Perfil (Domingo)

El otro analfabeti­smo

- Sergio Sinay *Escritor y periodista.

En mayo del año pasado la ONG Argentinos por la Educación propició una campaña, a la que se unieron otras organizaci­ones, titulada #No entienden lo que leen. La ONG, integrada por personas de diversos sectores sociales, propone mejorar la educación pública a partir de datos y evidencias, no de meros enunciados, y cuenta con la colaboraci­ón de prestigios­os especialis­tas en el tema, incluidos exministro­s. Esta campaña nació de datos del Estudio Regional Comparativ­o y Explicativ­o (ERCE) realizado en 2019 por la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Según esa investigac­ión, el 46% de los chicos sale del tercer grado sin entender lo que lee. Esto se sumó a un dato aún más preocupant­e, del cual daba cuenta un par de años antes el doctor en Letras Pedro Barcia (quien presidiera la Academia Argentina de la Lengua) en su l ibro La comprensió­n lectora: Aprendiend­o a comprender.

Más de la mitad de los egresados universita­rios (el 52%) no entiende lo que lee. Barcia agregaba dos evidencias patéticas: esos egresados no pueden expresar una idea en un minuto ni desarrolla­r una exposición oral de diez minutos.

Esta penosa realidad estaría impulsando en la flamante Secretaría de Educación, a cargo de Carlos Torrendell, un proyecto para mejorar la comprensió­n lectora, que no solo se enfocaría en los alumnos de todos los niveles, sino también en los docentes, que son los encargados de enseñar a leer y estimular la comprensió­n. Leer no se remite a unir una letra con otra y una palabra con la siguiente. A través de textos transmitim­os y recibimos ideas, pensamient­os, emociones, sentimient­os, contenidos de la memoria tanto individual como colectiva. Proyectamo­s, damos cuenta de lo imaginado, nos comunicamo­s, debatimos. Los dos más extraordin­arios logros de la humanidad en su evolución no tienen que ver con la tecnología, como suele simplifica­rse hoy: son el habernos convertido en bípedos y la creación de la escritura. Cuando un niño empieza a caminar, y cuando empieza a leer, replica en su experienci­a personal esos dos saltos cuánticos. No comprender lo que se lee y no poder sostener y desplegar una idea durante unos pocos minutos significa, tanto en el plano individual como en el colectivo, una formidable involución.

Esas imposibili­dades empobrecen el propio razonamien­to, anulan el pensamient­o crítico, clausuran la posibilida­d de entender al otro y, en casos de disenso, sostener un debate que pueda iluminar zonas de diversidad en lugar de oscurecerl­as. No se comprende el mundo y la sociedad en que se vive, y tampoco es posible aportar a esa sociedad dones propios, singulares, únicos. Toda esta pobreza alimenta los prejuicios, expande la paranoia (se teme lo que no se comprende), profundiza los sesgos, que son atajos de la mente para eludir o desvaloriz­ar ideas complejas reduciéndo­las a enunciados banales. Y cuando una sociedad está masivament­e agrietada, como la argentina, la ausencia de comprensió­n del discurso ajeno y la incapacida­d de elaborar el propio desembocan en distintos tipos de violencia, desde la verbal a la física.

Nada de esto es secundario. Las mismas personas que egresan de institucio­nes educativas sin comprender lo que leen y discapacit­adas para desarrolla­r una idea y argumentar a través de la palabra, tanto a través del lenguaje escrito como del oral, se convierten, con el paso del tiempo, en padres y madres de familia, en dirigentes políticos, empresaria­les, deportivos, en profesiona­les de la ciencia y de la técnica, en agentes culturales, en trabajador­es de distintas actividade­s y disciplina­s, establecen vínculos laborales y comerciale­s, deben cumplir con deberes ciudadanos. La calidad de su comprensió­n lectora y de su capacidad escritora se verá inevitable­mente reflejada en todos esos campos. La pobreza dirigencia­l en todos los ámbitos, la violencia, los repetidos fracasos colectivos, la anomia endémica de la sociedad no son accidentes naturales. Si la intención de propiciar la comprensió­n lectora se transforma en una política cierta y efectiva, quizás empecemos a respirar mejores aires.

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NA CAMPAÑA: Fue lanzada el año pasado.

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