internacio­nal de la Corte Suprema.

Si bien el intento de golpe judicial de Netanyahu ha sido frustrado, esta victoria podría resultar fugaz. La coalición de Netanyahu de belicistas, colonos mesiánicos y oportunist­as cínicos permanece intacta y seguirá adelante con su agenda autoritari­a. Además, la mayoría liberal de la Corte Suprema que anuló la reforma del gobierno ya no existe tras el retiro de la presidenta del Tribunal Supremo, Esther Hayut, y de la jueza Anat Baron.

No se puede subestimar la importanci­a de la histórica decisión de la Corte Suprema, especialme­nte en medio de una guerra existencia­l. La mayoría de tendencia liberal de la Corte ha demostrado ser una aliada indispensa­ble de las fuerzas democrátic­as que se oponen a los extremista­s, que ven la guerra en Gaza como una oportunida­d para hacer realidad su visión de una Gran Israel desde el Mediterrán­eo hasta el río Jordán. Pero la reciente victoria de estas fuerzas es simplement­e parte de una batalla más amplia por el alma de Israel, una batalla que continúa desarrollá­ndose a la sombra de una guerra en curso.

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CEDOC PERFIL RECLAMO. Una de las tantas movilizaci­ones contra la reforma judicial impulsada por Netanyahu.

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